/ lunes 5 de octubre de 2015

Secretaría de Cultura: iniciativa sin fundamento ni cultura (I) / Betty Zanolli Fabila

Hace un año, el seis de septiembre de 2014, fue publicado en el periódico Razón el artículo “Hacia el fortalecimiento de la capacidad creadora a través de la cultura” de la autoría de Rafael Tovar y de Teresa, titular del hoy todavía Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), cuyo inicio transcribo: “La historia de la República se refleja en la historia de sus instituciones de cultura. En cada época, ellas materializan el proyecto de la Nación, condensan su significado, le dan símbolos y valores, expresan el alma de la colectividad. El nacimiento del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el siete de diciembre de 1988, trajo consigo una redefinición profunda del papel del Estado en la vida cultural del país, reflejada en una nueva relación entre el Estado y los intelectuales y artistas, la conciencia de que el apoyo a la cultura es responsabilidad y a la vez derecho de todos, y nuevas vías de colaboración entre la Federación, los Estados y municipios que reconocen la pluralidad de voces de la nación”. Institución que habría así respondido, según lo afirmaba el propio funcionario: “al precepto constitucional que en 2009 incorporó el derecho universal de acceso a la cultura y el ejercicio de los derechos culturales como derechos humanos fundamentales”.

Lo que sorprende es que esas mismas palabras -transcritas textualmente junto con la mayor parte de sus párrafos- sean las que sirvieron como argumento para fundamentar la iniciativa del Ejecutivo federal para crear la Secretaría de Cultura. Y sorprende porque además dicho artículo periodístico se desprende de forma igualmente textual, a su vez, de fragmentos que integraron el discurso pronunciado en enero de 2014 por el propio Tovar y de Teresa con motivo del 25 Aniversario del Conaculta, del que pronunció en la entrega del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria 2015, así como de su contribución a la obra colectiva “Los avances del México contemporáneo: 1955-2015”, publicada por la Cámara de Diputados en abril pasado. Podrá alguien preguntarse ¿y eso es malo? Es deletéreo, porque además de evidenciar la pobreza argumentativa en la iniciativa referida, lo cual es indignante, podría constituir un posible plagio intelectual a cargo de los órganos internos responsables de elaborar iniciativas por parte de la Presidencia de la República a un funcionario del más alto nivel del Estado o mínimamente una falta total de honestidad y respeto a los derechos morales de un autor, implica algo mucho más grave, subestima con descaro la memoria colectiva, y sobre todo, comprueba la ausencia total de un verdadero y auténtico proyecto cultural, consecuencia directa de la falta de un proyecto cabal de nación.

¿Dónde está pues la novedad que conllevaría crear una Secretaría de Cultura cuando sus mismos fines son los que desde 1988 fueron proyectados para el aborto jurídico que ha sido el Conaculta desde sus orígenes? ¿Dónde está la participación ciudadana y de los sectores involucrados en la integración de la iniciativa cuando ésta solo mal incorpora un collage pedestre de trozos de discursos oficiales del actual titular del Conaculta? Y algo aún más inadmisible: ¿qué trascendencia representará si los mismos logros que éste reconoció para dicha institución en su texto conmemorativo, son los mismos que la iniciativa transcribe, de modo también textual, pero ahora como objetivos futuros de la secretaría por crear, claro, omitiendo solo una línea, aquélla que dice: “Esta fue la tarea naciente del Conaculta” y agregando la palabra “será”? ¿Es justo para la sociedad mexicana que una iniciativa de tal magnitud y precisamente en una de las materias de mayor importancia para la Nación, como es la cultural, sea en realidad una mera iniciativa de reestructuración administrativa, carente de toda visión que pudiera suponer una verdadera y profunda innovación que impulsara la transformación cultural de México?

Mucho insiste la iniciativa en la idea de que hay que preservar la herencia cultural. Por lo pronto, lo único que queda claro de ella es que la institución propuesta heredará sin corregir los mismos defectos, limitaciones y duplicidades orgánicas que tuvo su antecesora gemela, pero también que nacerá incorporando muchos otros más y carente de toda credibilidad.

bettyzanolli@hotmail.com

@BettyZanolli

Hace un año, el seis de septiembre de 2014, fue publicado en el periódico Razón el artículo “Hacia el fortalecimiento de la capacidad creadora a través de la cultura” de la autoría de Rafael Tovar y de Teresa, titular del hoy todavía Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), cuyo inicio transcribo: “La historia de la República se refleja en la historia de sus instituciones de cultura. En cada época, ellas materializan el proyecto de la Nación, condensan su significado, le dan símbolos y valores, expresan el alma de la colectividad. El nacimiento del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el siete de diciembre de 1988, trajo consigo una redefinición profunda del papel del Estado en la vida cultural del país, reflejada en una nueva relación entre el Estado y los intelectuales y artistas, la conciencia de que el apoyo a la cultura es responsabilidad y a la vez derecho de todos, y nuevas vías de colaboración entre la Federación, los Estados y municipios que reconocen la pluralidad de voces de la nación”. Institución que habría así respondido, según lo afirmaba el propio funcionario: “al precepto constitucional que en 2009 incorporó el derecho universal de acceso a la cultura y el ejercicio de los derechos culturales como derechos humanos fundamentales”.

Lo que sorprende es que esas mismas palabras -transcritas textualmente junto con la mayor parte de sus párrafos- sean las que sirvieron como argumento para fundamentar la iniciativa del Ejecutivo federal para crear la Secretaría de Cultura. Y sorprende porque además dicho artículo periodístico se desprende de forma igualmente textual, a su vez, de fragmentos que integraron el discurso pronunciado en enero de 2014 por el propio Tovar y de Teresa con motivo del 25 Aniversario del Conaculta, del que pronunció en la entrega del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria 2015, así como de su contribución a la obra colectiva “Los avances del México contemporáneo: 1955-2015”, publicada por la Cámara de Diputados en abril pasado. Podrá alguien preguntarse ¿y eso es malo? Es deletéreo, porque además de evidenciar la pobreza argumentativa en la iniciativa referida, lo cual es indignante, podría constituir un posible plagio intelectual a cargo de los órganos internos responsables de elaborar iniciativas por parte de la Presidencia de la República a un funcionario del más alto nivel del Estado o mínimamente una falta total de honestidad y respeto a los derechos morales de un autor, implica algo mucho más grave, subestima con descaro la memoria colectiva, y sobre todo, comprueba la ausencia total de un verdadero y auténtico proyecto cultural, consecuencia directa de la falta de un proyecto cabal de nación.

¿Dónde está pues la novedad que conllevaría crear una Secretaría de Cultura cuando sus mismos fines son los que desde 1988 fueron proyectados para el aborto jurídico que ha sido el Conaculta desde sus orígenes? ¿Dónde está la participación ciudadana y de los sectores involucrados en la integración de la iniciativa cuando ésta solo mal incorpora un collage pedestre de trozos de discursos oficiales del actual titular del Conaculta? Y algo aún más inadmisible: ¿qué trascendencia representará si los mismos logros que éste reconoció para dicha institución en su texto conmemorativo, son los mismos que la iniciativa transcribe, de modo también textual, pero ahora como objetivos futuros de la secretaría por crear, claro, omitiendo solo una línea, aquélla que dice: “Esta fue la tarea naciente del Conaculta” y agregando la palabra “será”? ¿Es justo para la sociedad mexicana que una iniciativa de tal magnitud y precisamente en una de las materias de mayor importancia para la Nación, como es la cultural, sea en realidad una mera iniciativa de reestructuración administrativa, carente de toda visión que pudiera suponer una verdadera y profunda innovación que impulsara la transformación cultural de México?

Mucho insiste la iniciativa en la idea de que hay que preservar la herencia cultural. Por lo pronto, lo único que queda claro de ella es que la institución propuesta heredará sin corregir los mismos defectos, limitaciones y duplicidades orgánicas que tuvo su antecesora gemela, pero también que nacerá incorporando muchos otros más y carente de toda credibilidad.

bettyzanolli@hotmail.com

@BettyZanolli