/ viernes 2 de octubre de 2015

Septiembre de 1821: El Ejército Trigarante / Francisco Fonseca A.

El 27 de septiembre de 1821, 11 años y 11 días después de que Hidalgo diera el grito de Dolores, el Ejército Trigarante encabezado por los generales Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, realizó su entrada triunfal a los linderos de la Ciudad de México, pasando victorioso a través de la Garita de Belén. Se trataba del primer ejército más o menos organizado del México Independiente, con un número aproximado de 16 mil hombres. En estos días septembrinos recordamos los días patrios, y entre ellos, el del 27 de septiembre.

Pero las Fuerzas Armadas recorren con su presteza el calendario nacional. El próximo febrero se cumplirán 103 años de la Marcha de la Lealtad. Efectivamente, aquel ejército que entró triunfante a la Ciudad de México en 1821 es el mismo que escoltó el 13 de febrero de 1913, con un grupo de cadetes del Colegio Militar, al presidente Madero del Castillo de Chapultepec al Palacio Nacional en un camino luminoso de lealtad y patriotismo. Lamentablemente, a los nueve días de ello, es decir el 22 de febrero, Madero caía muerto bajo las balas de un traidor. Con ese episodio sangriento se daba fin a la Decena Trágica en la ciudad capital.

Hablar del Ejército Mexicano es hablar de una institución dedicada a preservar la paz y a custodiar la soberanía nacional. Las fuerzas armadas aseguran, y siempre ha sido así en todo tiempo y lugar, la tranquilidad y la paz sociales, el respeto al orden constitucional y la estabilidad política. Nuestro Ejército actual es la misma y digna fuerza armada creada en 1821 a raíz de la consumación de la Independencia Nacional; es la misma figura que acompañó a Juárez, a Madero y a Carranza en sus luchas contra las invasiones territoriales y contra las traiciones; es la misma institución que se esfuerza por salvar las vidas de sus semejantes en casos de desastre, o en luchar a brazo partido contra el flagelo del tráfico de drogas, o en llevar a cabo diversas labores sociales. No es un ejército de guerra y de violencia, sino un ejército de paz. No es una fuerza armada para atacar a sus connacionales, sino para volver por sus vidas y por los intereses supremos de la nación.

El estamento militar es coincidente con nuestra sociedad. En México, como en muchos otros países que han entrado a un proceso de modernización, los valores de los grupos dominantes del Ejército corren paralelos a los de nuestra clase media, nacionalista, progresista y civil, que lucha por ascender. En los actuales estados modernos los altos jefes militares defienden las necesidades de la seguridad militar dentro de la estructura gubernamental, formulando peticiones al alto nivel político sobre los recursos necesarios para la seguridad; también aconsejan y asesoran sobre implicaciones y contingencias militares; además reflejan en la esfera militar las decisiones políticas del Gobierno.

Nuestro Ejército, incluida la Fuerza Aérea, desarrolla, en colaboración con otras dependencias del Gobierno, diversos proyectos y programas de acción social como son: auxilio en ocasión de fenómenos naturales y accidentes, la campaña permanente contra el narcotráfico, la campaña de despistolización, labores de índole social, el combate al abigeato.

En febrero de 2013, precisamente, en la celebración centenaria de aquella Gesta de la Lealtad, el primer mandatario dijo que “los soldados de México están con nosotros, y con todo México. En tierra, mar o aire todos los días construyen un mejor país. Por su valor y solidaridad, se han ganado la admiración, el respeto y el afecto de los mexicanos”.

Por su parte, el secretario de la Defensa aseguró que en el Ejército “lo damos todo por México y el bienestar de su gente; porque para cada soldado mexicano, la Patria es Primero. Redoblaremos esfuerzos para que las futuras generaciones de militares, vean en nosotros, el ineludible compromiso nacionalista que día con día, desde hace cien años asumimos y cumplimos de hecho”. pacofonn@yahoo.com.mx

El 27 de septiembre de 1821, 11 años y 11 días después de que Hidalgo diera el grito de Dolores, el Ejército Trigarante encabezado por los generales Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, realizó su entrada triunfal a los linderos de la Ciudad de México, pasando victorioso a través de la Garita de Belén. Se trataba del primer ejército más o menos organizado del México Independiente, con un número aproximado de 16 mil hombres. En estos días septembrinos recordamos los días patrios, y entre ellos, el del 27 de septiembre.

Pero las Fuerzas Armadas recorren con su presteza el calendario nacional. El próximo febrero se cumplirán 103 años de la Marcha de la Lealtad. Efectivamente, aquel ejército que entró triunfante a la Ciudad de México en 1821 es el mismo que escoltó el 13 de febrero de 1913, con un grupo de cadetes del Colegio Militar, al presidente Madero del Castillo de Chapultepec al Palacio Nacional en un camino luminoso de lealtad y patriotismo. Lamentablemente, a los nueve días de ello, es decir el 22 de febrero, Madero caía muerto bajo las balas de un traidor. Con ese episodio sangriento se daba fin a la Decena Trágica en la ciudad capital.

Hablar del Ejército Mexicano es hablar de una institución dedicada a preservar la paz y a custodiar la soberanía nacional. Las fuerzas armadas aseguran, y siempre ha sido así en todo tiempo y lugar, la tranquilidad y la paz sociales, el respeto al orden constitucional y la estabilidad política. Nuestro Ejército actual es la misma y digna fuerza armada creada en 1821 a raíz de la consumación de la Independencia Nacional; es la misma figura que acompañó a Juárez, a Madero y a Carranza en sus luchas contra las invasiones territoriales y contra las traiciones; es la misma institución que se esfuerza por salvar las vidas de sus semejantes en casos de desastre, o en luchar a brazo partido contra el flagelo del tráfico de drogas, o en llevar a cabo diversas labores sociales. No es un ejército de guerra y de violencia, sino un ejército de paz. No es una fuerza armada para atacar a sus connacionales, sino para volver por sus vidas y por los intereses supremos de la nación.

El estamento militar es coincidente con nuestra sociedad. En México, como en muchos otros países que han entrado a un proceso de modernización, los valores de los grupos dominantes del Ejército corren paralelos a los de nuestra clase media, nacionalista, progresista y civil, que lucha por ascender. En los actuales estados modernos los altos jefes militares defienden las necesidades de la seguridad militar dentro de la estructura gubernamental, formulando peticiones al alto nivel político sobre los recursos necesarios para la seguridad; también aconsejan y asesoran sobre implicaciones y contingencias militares; además reflejan en la esfera militar las decisiones políticas del Gobierno.

Nuestro Ejército, incluida la Fuerza Aérea, desarrolla, en colaboración con otras dependencias del Gobierno, diversos proyectos y programas de acción social como son: auxilio en ocasión de fenómenos naturales y accidentes, la campaña permanente contra el narcotráfico, la campaña de despistolización, labores de índole social, el combate al abigeato.

En febrero de 2013, precisamente, en la celebración centenaria de aquella Gesta de la Lealtad, el primer mandatario dijo que “los soldados de México están con nosotros, y con todo México. En tierra, mar o aire todos los días construyen un mejor país. Por su valor y solidaridad, se han ganado la admiración, el respeto y el afecto de los mexicanos”.

Por su parte, el secretario de la Defensa aseguró que en el Ejército “lo damos todo por México y el bienestar de su gente; porque para cada soldado mexicano, la Patria es Primero. Redoblaremos esfuerzos para que las futuras generaciones de militares, vean en nosotros, el ineludible compromiso nacionalista que día con día, desde hace cien años asumimos y cumplimos de hecho”. pacofonn@yahoo.com.mx