/ jueves 8 de junio de 2017

Obsesión por la unidad diversificada

Acada rato me llegan quejas y mensajes de que, entre grupos de una misma comunidad católica siguen las divisiones, los pleitos, las incomprensiones, los rechazos. Unos se quejan de otros. En el fondo, hay diversas formas de vivir la fe, y cada cual se siente estar en lo correcto, condenando a los otros. Unos insisten más en la lucha social, en la denuncia profética, en marchas o peregrinaciones por el cambio social, y esto como vivencia sincera y convencida de su fe, mientras que otros ponen el acento en los aspectos más religiosos, como la oración, la lectura de la Palabra de Dios, las celebraciones sacramentales. En vez de aceptarse en sus diferencias, de respetarse y valorarse, de asumir como válidos otros caminos de fe, se excluyen, no se toleran como miembros de una misma parroquia o diócesis. Hace años, un miembro de Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) me dijo que, si yo aceptaba a los de Renovación Católica en el Espíritu Santo, no contara con CEBs… Afortunadamente, se han dado pasos de aceptación y colaboración, y hay parroquias donde conviven fraternalmente, aunque persisten desconfianzas y descalificaciones.

En algunos estados del país acaban de pasar elecciones para gobernadores y otros cargos políticos. ¿Qué es lo que hubo en las campañas previas y qué queda ahora? Solo acérrimas críticas de unos contra otros. Acusaciones mutuas de corrupción, para convencer al electorado de que los otros son los malos y uno es la mejor opción. Nadie pondera lo positivo de los otros, ni ve aspectos buenos que podrían servir mucho a la sociedad, sino todo lo contrario. Y si hicieron alianzas, no fue para poner en común sus fuerzas y valores, sino solo por el interés de derrotar al candidato que, de otra forma, no podrían vencer. Si ahora piensan en alianzas para las elecciones presidenciales del 2018, no es por conjuntar propuestas y unir proyectos, sino solo por el interés de ganar. Eso no es unidad, no es alianza, sino solo conveniencia oportunista, que tarde o temprano se rompe y solo deja enemigos y resentimientos. Son soluciones momentáneas para sacar a alguien del poder; son estrategias convenencieras; no es unidad que da cohesión a las diferencias.

PENSAR

El papa Francisco nos dijo el domingo pasado, fiesta de Pentecostés: “Es bueno que nos ayudemos a evitar dos tentaciones frecuentes. La primera es buscar la diversidad sin unidad. Esto ocurre cuando buscamos destacarnos, cuando formamos bandos y partidos, cuando nos endurecemos en nuestros planteamientos excluyentes, cuando nos encerramos en nuestros particularismos, quizás considerándonos mejores o aquellos que siempre tienen razón. Así se produce una diversidad sin unidad. En cambio, la tentación contraria es la de buscar la unidad sin diversidad. Sin embargo, de esta manera la unidad se convierte en uniformidad, en la obligación de hacer todo juntos y todo igual, pensando todos de la misma manera. Así la unidad acaba siendo una homologación donde ya no hay libertad” (4-VI-2017).

ACTUAR

Aprendamos a construir la unidad en la diversidad; a aceptar como un valor el ser diferentes, donde cada quien aporta sus capacidades, para construir juntos una familia mejor, una sociedad más justa, una Iglesia más armoniosa y multiforme. Así la quiere el Espíritu. Así la quiere Jesús.

Construyamos una unidad que aglutine nuestras diferencias no como un obstáculo o un problema, sino como un valor.

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

Acada rato me llegan quejas y mensajes de que, entre grupos de una misma comunidad católica siguen las divisiones, los pleitos, las incomprensiones, los rechazos. Unos se quejan de otros. En el fondo, hay diversas formas de vivir la fe, y cada cual se siente estar en lo correcto, condenando a los otros. Unos insisten más en la lucha social, en la denuncia profética, en marchas o peregrinaciones por el cambio social, y esto como vivencia sincera y convencida de su fe, mientras que otros ponen el acento en los aspectos más religiosos, como la oración, la lectura de la Palabra de Dios, las celebraciones sacramentales. En vez de aceptarse en sus diferencias, de respetarse y valorarse, de asumir como válidos otros caminos de fe, se excluyen, no se toleran como miembros de una misma parroquia o diócesis. Hace años, un miembro de Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) me dijo que, si yo aceptaba a los de Renovación Católica en el Espíritu Santo, no contara con CEBs… Afortunadamente, se han dado pasos de aceptación y colaboración, y hay parroquias donde conviven fraternalmente, aunque persisten desconfianzas y descalificaciones.

En algunos estados del país acaban de pasar elecciones para gobernadores y otros cargos políticos. ¿Qué es lo que hubo en las campañas previas y qué queda ahora? Solo acérrimas críticas de unos contra otros. Acusaciones mutuas de corrupción, para convencer al electorado de que los otros son los malos y uno es la mejor opción. Nadie pondera lo positivo de los otros, ni ve aspectos buenos que podrían servir mucho a la sociedad, sino todo lo contrario. Y si hicieron alianzas, no fue para poner en común sus fuerzas y valores, sino solo por el interés de derrotar al candidato que, de otra forma, no podrían vencer. Si ahora piensan en alianzas para las elecciones presidenciales del 2018, no es por conjuntar propuestas y unir proyectos, sino solo por el interés de ganar. Eso no es unidad, no es alianza, sino solo conveniencia oportunista, que tarde o temprano se rompe y solo deja enemigos y resentimientos. Son soluciones momentáneas para sacar a alguien del poder; son estrategias convenencieras; no es unidad que da cohesión a las diferencias.

PENSAR

El papa Francisco nos dijo el domingo pasado, fiesta de Pentecostés: “Es bueno que nos ayudemos a evitar dos tentaciones frecuentes. La primera es buscar la diversidad sin unidad. Esto ocurre cuando buscamos destacarnos, cuando formamos bandos y partidos, cuando nos endurecemos en nuestros planteamientos excluyentes, cuando nos encerramos en nuestros particularismos, quizás considerándonos mejores o aquellos que siempre tienen razón. Así se produce una diversidad sin unidad. En cambio, la tentación contraria es la de buscar la unidad sin diversidad. Sin embargo, de esta manera la unidad se convierte en uniformidad, en la obligación de hacer todo juntos y todo igual, pensando todos de la misma manera. Así la unidad acaba siendo una homologación donde ya no hay libertad” (4-VI-2017).

ACTUAR

Aprendamos a construir la unidad en la diversidad; a aceptar como un valor el ser diferentes, donde cada quien aporta sus capacidades, para construir juntos una familia mejor, una sociedad más justa, una Iglesia más armoniosa y multiforme. Así la quiere el Espíritu. Así la quiere Jesús.

Construyamos una unidad que aglutine nuestras diferencias no como un obstáculo o un problema, sino como un valor.

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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