/ domingo 11 de octubre de 2015

Reforma administrativa / Jorge Schiaffino Isunza

La administración pública en el Distrito Federal enfrenta retos ineludibles, los principales la eficiencia respecto del funcionamiento cotidiano de las diversas áreas que atienden a los ciudadanos.

Mientras los partidos políticos atienden a nivel estructural el ámbito constitucional y la forma de Gobierno, por otro lado el desarrollo administrativo se encuentra prácticamente frenado debido a la inercia y a la falta de cultura y capacitación de los servidores públicos y a métodos truncos que han degenerado hasta el grado de volverse ineficientes, afectando a la ciudadanía.

La negociación entre los grupos que gobiernan las delegaciones así como la administración central del Gobierno de la ciudad, han impuesto para la integración de los presupuestos, factores políticos por encima de la eficiencia, eficacia y un equilibrado desarrollo administrativo.

Mientras los servicios públicos han caído en su grado de eficiencia, mientras los trámites siguen siendo caros, tardados, equivocados y por los mismo, sujetos o expuestos a la corrupción, los ciudadanos enfrentan la falta de solución a sus demandas y además tienen que pagar para que los servicios urbanos al menos sean resueltos sin oportunidad, sin planeación, sin congruencia y sin una racionalidad en la aplicación de los recursos públicos que se destinan para el funcionamiento diario, sin que tengan un impacto social.

Sin importar los millones de pesos que se gastan, la administración pública tiene un alto grado de ineficacia, las soluciones son efímeras y los responsables fijan sus objetivos de una forma pragmática, sin una visión que permita engranar ejes de atención y solución permanentes.

Anteriormente, se hacían los nombramientos apegados a la especialidad y profesionalismo de los funcionarios públicos; ahora, la lógica se ha convertido en integrar plantillas de personal sin los perfiles que son requeridos para brindar a los ciudadanos un servicio público de calidad.

Igualmente, la vocación de servicio se encuentra soslayada, los méritos se han convertido en favoritismo y como consecuencia, la administración es un caos generalizado y los gastos se vuelven monumentales debido a que no hay una idea clara de cómo resolver las demandas ciudadanas.

Los políticos se han olvidado de ser también administradores y los funcionarios ahora son solo gestores, debido a su falta de preparación, compromiso y vocación de servicio.

Todo esto, en general, nos hace pensar en lo valioso que sería, más que una reforma política, una reforma administrativa ya que los ciudadanos padecen a diario a burócratas que son parte del problema y no de las soluciones necesarias para quienes vivimos en la ciudad.

El jefe de Gobierno bien podría avocarse a dirigir un planteamiento administrativo moderno, eficiente y permanente para que todas las áreas de Gobierno sirvan como una verdadera estructura gobernante al servicio de la comunidad.

Al tiempo.

*Exlegislador

jorgeschiaffinoisunza@yahoo.com.mx

La administración pública en el Distrito Federal enfrenta retos ineludibles, los principales la eficiencia respecto del funcionamiento cotidiano de las diversas áreas que atienden a los ciudadanos.

Mientras los partidos políticos atienden a nivel estructural el ámbito constitucional y la forma de Gobierno, por otro lado el desarrollo administrativo se encuentra prácticamente frenado debido a la inercia y a la falta de cultura y capacitación de los servidores públicos y a métodos truncos que han degenerado hasta el grado de volverse ineficientes, afectando a la ciudadanía.

La negociación entre los grupos que gobiernan las delegaciones así como la administración central del Gobierno de la ciudad, han impuesto para la integración de los presupuestos, factores políticos por encima de la eficiencia, eficacia y un equilibrado desarrollo administrativo.

Mientras los servicios públicos han caído en su grado de eficiencia, mientras los trámites siguen siendo caros, tardados, equivocados y por los mismo, sujetos o expuestos a la corrupción, los ciudadanos enfrentan la falta de solución a sus demandas y además tienen que pagar para que los servicios urbanos al menos sean resueltos sin oportunidad, sin planeación, sin congruencia y sin una racionalidad en la aplicación de los recursos públicos que se destinan para el funcionamiento diario, sin que tengan un impacto social.

Sin importar los millones de pesos que se gastan, la administración pública tiene un alto grado de ineficacia, las soluciones son efímeras y los responsables fijan sus objetivos de una forma pragmática, sin una visión que permita engranar ejes de atención y solución permanentes.

Anteriormente, se hacían los nombramientos apegados a la especialidad y profesionalismo de los funcionarios públicos; ahora, la lógica se ha convertido en integrar plantillas de personal sin los perfiles que son requeridos para brindar a los ciudadanos un servicio público de calidad.

Igualmente, la vocación de servicio se encuentra soslayada, los méritos se han convertido en favoritismo y como consecuencia, la administración es un caos generalizado y los gastos se vuelven monumentales debido a que no hay una idea clara de cómo resolver las demandas ciudadanas.

Los políticos se han olvidado de ser también administradores y los funcionarios ahora son solo gestores, debido a su falta de preparación, compromiso y vocación de servicio.

Todo esto, en general, nos hace pensar en lo valioso que sería, más que una reforma política, una reforma administrativa ya que los ciudadanos padecen a diario a burócratas que son parte del problema y no de las soluciones necesarias para quienes vivimos en la ciudad.

El jefe de Gobierno bien podría avocarse a dirigir un planteamiento administrativo moderno, eficiente y permanente para que todas las áreas de Gobierno sirvan como una verdadera estructura gobernante al servicio de la comunidad.

Al tiempo.

*Exlegislador

jorgeschiaffinoisunza@yahoo.com.mx