/ sábado 10 de octubre de 2015

Satiricosas / Manu Dornbierer

Los medios de comunicación siguen llenos de comentarios y artículos sobre el caso Ayotzinapa y al cumplirse un año de la desaparición pavorosa de los estudiantes, que apenas iniciaban su carrera en la famosa Normal citada, hay lectores que me reprochan que no siga como tantos otros colegas insistiendo en el tema. Es hora de explicarme al recibir preguntas más o menos como ésta: ¿No te conmueve la tragedia de los 43 estudiantes casi niños y el dolor de sus padres ante su desaparición y las atroces crueldades a ese respecto?

Cualquiera que no esté conmovido hasta los tuétanos por esa infinita desgracia que es la desaparición de los 43 y por el inmenso dolor de sus familias, es un monstruo de insensibilidad y de estupidez. Por supuesto, que el drama de Ayotzinapa me conmueve e indigna como al mundo entero, pero también me repugna cómo diversos actores políticos lo han utilizado para fines que poco tienen que ver con la verdad y la justicia y menos aún con la posibilidad de que se cumpla el lema “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Es más que obvio que hay quienes solo piensan en hacer de la tragedia una bandera de sus propios intereses políticos. Y eso es moralmente repugnante. A eso no le entro.

No han sido los grandes “defensores” de los padres de Ayotzinapa igual de insistentes ni han apoyado con tal enjundia la necesidad de justicia que tienen los padres de los 49  bebés quemados vivos en Sonora en la guardería  ABC  de Hermosillo, ni han criticado a la Suprema Corte que prácticamente desechó el caso. Y tampoco estos otros adoloridos padres pueden olvidar la tragedia de sus inermes hijitos, y están desesperados al comprobar que el crimen masivo ha quedado impune y que nadie que no sean empleados menores, ha sido señalado por el Gobierno -el de entonces y el de ahora- ni menos se ha encarcelado por tan terrible crimen en una guardería del Seguro Social entregada como negocio a una prima de Margarita Zavala, mujer del presidente espurio Calderón, el que por su parte pactó con George W Bush en Mérida la Guerra Gringa en la que se dieron también crímenes masivos como el matadero horrible de 72 migrantes extranjeros que transitaban por México “hacia el sueño americano”. Los padres de aquellos muchachos, muchos hondureños, han desfilado por las carreteras de nuestro país en protesta por el atroz sacrificio de sus hijos y poco o nada trascendió de ese otro inmenso dolor  similar. ¿Impune hasta la fecha?

Se había dicho que el Gobierno de México estaba encargado de frenar la migración hacia el norte por el Gobierno gringo. Y hoy la prima de la prima, Doña Margarita Zavala de Calderón, fresca como lechuga, se propone ser candidata del PAN a la Presidencia en el 2018, con el lema de “detrás de un gran hombre hubo una gran mujer”. Los bebés de la Guardería ABC, que tratan de hacernos olvidar, no tuvieron tanto “valor político” como los estudiantes que iniciaban su carrera de normalistas. Un inmenso negocio mundial

Mi “porqué” aún más profundo para no entrar en la polémica de Ayotzinapa es muy simple: Lo que sucedió a “los 43 de Iguala” es un episodio especialmente doloroso para México del crimen organizado, a nivel mundial por el meganegocio de la droga que no es EXCLUSIVAMENTE MEXICANO sino de los Gobiernos capitalistas unidos, grupo en el que por desgracia se encuentra hoy México de manos atadas, que se está utilizando para desestabilizar a países enteros. Según expertos, el desastre de Afganistán empezó cuando Bush padre, desarrolló el comercio de los opiáceos en ese país del que proviene el opio. De ahí, por cierto se lo llevaron los ingleses en siglo  XIX para inundar y controlar a China. Lean sobre la Guerra de los Boxers, por favor.

El caso de Ayotzinapa es como se sabe un asunto totalmente relacionado con la heroína que producen ¿solo, los paupérrimos campesinos guerrerenses? La heroína proviene de  las amapolas que se dan en las montañas del país, al parecer -entre otras “aplicaciones”- actualmente se está utilizando en la descompuesta sociedad gringa, en sustitución de otra droga “legal” y artificialmente fabricada que dejó a los usuarios secuelas indelebles e imposibles de soportar. Se buscan culpables en México, en Guerrero, en Iguala, pero esos son los de menor calibre, así se trate de soldados mexicanos enviados al matadero terrible de la droga desde que Calderón abrió las puertas de los cuarteles. Pero los culpables originales de esta colosal y corruptísima situación son inasibles.

Según información generada dentro de Estados Unidos, pero jamás expuesta fuera, la heroína “natural” de Iguala estaría supliendo para esta gente la fabricada artificial cuyos efectos “legales” escandalosos no se acabaron cuando la retiraron del mercado para ocultarlos. Esa es una de las razones que ofrecen para el ascenso en consumo de la heroína mexicana en el país vecino, el mayor consumidor de drogas del planeta. Y recordemos la ley capitalista por excelencia “La demanda justifica la oferta”.

Como en todos los crímenes de lesa humanidad­, en Ayotzinapa se trata de una atroz de una consecuencia más del comercio universal de las drogas.

Ahora bien, ojalá la nueva Comisión Interamericana que le va a costar mucho dinero a México, que tiene a su cargo el caso, investigue desde el principio lo que realmente pasó entre los jóvenes desaparecidos para que se fueran directamente a subir -para ir a la protesta tradicional del 2 de octubre a la Ciudad de México- a autobuses cargados de heroína y quiénes los enviaron. Esos son los que los mandaron a su atroz destino. Y ni siquiera eso han podido decirnos las autoridades que solo se ocupan del final trágico.

Las autoridades mexicanas han fallado en lo más obvio, en descubrir esa primera punta de la madeja. ¿O todo fue casualidad? Ese, el principio y mandar a niños a semejante peligro fue como ponerlos amarrados en la vía de un ferrocarril. Esos son los primeros victimarios. El caso Ayotzinapa es una atroz consecuencia del más  inmoral de los preceptos que ha inventado el hombre: “Business is business”, “El negocio, es el negocio”. El dios es el dinero. Y el megadinero de la droga puede comprar a poblaciones enteras, a Gobiernos completos, a jerarquías, a ejércitos, a países enormes. Puede violar todos los valores humanos.

Los mercaderes que dominan al planeta introdujeron, como decíamos antes, el opio en el siglo XIX originario de Afganistán, para dominar a China. Infórmate lector de la llamada “Guerra de los Boxers” y luego dinos ¡cuántos horrores como los que hoy vemos, hubo! Los gringos iniciaron la cocaína en Colombia para controlar a sus tropas en Vietnam organizaron la producción de cocaína en Los Llanos Largos, según sabe y dice la gente en Colombia, como se ha publicado en este espacio varias veces. Por cierto, hoy están juzgando al expresidente Álvaro Uribe, adorado jefe del gringo argentino Dr. Buscaglia que por un tiempo nos asestaron hasta en la sopa como la maravilla de las maravillas. La otra guerra de las drogas

En 1991 tras un año y medio de investigación documental basada en la que me proporcionó el entonces procurador de la República, el jalisciense Álvarez del Castillo, publiqué un libro en Editorial Grijalbo y después más ediciones con mi sello editorial Libros del Sol, sobre el magno tema. Lo que me dio el funcionario era “La estrategia de la Guerra de las Drogas”, planeada por Dick Cheney, secretario de Guerra del padre Bush. Se había acabado la Guerra Fría con la caída del Muro de Berlín en 1989, se le acababa a Cheney la chamba y la lana y claro, había que inventar otra guerra.

Esa guerra de supuesta lucha contra las drogas,  resultó lo que ellos querían ¡un negocio descomunal! Desarrolló un comercio generalizado de la droga “para ganar dinero” y por desgracia logró abrir localmente el consumo a gran escala en el gran mercado latinoamericano para toda suerte de drogas. Y naturalmente propició la violencia que conocemos por la creación de cárteles. Jugada redonda. Muchos pensadores del momento y posteriores sabemos que un asomo de solución a todo esto sería la legalización de las drogas. Disminuiría la violencia pero al mismo tiempo también la ganancia colosal. Y eso es lo que no quieren.

Por todo eso y más, no le entro al tema de Ayotzinapa. Si quieren conocer ese “más”, lean “La otra Guerra de las Drogas” y si lo hicieron hace tiempo y quieren entender más del complicadísimo y peligroso problema, relean el libro. Por desgracia la situación está cada vez peor, sin embargo las bases de esa guerra son las mismas, solo que a la enésima potencia. librosdemanu@gmail.com

Los medios de comunicación siguen llenos de comentarios y artículos sobre el caso Ayotzinapa y al cumplirse un año de la desaparición pavorosa de los estudiantes, que apenas iniciaban su carrera en la famosa Normal citada, hay lectores que me reprochan que no siga como tantos otros colegas insistiendo en el tema. Es hora de explicarme al recibir preguntas más o menos como ésta: ¿No te conmueve la tragedia de los 43 estudiantes casi niños y el dolor de sus padres ante su desaparición y las atroces crueldades a ese respecto?

Cualquiera que no esté conmovido hasta los tuétanos por esa infinita desgracia que es la desaparición de los 43 y por el inmenso dolor de sus familias, es un monstruo de insensibilidad y de estupidez. Por supuesto, que el drama de Ayotzinapa me conmueve e indigna como al mundo entero, pero también me repugna cómo diversos actores políticos lo han utilizado para fines que poco tienen que ver con la verdad y la justicia y menos aún con la posibilidad de que se cumpla el lema “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Es más que obvio que hay quienes solo piensan en hacer de la tragedia una bandera de sus propios intereses políticos. Y eso es moralmente repugnante. A eso no le entro.

No han sido los grandes “defensores” de los padres de Ayotzinapa igual de insistentes ni han apoyado con tal enjundia la necesidad de justicia que tienen los padres de los 49  bebés quemados vivos en Sonora en la guardería  ABC  de Hermosillo, ni han criticado a la Suprema Corte que prácticamente desechó el caso. Y tampoco estos otros adoloridos padres pueden olvidar la tragedia de sus inermes hijitos, y están desesperados al comprobar que el crimen masivo ha quedado impune y que nadie que no sean empleados menores, ha sido señalado por el Gobierno -el de entonces y el de ahora- ni menos se ha encarcelado por tan terrible crimen en una guardería del Seguro Social entregada como negocio a una prima de Margarita Zavala, mujer del presidente espurio Calderón, el que por su parte pactó con George W Bush en Mérida la Guerra Gringa en la que se dieron también crímenes masivos como el matadero horrible de 72 migrantes extranjeros que transitaban por México “hacia el sueño americano”. Los padres de aquellos muchachos, muchos hondureños, han desfilado por las carreteras de nuestro país en protesta por el atroz sacrificio de sus hijos y poco o nada trascendió de ese otro inmenso dolor  similar. ¿Impune hasta la fecha?

Se había dicho que el Gobierno de México estaba encargado de frenar la migración hacia el norte por el Gobierno gringo. Y hoy la prima de la prima, Doña Margarita Zavala de Calderón, fresca como lechuga, se propone ser candidata del PAN a la Presidencia en el 2018, con el lema de “detrás de un gran hombre hubo una gran mujer”. Los bebés de la Guardería ABC, que tratan de hacernos olvidar, no tuvieron tanto “valor político” como los estudiantes que iniciaban su carrera de normalistas. Un inmenso negocio mundial

Mi “porqué” aún más profundo para no entrar en la polémica de Ayotzinapa es muy simple: Lo que sucedió a “los 43 de Iguala” es un episodio especialmente doloroso para México del crimen organizado, a nivel mundial por el meganegocio de la droga que no es EXCLUSIVAMENTE MEXICANO sino de los Gobiernos capitalistas unidos, grupo en el que por desgracia se encuentra hoy México de manos atadas, que se está utilizando para desestabilizar a países enteros. Según expertos, el desastre de Afganistán empezó cuando Bush padre, desarrolló el comercio de los opiáceos en ese país del que proviene el opio. De ahí, por cierto se lo llevaron los ingleses en siglo  XIX para inundar y controlar a China. Lean sobre la Guerra de los Boxers, por favor.

El caso de Ayotzinapa es como se sabe un asunto totalmente relacionado con la heroína que producen ¿solo, los paupérrimos campesinos guerrerenses? La heroína proviene de  las amapolas que se dan en las montañas del país, al parecer -entre otras “aplicaciones”- actualmente se está utilizando en la descompuesta sociedad gringa, en sustitución de otra droga “legal” y artificialmente fabricada que dejó a los usuarios secuelas indelebles e imposibles de soportar. Se buscan culpables en México, en Guerrero, en Iguala, pero esos son los de menor calibre, así se trate de soldados mexicanos enviados al matadero terrible de la droga desde que Calderón abrió las puertas de los cuarteles. Pero los culpables originales de esta colosal y corruptísima situación son inasibles.

Según información generada dentro de Estados Unidos, pero jamás expuesta fuera, la heroína “natural” de Iguala estaría supliendo para esta gente la fabricada artificial cuyos efectos “legales” escandalosos no se acabaron cuando la retiraron del mercado para ocultarlos. Esa es una de las razones que ofrecen para el ascenso en consumo de la heroína mexicana en el país vecino, el mayor consumidor de drogas del planeta. Y recordemos la ley capitalista por excelencia “La demanda justifica la oferta”.

Como en todos los crímenes de lesa humanidad­, en Ayotzinapa se trata de una atroz de una consecuencia más del comercio universal de las drogas.

Ahora bien, ojalá la nueva Comisión Interamericana que le va a costar mucho dinero a México, que tiene a su cargo el caso, investigue desde el principio lo que realmente pasó entre los jóvenes desaparecidos para que se fueran directamente a subir -para ir a la protesta tradicional del 2 de octubre a la Ciudad de México- a autobuses cargados de heroína y quiénes los enviaron. Esos son los que los mandaron a su atroz destino. Y ni siquiera eso han podido decirnos las autoridades que solo se ocupan del final trágico.

Las autoridades mexicanas han fallado en lo más obvio, en descubrir esa primera punta de la madeja. ¿O todo fue casualidad? Ese, el principio y mandar a niños a semejante peligro fue como ponerlos amarrados en la vía de un ferrocarril. Esos son los primeros victimarios. El caso Ayotzinapa es una atroz consecuencia del más  inmoral de los preceptos que ha inventado el hombre: “Business is business”, “El negocio, es el negocio”. El dios es el dinero. Y el megadinero de la droga puede comprar a poblaciones enteras, a Gobiernos completos, a jerarquías, a ejércitos, a países enormes. Puede violar todos los valores humanos.

Los mercaderes que dominan al planeta introdujeron, como decíamos antes, el opio en el siglo XIX originario de Afganistán, para dominar a China. Infórmate lector de la llamada “Guerra de los Boxers” y luego dinos ¡cuántos horrores como los que hoy vemos, hubo! Los gringos iniciaron la cocaína en Colombia para controlar a sus tropas en Vietnam organizaron la producción de cocaína en Los Llanos Largos, según sabe y dice la gente en Colombia, como se ha publicado en este espacio varias veces. Por cierto, hoy están juzgando al expresidente Álvaro Uribe, adorado jefe del gringo argentino Dr. Buscaglia que por un tiempo nos asestaron hasta en la sopa como la maravilla de las maravillas. La otra guerra de las drogas

En 1991 tras un año y medio de investigación documental basada en la que me proporcionó el entonces procurador de la República, el jalisciense Álvarez del Castillo, publiqué un libro en Editorial Grijalbo y después más ediciones con mi sello editorial Libros del Sol, sobre el magno tema. Lo que me dio el funcionario era “La estrategia de la Guerra de las Drogas”, planeada por Dick Cheney, secretario de Guerra del padre Bush. Se había acabado la Guerra Fría con la caída del Muro de Berlín en 1989, se le acababa a Cheney la chamba y la lana y claro, había que inventar otra guerra.

Esa guerra de supuesta lucha contra las drogas,  resultó lo que ellos querían ¡un negocio descomunal! Desarrolló un comercio generalizado de la droga “para ganar dinero” y por desgracia logró abrir localmente el consumo a gran escala en el gran mercado latinoamericano para toda suerte de drogas. Y naturalmente propició la violencia que conocemos por la creación de cárteles. Jugada redonda. Muchos pensadores del momento y posteriores sabemos que un asomo de solución a todo esto sería la legalización de las drogas. Disminuiría la violencia pero al mismo tiempo también la ganancia colosal. Y eso es lo que no quieren.

Por todo eso y más, no le entro al tema de Ayotzinapa. Si quieren conocer ese “más”, lean “La otra Guerra de las Drogas” y si lo hicieron hace tiempo y quieren entender más del complicadísimo y peligroso problema, relean el libro. Por desgracia la situación está cada vez peor, sin embargo las bases de esa guerra son las mismas, solo que a la enésima potencia. librosdemanu@gmail.com