/ lunes 4 de septiembre de 2017

Sin gafete | La cruz del rechazo popular

¿Qué habría sucedido si Enrique Peña Nieto comienza su “mensaje político” con una inmensa autocrítica que, necesariamente, lo llevase a hacer cambios?

Los cambios que la mayor parte, inmensa mayor parte de la sociedad mexicana, le exige.

¿Cómo imaginar un Informe Presidencial teniendo solamente el 22 por ciento de la aprobación de la sociedad?  No, definitivo, a partir de los lugares comunes. O no, por lo menos, si lo que se pretende es revertir esta realidad.

No fue lo que vivimos este sábado dos de septiembre de 2017, preámbulo de la sucesión presidencial.

Peña Nieto habló en un escenario monumental donde, quiero creer que por error, le montaron un inmenso “ataúd” a sus espaldas.  Leyó en el telepronter un mensaje que pocos, muy pocos en verdad, quisieron oír.  Insistió en un discurso que no tiene auditorio.

Hay, ha habido durante todo su gobierno, un aferramiento a negar la realidad.  O, si se prefiere, a no visualizar una realidad que millones de mexicanos viven todos los días.

Cuando la reacción inmediata a un mensaje presidencial es, como se llenaron las redes sociales, preguntar de qué país está hablando Peña Nieto, quiere decir que existe un desfase inmenso entre su discurso y lo que quiere escuchar la gente.

Esto es importante, aunque no quieran aceptarlo sus “asesores”.

La campaña de propaganda, con costos millonarios, enfocada a hacer hincapié en que “lo bueno cuenta” se pierde en un sinnúmero de realidades aterradoras, como el número de pobres, sin importar cuántas veces cambien el método de “medir la pobreza”.  Pobres que no pueden comer tres veces al día.

¿Qué pasaría si en Chiapas, donde existe un 77 por ciento de pobreza, hubiese un gobernador sin capacidades para atenuar las respuestas políticas a esto? Peña Nieto tiene mucho que agradecer a algunos gobernadores, como Manuel Velasco en Chiapas, que ha podido “atemperar” a realidad, evitando que se incendie el estado.

Otro tanto sucede en Campeche donde Alejandro Moreno ha sabido dar salida a la gran crisis del desempleo petrolero, donde ha conseguido obra pública y encontrado opciones para cientos de miles de damnificados por la reforma energética.

Pero el pueblo, esa entelequia llamada pueblo, se harta.

Si Peña Nieto hubiese hecho de su mensaje del pasado sábado la gran catarsis nacional, el manotazo sobre la realidad que millones le exigen, seguramente habría pasado de ser un mandatario rechazado a uno muy respetado. El cambio solamente puede darse a partir del reconocimiento de todo aquello que está mal.

Tener un auditorio a modo, con los mismo invitados favorecidos por la realidad de hace cinco años, para regodearse con una visión parcial de la realidad no puede sino provocar respuestas sociales, populares de mayor rechazo.  Supongo que antes, en otros sexenios, también las había, pero hoy por hoy las redes sociales las magnifican.

Como dijo un día Enrique Peña Nieto, textual, no se levanta cada mañana pensando como “joder a México”.  Lo que millones de mexicanos es que, cada mañana, se levantase pensando en ese universo de ciudadanos que no comparten su realidad, que no viven en el mismo país del que habla, que no cree ni siquiera en su buena voluntad.  Que viera que suman casi ochenta millones de personas que están ubicadas a todo lo largo del territorio nacional.

Y que oyese sus voces.

Que por un momento se llenase los oídos con todas las razones por las que solamente una quinta parte de los mexicanos está de acuerdo con él, con su realidad.

Una vez que los escuche, tendrá necesariamente que responderles.  Y eso significa, no más, respuestas a sus demandas de cambio.

En Tuiter: @isabelarvide  Blog: EstadoMayor.mx  Blog:

CambioQRR.com

¿Qué habría sucedido si Enrique Peña Nieto comienza su “mensaje político” con una inmensa autocrítica que, necesariamente, lo llevase a hacer cambios?

Los cambios que la mayor parte, inmensa mayor parte de la sociedad mexicana, le exige.

¿Cómo imaginar un Informe Presidencial teniendo solamente el 22 por ciento de la aprobación de la sociedad?  No, definitivo, a partir de los lugares comunes. O no, por lo menos, si lo que se pretende es revertir esta realidad.

No fue lo que vivimos este sábado dos de septiembre de 2017, preámbulo de la sucesión presidencial.

Peña Nieto habló en un escenario monumental donde, quiero creer que por error, le montaron un inmenso “ataúd” a sus espaldas.  Leyó en el telepronter un mensaje que pocos, muy pocos en verdad, quisieron oír.  Insistió en un discurso que no tiene auditorio.

Hay, ha habido durante todo su gobierno, un aferramiento a negar la realidad.  O, si se prefiere, a no visualizar una realidad que millones de mexicanos viven todos los días.

Cuando la reacción inmediata a un mensaje presidencial es, como se llenaron las redes sociales, preguntar de qué país está hablando Peña Nieto, quiere decir que existe un desfase inmenso entre su discurso y lo que quiere escuchar la gente.

Esto es importante, aunque no quieran aceptarlo sus “asesores”.

La campaña de propaganda, con costos millonarios, enfocada a hacer hincapié en que “lo bueno cuenta” se pierde en un sinnúmero de realidades aterradoras, como el número de pobres, sin importar cuántas veces cambien el método de “medir la pobreza”.  Pobres que no pueden comer tres veces al día.

¿Qué pasaría si en Chiapas, donde existe un 77 por ciento de pobreza, hubiese un gobernador sin capacidades para atenuar las respuestas políticas a esto? Peña Nieto tiene mucho que agradecer a algunos gobernadores, como Manuel Velasco en Chiapas, que ha podido “atemperar” a realidad, evitando que se incendie el estado.

Otro tanto sucede en Campeche donde Alejandro Moreno ha sabido dar salida a la gran crisis del desempleo petrolero, donde ha conseguido obra pública y encontrado opciones para cientos de miles de damnificados por la reforma energética.

Pero el pueblo, esa entelequia llamada pueblo, se harta.

Si Peña Nieto hubiese hecho de su mensaje del pasado sábado la gran catarsis nacional, el manotazo sobre la realidad que millones le exigen, seguramente habría pasado de ser un mandatario rechazado a uno muy respetado. El cambio solamente puede darse a partir del reconocimiento de todo aquello que está mal.

Tener un auditorio a modo, con los mismo invitados favorecidos por la realidad de hace cinco años, para regodearse con una visión parcial de la realidad no puede sino provocar respuestas sociales, populares de mayor rechazo.  Supongo que antes, en otros sexenios, también las había, pero hoy por hoy las redes sociales las magnifican.

Como dijo un día Enrique Peña Nieto, textual, no se levanta cada mañana pensando como “joder a México”.  Lo que millones de mexicanos es que, cada mañana, se levantase pensando en ese universo de ciudadanos que no comparten su realidad, que no viven en el mismo país del que habla, que no cree ni siquiera en su buena voluntad.  Que viera que suman casi ochenta millones de personas que están ubicadas a todo lo largo del territorio nacional.

Y que oyese sus voces.

Que por un momento se llenase los oídos con todas las razones por las que solamente una quinta parte de los mexicanos está de acuerdo con él, con su realidad.

Una vez que los escuche, tendrá necesariamente que responderles.  Y eso significa, no más, respuestas a sus demandas de cambio.

En Tuiter: @isabelarvide  Blog: EstadoMayor.mx  Blog:

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