/ domingo 22 de mayo de 2016

Piet Mondrian, en busca de la perfección (I) / María Esther Estrada, corresponsal

Por MARÍA ESTHER ESTRADA M.A. | CORRESPONSAL

1ª Parte

ÁMSTERDAM, Holanda.- Este artista neerlandés llevó la pintura abstracta a su máxima expresión. Es muy interesante ser testigo de su búsqueda interior que lo encaminó desde el realismo a encontrar la perfección en los colores primarios y las líneas básicas. Este hombre tan comprometido con su proyecto vital siempre disfrutó de la música de jazz, este género en el que prima la improvisación. Así que, para comprenderlo mejor, lo invito a ponerla de fondo a su lectura.

Su vida

Pieter Cornelis Mondriaan, conocido como Piet Mondrian, (1872-1944) nació en el seno de una familia calvinista muy religiosa. Su padre, director de una escuela primaria, lo enseñó a dibujar. Entre 1892 y 1897 estudió en la Academia de Bellas Artes en Ámsterdam. A partir de ese momento inició su carrera como pintor.

Empezó dedicándose al paisajismo, inspirándose en los alrededores de Ámsterdam. Los molinos y las granjas a lo largo del río Gein le ofrecieron muchos temas para sus cuadros.

Sus pinceladas libres y los tonos obscuros de sus primeras obras muestran la influencia que tenían en él las tendencias de la Escuela de La Haya y de Ámsterdam. Lo que sí se nota desde el principio son los perfiles tan definidos de sus sujetos.

Sus ventas no eran muchas, así que para completar sus ingresos hacía retratos, copiaba obras de grandes maestros en los museos y daba clases de pintura y dibujo en su estudio.

Alrededor de 1910 se empezó a ver un cambio en su estilo, tal vez influido por su convivencia con la comunidad de artistas que vivían en Domburg, al suroeste del país, que practicaban la “luminiscencia”. Sus obras empezaron a mostrar colores brillantes y muchos efectos de luz. “El espíritu de una nueva era”.

Para Mondriaan, el arte era más que una simple representación de la realidad. Sus ideas tenían como base la teosofía, el movimiento espiritual que rechazaba el materialismo en búsqueda de la sabiduría interna que se consigue a través del desarrollo de la mente, lo que lo llevó a buscar la armonía radical, misma que encontró en el arte abstracto.

Todo cambió

En toda vida hay momentos que marcan un antes y un después, un punto de inflexión. Para Piet Mondriaan éste se dio en 1911.

En mayo fue a París con otros miembros de la Sociedad Holandesa de Arte Moderno para conocer las tendencias más actuales y aprovechar para asistir al Salón de los Independientes donde colgaba una obra suya. Regresó inquieto, sintiendo que lo que bullía en Francia se acercaba a lo que él quería.

Pero lo que acabó de decidirlo a poner un punto y aparte a su vida hasta ese momento fue visitar la exposición sobre cubismo que organizó el Museo Municipal de Ámsterdam (Stedelijk) ese otoño. Hasta entonces él había pasado al impresionismo en búsqueda de un nuevo estilo más simbólico. Pero lo impactaron tanto las obras de Picasso y Braque que resolvió mudarse a París, lo que hizo el 20 de diciembre de ese mismo año.

París

En ese momento, la capital francesa era un caldo de cultivo donde Pablo Picasso, Juan Gris, Georges Braque y Fernand Léger, con la influencia de Paul Cézanne, iniciaban este movimiento pictórico de vanguardia que se conoció como Cubismo. En este estilo desaparecía la perspectiva tradicional, se representaban todas las partes de un objeto en un mismo plano y se eliminaban los detalles.

Casi de inmediato Mondriaan comenzó a adaptar estos preceptos a sus obras, transformando los objetos en la suma de las formas que los componen. Para no distraer la atención de la forma, limitó su paleta a la que prevalecía en este movimiento: ocres y grises. También siguió sus reglas de composición: el tema se colocaba en el centro y se dejaban las esquinas del lienzo casi limpias, lo que dio como resultado una serie de composiciones ovales.

Este cambio en su estilo queda patente cuando vemos la secuencia formada por: Tarde: el árbol rojo, 1908-10, El árbol gris, 1911, y Manzano en flor, 1912.

En esta tendencia a la simplificación le quitó una letra a su apellido, que a partir de entonces cambió de Mondriaan a Mondrian. En lo artístico empezó a evitar las líneas curvas y diagonales, utilizando cada vez más sólo líneas verticales y horizontales.

Durante los dos años que vivió en París realizó 16 obras, a las que tituló Composiciones (de la I a la XVI), como si fueran piezas musicales, por su armonía entre línea y color.

A principios de 1914 Mondrian volvió a Holanda para visitar a su padre, que estaba gravemente enfermo. Trajo consigo sus pinturas parisinas con las que organizó una exhibición en La Haya del 16 de junio al 16 de julio, en la Galería W. Walrecht. “A través de estos trabajos he crecido a lo que soy hoy”, expresó en ese momento.

Exposición de 1914

Eran apenas 16 composiciones, pero muy diferentes a lo que se estilaba en los Países Bajos en ese momento.

¿Qué veía el visitante? Cuadrados y rectángulos, algunas de las líneas perfectamente delineadas, gruesas, y otras borrosas. Los interiores de esos cuadrados y rectángulos pintados con distintos colores, algunos con apenas una leve capa de pintura y otros con varias. Unos espacios rellenos perfectamente mientras otros dejaban áreas en blanco. Las esquinas de los lienzos borrosas o absolutamente libres. Muy pocas líneas curvas, apenas uno que otro semicírculo. Mirándolas con detalle parecían obras en proceso. Definitivamente no era cubismo al estilo de Picasso o Léger.

Muchas de las Composiciones tienen su base en óleos y dibujos que el propio Mondrian hizo en Holanda durante su juventud y que se llevó consigo cuando se mudó a París. Un ejemplo sería un árbol en invierno, sin hojas, que inspiró la Composición VIII. Cuando uno ve la idea original e intenta simplificarla a la mínima expresión, bien puede identificarla en la versión cubista.

El estallido de la Primera Guerra Mundial le impidió regresar a París, por lo que se quedó en Holanda. Ahí conoció a Theo van Doesburg, junto con quien fundó en 1917 la revista De Stijl (El Estilo) que planteaba la reducción del lenguaje pictórico a sus elementos básicos.

Este movimiento, al que él denominó Neoplasticismo, influyó también en la decoración, la arquitectura, la escultura y el diseño europeos. Con él buscaba crear un nuevo mundo en el que todos pudiéramos vivir en equilibrio con las leyes del universo.

Todo esto fue dándose al ritmo de la música de jazz que siempre sonaba en su estudio, como si dependiera de sus notas para encontrar la inspiración.

Continuará…

Cualquier comentario relacionado con este artículo, favor de dirigirlo a mestrada@elsoldemexico.com.mx

Por MARÍA ESTHER ESTRADA M.A. | CORRESPONSAL

1ª Parte

ÁMSTERDAM, Holanda.- Este artista neerlandés llevó la pintura abstracta a su máxima expresión. Es muy interesante ser testigo de su búsqueda interior que lo encaminó desde el realismo a encontrar la perfección en los colores primarios y las líneas básicas. Este hombre tan comprometido con su proyecto vital siempre disfrutó de la música de jazz, este género en el que prima la improvisación. Así que, para comprenderlo mejor, lo invito a ponerla de fondo a su lectura.

Su vida

Pieter Cornelis Mondriaan, conocido como Piet Mondrian, (1872-1944) nació en el seno de una familia calvinista muy religiosa. Su padre, director de una escuela primaria, lo enseñó a dibujar. Entre 1892 y 1897 estudió en la Academia de Bellas Artes en Ámsterdam. A partir de ese momento inició su carrera como pintor.

Empezó dedicándose al paisajismo, inspirándose en los alrededores de Ámsterdam. Los molinos y las granjas a lo largo del río Gein le ofrecieron muchos temas para sus cuadros.

Sus pinceladas libres y los tonos obscuros de sus primeras obras muestran la influencia que tenían en él las tendencias de la Escuela de La Haya y de Ámsterdam. Lo que sí se nota desde el principio son los perfiles tan definidos de sus sujetos.

Sus ventas no eran muchas, así que para completar sus ingresos hacía retratos, copiaba obras de grandes maestros en los museos y daba clases de pintura y dibujo en su estudio.

Alrededor de 1910 se empezó a ver un cambio en su estilo, tal vez influido por su convivencia con la comunidad de artistas que vivían en Domburg, al suroeste del país, que practicaban la “luminiscencia”. Sus obras empezaron a mostrar colores brillantes y muchos efectos de luz. “El espíritu de una nueva era”.

Para Mondriaan, el arte era más que una simple representación de la realidad. Sus ideas tenían como base la teosofía, el movimiento espiritual que rechazaba el materialismo en búsqueda de la sabiduría interna que se consigue a través del desarrollo de la mente, lo que lo llevó a buscar la armonía radical, misma que encontró en el arte abstracto.

Todo cambió

En toda vida hay momentos que marcan un antes y un después, un punto de inflexión. Para Piet Mondriaan éste se dio en 1911.

En mayo fue a París con otros miembros de la Sociedad Holandesa de Arte Moderno para conocer las tendencias más actuales y aprovechar para asistir al Salón de los Independientes donde colgaba una obra suya. Regresó inquieto, sintiendo que lo que bullía en Francia se acercaba a lo que él quería.

Pero lo que acabó de decidirlo a poner un punto y aparte a su vida hasta ese momento fue visitar la exposición sobre cubismo que organizó el Museo Municipal de Ámsterdam (Stedelijk) ese otoño. Hasta entonces él había pasado al impresionismo en búsqueda de un nuevo estilo más simbólico. Pero lo impactaron tanto las obras de Picasso y Braque que resolvió mudarse a París, lo que hizo el 20 de diciembre de ese mismo año.

París

En ese momento, la capital francesa era un caldo de cultivo donde Pablo Picasso, Juan Gris, Georges Braque y Fernand Léger, con la influencia de Paul Cézanne, iniciaban este movimiento pictórico de vanguardia que se conoció como Cubismo. En este estilo desaparecía la perspectiva tradicional, se representaban todas las partes de un objeto en un mismo plano y se eliminaban los detalles.

Casi de inmediato Mondriaan comenzó a adaptar estos preceptos a sus obras, transformando los objetos en la suma de las formas que los componen. Para no distraer la atención de la forma, limitó su paleta a la que prevalecía en este movimiento: ocres y grises. También siguió sus reglas de composición: el tema se colocaba en el centro y se dejaban las esquinas del lienzo casi limpias, lo que dio como resultado una serie de composiciones ovales.

Este cambio en su estilo queda patente cuando vemos la secuencia formada por: Tarde: el árbol rojo, 1908-10, El árbol gris, 1911, y Manzano en flor, 1912.

En esta tendencia a la simplificación le quitó una letra a su apellido, que a partir de entonces cambió de Mondriaan a Mondrian. En lo artístico empezó a evitar las líneas curvas y diagonales, utilizando cada vez más sólo líneas verticales y horizontales.

Durante los dos años que vivió en París realizó 16 obras, a las que tituló Composiciones (de la I a la XVI), como si fueran piezas musicales, por su armonía entre línea y color.

A principios de 1914 Mondrian volvió a Holanda para visitar a su padre, que estaba gravemente enfermo. Trajo consigo sus pinturas parisinas con las que organizó una exhibición en La Haya del 16 de junio al 16 de julio, en la Galería W. Walrecht. “A través de estos trabajos he crecido a lo que soy hoy”, expresó en ese momento.

Exposición de 1914

Eran apenas 16 composiciones, pero muy diferentes a lo que se estilaba en los Países Bajos en ese momento.

¿Qué veía el visitante? Cuadrados y rectángulos, algunas de las líneas perfectamente delineadas, gruesas, y otras borrosas. Los interiores de esos cuadrados y rectángulos pintados con distintos colores, algunos con apenas una leve capa de pintura y otros con varias. Unos espacios rellenos perfectamente mientras otros dejaban áreas en blanco. Las esquinas de los lienzos borrosas o absolutamente libres. Muy pocas líneas curvas, apenas uno que otro semicírculo. Mirándolas con detalle parecían obras en proceso. Definitivamente no era cubismo al estilo de Picasso o Léger.

Muchas de las Composiciones tienen su base en óleos y dibujos que el propio Mondrian hizo en Holanda durante su juventud y que se llevó consigo cuando se mudó a París. Un ejemplo sería un árbol en invierno, sin hojas, que inspiró la Composición VIII. Cuando uno ve la idea original e intenta simplificarla a la mínima expresión, bien puede identificarla en la versión cubista.

El estallido de la Primera Guerra Mundial le impidió regresar a París, por lo que se quedó en Holanda. Ahí conoció a Theo van Doesburg, junto con quien fundó en 1917 la revista De Stijl (El Estilo) que planteaba la reducción del lenguaje pictórico a sus elementos básicos.

Este movimiento, al que él denominó Neoplasticismo, influyó también en la decoración, la arquitectura, la escultura y el diseño europeos. Con él buscaba crear un nuevo mundo en el que todos pudiéramos vivir en equilibrio con las leyes del universo.

Todo esto fue dándose al ritmo de la música de jazz que siempre sonaba en su estudio, como si dependiera de sus notas para encontrar la inspiración.

Continuará…

Cualquier comentario relacionado con este artículo, favor de dirigirlo a mestrada@elsoldemexico.com.mx