/ viernes 28 de julio de 2017

Nueva negociación o modernización del TLC

En el curso de su campaña presidencial, Donald Trump enfatizó como tema o compromiso de campaña la renegociación del TLC y en caso de lograr sus objetivos de establecer términos favorables a Estados Unidos, abandonar el tratado.

En días recientes se dieron a conocer los términos que el ejecutivo estadounidense desea imponer a sus socios comerciales: México y Canadá. La propuesta es francamente violatoria del derecho internacional en General, del Tratado Multilateral de la OMC y desde luego de la convencionalidad trilateral del bloque económico de América del Norte.

Tan lo es, que Canadá, se pronunció ya por abandonar el tratado de persistir en imponer condiciones, no solo unilaterales, sino también leoninas en beneficio de una solo de las partes. Hoy resulta que las inconformidades, controversias o diferencias deben resolverse conforme a las reglas internas de los Estados Unidos y abandonar el esquema de paneles de solución de controversias pactadas o las reglas específicas que regulan la solución de diferendos comerciales adoptados por la OMC.

O imponer sus criterios en diversidad de temas como propiedad intelectual o secrecía por diez años de los componentes de los plaguicidas, condicionantes para la importación de frutas y hortalizas por solo citar algunos supuestos. Y en otros ámbitos supuestos incumplimientos de la legislación laboral por sus contrapartes o el respeto de los derechos humanos, lo que constituye una grosera intervención en asuntos internos de los otros dos países y lo de los Derechos Humanos, resulta risible, cuando ellos ni siquiera han querido adherirse a los principales documentos normativos internacionales en la materia de carácter multilateral.

Es cierto e innegable que por los años trascurridos y el decantamiento normal del instrumento comercial conviene revisar algunos aspectos e incorporar otros, pero debe hacerse respetando términos, procedimientos y reglas previstas o en su caso consensadas entre las contrapartes.

Así las cosas, habría que pensar que enfrentamos no una renegociación, sino una negociación, y quizás el proceso termine en el mejor de los casos en la celebración de convenios de libre comercio bilaterales. Y entonces deberíamos calibrar la posibilidad de regresar al régimen y reglas de la OMC, mismas que objetivamente ante la arrogancia y soberbia del nuevo titular del ejecutivo estadounidense es lo que más conviene a México.

Se requerirá entonces, en un análisis sereno, mesurado, sopesar que beneficia más a México. Habría que tener presente que el acuerdo comercial es con el gobierno de los Estados Unidos, no con Trump, que su poder legislativo tiene en el tema un peso específico. Y que un arreglo por tener un arreglo puede generar más perjuicios que beneficios.

En el curso de su campaña presidencial, Donald Trump enfatizó como tema o compromiso de campaña la renegociación del TLC y en caso de lograr sus objetivos de establecer términos favorables a Estados Unidos, abandonar el tratado.

En días recientes se dieron a conocer los términos que el ejecutivo estadounidense desea imponer a sus socios comerciales: México y Canadá. La propuesta es francamente violatoria del derecho internacional en General, del Tratado Multilateral de la OMC y desde luego de la convencionalidad trilateral del bloque económico de América del Norte.

Tan lo es, que Canadá, se pronunció ya por abandonar el tratado de persistir en imponer condiciones, no solo unilaterales, sino también leoninas en beneficio de una solo de las partes. Hoy resulta que las inconformidades, controversias o diferencias deben resolverse conforme a las reglas internas de los Estados Unidos y abandonar el esquema de paneles de solución de controversias pactadas o las reglas específicas que regulan la solución de diferendos comerciales adoptados por la OMC.

O imponer sus criterios en diversidad de temas como propiedad intelectual o secrecía por diez años de los componentes de los plaguicidas, condicionantes para la importación de frutas y hortalizas por solo citar algunos supuestos. Y en otros ámbitos supuestos incumplimientos de la legislación laboral por sus contrapartes o el respeto de los derechos humanos, lo que constituye una grosera intervención en asuntos internos de los otros dos países y lo de los Derechos Humanos, resulta risible, cuando ellos ni siquiera han querido adherirse a los principales documentos normativos internacionales en la materia de carácter multilateral.

Es cierto e innegable que por los años trascurridos y el decantamiento normal del instrumento comercial conviene revisar algunos aspectos e incorporar otros, pero debe hacerse respetando términos, procedimientos y reglas previstas o en su caso consensadas entre las contrapartes.

Así las cosas, habría que pensar que enfrentamos no una renegociación, sino una negociación, y quizás el proceso termine en el mejor de los casos en la celebración de convenios de libre comercio bilaterales. Y entonces deberíamos calibrar la posibilidad de regresar al régimen y reglas de la OMC, mismas que objetivamente ante la arrogancia y soberbia del nuevo titular del ejecutivo estadounidense es lo que más conviene a México.

Se requerirá entonces, en un análisis sereno, mesurado, sopesar que beneficia más a México. Habría que tener presente que el acuerdo comercial es con el gobierno de los Estados Unidos, no con Trump, que su poder legislativo tiene en el tema un peso específico. Y que un arreglo por tener un arreglo puede generar más perjuicios que beneficios.