/ lunes 21 de noviembre de 2016

Razón de Estado

  • Joaquin R. Narro lobo
  • El gigante Stavenhagen

El pasado viernes 18 de noviembre, el Consejo de Premiación del Premio Nacional de Derechos Humanos 2016 determinó otorgar dicho reconocimiento, el más grande que en la materia entrega el Estado mexicano a través de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, al antropólogo y sociólogo de origen alemán y naturalizado mexicano Rodolfo Stavenhagen. El Premio Nacional de Derechos Humanos es el reconocimiento que la sociedad mexicana confiere, a través de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a las personas que se han destacado en la promoción efectiva y defensa de los derechos fundamentales.

Se trata de uno de los mayores aciertos que pudieron haber tenido los integrantes del Jurado de Premiación, primero, y del Consejo de Premiación, después. Es un reconocimiento a la persona que dedicó su vida a la defensa y dignificación –aún incompleta– de los pueblos y comunidades indígenas de México y de América Latina, pero al mismo tiempo lo es también a la valentía, congruencia y perseverancia de una lucha en favor de los derechos humanos. Sobra decir que esta lucha fue librada en momentos en los que nadie detenía su mirada en aquellos distintos por su idioma, su color de piel o sus costumbres.

Apenas fallecido el pasado 5 de noviembre, Stavenhagen fue un mexicano por decisión que llegó a este país producto de la Segunda Guerra Mundial y de la intolerancia hacia el pueblo judío y que dedicó su carrera profesional, pero sobre todo su humanidad, a la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas. Como defensor de los derechos humanos, formó parte del primer Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y fue también el primer Relator Especial de la Organización de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

En esta ocasión, el propio Consejo de Premiación determinó entregar una mención honorífica a Sharon Zaga Mograbi, fundadora y presidenta del Museo Memoria y Tolerancia, por su labor en la enseñanza y divulgación de una cultura de tolerancia, no discriminación y respeto a los derechos humanos. Sin lugar a dudas, valores como la tolerancia y el respeto a las diferencias y son la mejor posibilidad para construir una sociedad vigorosa en la que la otredad no sea motivo de discordia, sino pretexto para la convivencia armónica de todas las personas.

El Premio Nacional de los Derechos Humanos 2016 y la Mención Honorífica correspondiente, no son simplemente un reconocimiento a la destacada labor de Stavenhagen y Zaga, sino un mensaje a la sociedad y al Gobierno para recuperar la esencia de la convivencia pacífica y armónica de todos los individuos sin importar su nacionalidad, religión, preferencia sexual, género, edad, origen étnico ni cualquier otra característica que lo haga distinto a aquello que arbitrariamente consideramos como normal. En momentos en los que hacen faltan voces que hablen por los “diferentes”, que el silencio de la partida del gigante Stavenhagen sea estruendo en las conciencias de quienes pontifican desde el odio, la exclusión y la intolerancia. * joaquin.narro@gmail.com               Twitter @JoaquinNarro

  • Joaquin R. Narro lobo
  • El gigante Stavenhagen

El pasado viernes 18 de noviembre, el Consejo de Premiación del Premio Nacional de Derechos Humanos 2016 determinó otorgar dicho reconocimiento, el más grande que en la materia entrega el Estado mexicano a través de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, al antropólogo y sociólogo de origen alemán y naturalizado mexicano Rodolfo Stavenhagen. El Premio Nacional de Derechos Humanos es el reconocimiento que la sociedad mexicana confiere, a través de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a las personas que se han destacado en la promoción efectiva y defensa de los derechos fundamentales.

Se trata de uno de los mayores aciertos que pudieron haber tenido los integrantes del Jurado de Premiación, primero, y del Consejo de Premiación, después. Es un reconocimiento a la persona que dedicó su vida a la defensa y dignificación –aún incompleta– de los pueblos y comunidades indígenas de México y de América Latina, pero al mismo tiempo lo es también a la valentía, congruencia y perseverancia de una lucha en favor de los derechos humanos. Sobra decir que esta lucha fue librada en momentos en los que nadie detenía su mirada en aquellos distintos por su idioma, su color de piel o sus costumbres.

Apenas fallecido el pasado 5 de noviembre, Stavenhagen fue un mexicano por decisión que llegó a este país producto de la Segunda Guerra Mundial y de la intolerancia hacia el pueblo judío y que dedicó su carrera profesional, pero sobre todo su humanidad, a la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas. Como defensor de los derechos humanos, formó parte del primer Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y fue también el primer Relator Especial de la Organización de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

En esta ocasión, el propio Consejo de Premiación determinó entregar una mención honorífica a Sharon Zaga Mograbi, fundadora y presidenta del Museo Memoria y Tolerancia, por su labor en la enseñanza y divulgación de una cultura de tolerancia, no discriminación y respeto a los derechos humanos. Sin lugar a dudas, valores como la tolerancia y el respeto a las diferencias y son la mejor posibilidad para construir una sociedad vigorosa en la que la otredad no sea motivo de discordia, sino pretexto para la convivencia armónica de todas las personas.

El Premio Nacional de los Derechos Humanos 2016 y la Mención Honorífica correspondiente, no son simplemente un reconocimiento a la destacada labor de Stavenhagen y Zaga, sino un mensaje a la sociedad y al Gobierno para recuperar la esencia de la convivencia pacífica y armónica de todos los individuos sin importar su nacionalidad, religión, preferencia sexual, género, edad, origen étnico ni cualquier otra característica que lo haga distinto a aquello que arbitrariamente consideramos como normal. En momentos en los que hacen faltan voces que hablen por los “diferentes”, que el silencio de la partida del gigante Stavenhagen sea estruendo en las conciencias de quienes pontifican desde el odio, la exclusión y la intolerancia. * joaquin.narro@gmail.com               Twitter @JoaquinNarro