/ lunes 22 de agosto de 2016

Razón de Estado

  • Joaquín R. Narro Lobo
  • Frustración social, insatisfacción y juventud (III)

¿Qué debemos hacer como sociedad y como Gobierno para transformar la realidad en la que hoy viven los jóvenes? ¿Cómo generar un nuevo modelo de desarrollo en el que la frustración y la insatisfacción no sean condiciones comunes en las que se desarrollan miles de jóvenes que todos los años egresan de la educación media superior, técnica y superior? ¿Cuáles son las fórmulas que pensamos aplicar para reducir al mínimo el riesgo de pronto tener una juventud tan apática y desanimada que puedan llevar al país a la parálisis económica, política y social?

México tiene que cambiar. Los gobernantes, de los tres órdenes de Gobierno y de cada uno de los respectivos poderes, tienen que entender que un cambio es necesario. La clase política, la que gobierna y la que es oposición, todos, tienen que entender que México ya no puede seguir como hasta ahora y que es indispensable una reconciliación entre ellos y la sociedad. Para ello, para volver a unir a la sociedad con sus políticos, se requiere abatir al máximo la corrupción y disminuir casi a lo insignificante la impunidad. Esos dos males, característicos de nuestra actualidad, son los principales lastres que han arrastrado a México, a su gente y a sus gobernantes, a una situación crítica como pocas veces se había visto.

Factores como la falta de oportunidades laborales bien remuneradas y acordes a los estudios realizados por los jóvenes, la inseguridad que impide construir un patrimonio sin el inminente riesgo a perderlo a manos de la delincuencia organizada, el desencanto de saber que la posibilidad de encontrar una sanción en caso de cometer un ilícito es mínima, los excesos cometidos por muchos actores políticos en detrimento de la paupérrima situación de la mayoría, son factores provocados, en gran medida, por la corrupción y la impunidad fomentada y solapada desde las más altas esferas del sistema y del poder.

Los gobernantes aún no han entendido el riesgo que presenta el seguir acumulando frustración y desencanto entre la población, pero las consecuencias comienzan a verse. Un nuevo modelo en el que la legalidad y el respeto a los derechos humanos sean premisa, sería un gran primer paso para recobrar parte de la confianza perdida. Un segundo paso consistiría en volver a acercar a los políticos con los ciudadanos no a través de mítines o eventos proselitistas y populistas, sino mediante el ejemplo de lo que como mexicano queremos de unos y de otros. Si hablan de austeridad, sean austeros. Finalmente, es necesario comenzar a trabajar para alcanzar el país que queremos, uno en el que los jóvenes y todas las personas puedan alcanzar un pleno desarrollo a través de trabajos bien remunerados y acordes a su preparación.

La frustración e insatisfacción de los jóvenes crece y pareciera que no estamos haciendo nada. Antes de que el descontento aumente y pueda detonar en algo más grave que la apatía y la desesperanza, es necesario que hagamos algo y demos un golpe de timón. Después, cuando los jóvenes sean adultos en el desempleo y el rencor social, ya nada será posible. joaquin.narro@gmail.com

Twitter@JoaquinNarro

  • Joaquín R. Narro Lobo
  • Frustración social, insatisfacción y juventud (III)

¿Qué debemos hacer como sociedad y como Gobierno para transformar la realidad en la que hoy viven los jóvenes? ¿Cómo generar un nuevo modelo de desarrollo en el que la frustración y la insatisfacción no sean condiciones comunes en las que se desarrollan miles de jóvenes que todos los años egresan de la educación media superior, técnica y superior? ¿Cuáles son las fórmulas que pensamos aplicar para reducir al mínimo el riesgo de pronto tener una juventud tan apática y desanimada que puedan llevar al país a la parálisis económica, política y social?

México tiene que cambiar. Los gobernantes, de los tres órdenes de Gobierno y de cada uno de los respectivos poderes, tienen que entender que un cambio es necesario. La clase política, la que gobierna y la que es oposición, todos, tienen que entender que México ya no puede seguir como hasta ahora y que es indispensable una reconciliación entre ellos y la sociedad. Para ello, para volver a unir a la sociedad con sus políticos, se requiere abatir al máximo la corrupción y disminuir casi a lo insignificante la impunidad. Esos dos males, característicos de nuestra actualidad, son los principales lastres que han arrastrado a México, a su gente y a sus gobernantes, a una situación crítica como pocas veces se había visto.

Factores como la falta de oportunidades laborales bien remuneradas y acordes a los estudios realizados por los jóvenes, la inseguridad que impide construir un patrimonio sin el inminente riesgo a perderlo a manos de la delincuencia organizada, el desencanto de saber que la posibilidad de encontrar una sanción en caso de cometer un ilícito es mínima, los excesos cometidos por muchos actores políticos en detrimento de la paupérrima situación de la mayoría, son factores provocados, en gran medida, por la corrupción y la impunidad fomentada y solapada desde las más altas esferas del sistema y del poder.

Los gobernantes aún no han entendido el riesgo que presenta el seguir acumulando frustración y desencanto entre la población, pero las consecuencias comienzan a verse. Un nuevo modelo en el que la legalidad y el respeto a los derechos humanos sean premisa, sería un gran primer paso para recobrar parte de la confianza perdida. Un segundo paso consistiría en volver a acercar a los políticos con los ciudadanos no a través de mítines o eventos proselitistas y populistas, sino mediante el ejemplo de lo que como mexicano queremos de unos y de otros. Si hablan de austeridad, sean austeros. Finalmente, es necesario comenzar a trabajar para alcanzar el país que queremos, uno en el que los jóvenes y todas las personas puedan alcanzar un pleno desarrollo a través de trabajos bien remunerados y acordes a su preparación.

La frustración e insatisfacción de los jóvenes crece y pareciera que no estamos haciendo nada. Antes de que el descontento aumente y pueda detonar en algo más grave que la apatía y la desesperanza, es necesario que hagamos algo y demos un golpe de timón. Después, cuando los jóvenes sean adultos en el desempleo y el rencor social, ya nada será posible. joaquin.narro@gmail.com

Twitter@JoaquinNarro