/ martes 22 de noviembre de 2016

Tiene razón Alfonso Navarrete

  • Dr. Eduardo Andrade Sánchez

Cuando el terremoto del 85 la sociedad tomó la iniciativa ante el desconcierto del Gobierno que no estaba preparado para una sacudida de tal magnitud. El fenómeno parece repetirse ante el "huracán" que representa el triunfo de Trump. Gran parte de la opinión pública juzga la respuesta gubernamental timorata, complaciente, carente de estrategia y meramente reactiva. Ve al Gobierno pasmado, en tanto la sociedad empieza a rebasarlo al sentir que se le quiere engañar con llamados al optimismo. Lo peor es que se pretenda "atemperar" y "convencer" a un individuo cuyos consejos, irónicamente, deberíamos seguir; por ejemplo: no mostrarnos desesperados y responder a la dureza con dureza.

Es gravísimo en circunstancias como ésta dar la impresión de que estamos espantados. Hay que aplicar la máxima usada por otro mandatario estadunidense: "lo único que hay que temer, es al miedo mismo". Buscar calmar los ánimos desconcierta a la sociedad y alienta la agresividad del adversario. El señor Trump le ha declarado la guerra a México en el ámbito comercial y migratorio. Mentira que se haya moderado, la prueba es el ataque innecesario al incluir en su demagógico anuncio de que la fábrica Ford se quedará en Kentucky, la alusión a que ello implica no instalarse en México. Es una falsa ilusión creer que se ablandará con declaraciones conciliadoras y la invitación al diálogo. No se trata de renunciar a éste, pero debe dejársele claro que no iremos a la mesa bajo amenaza.

Una declaración de guerra solo puede enfrentarse de dos modos: rindiéndose o peleando. Si nos rendimos, el abuso no tendrá límites. No es cuestión de bravuconería irresponsable, sino de dar la pelea inteligentemente. No hay enemigo invulnerable, la estrategia consiste en hallar sus puntos débiles. No podemos dar la impresión de estar dispuestos a aceptar lo que sea con tal de disminuir los daños. Debemos dejar claro que no renunciaremos a un solo beneficio salvo si obtenemos una compensación similar y convertir aparentes debilidades en fortalezas. En ese aspecto la única declaración que parece no ser dictada por el miedo es la del secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete, en cuanto a que el regreso de mano de obra puede beneficiarnos. En realidad a ellos les conviene retenerla, de modo que podríamos partir de que solo aceptaríamos renegociar el tratado si se admite como parte del mismo la regulación de los flujos de trabajadores. De no ser así, plantear que estamos dispuestos a denunciar el TLC, a fin de cuentas los perjuicios serán recíprocos. Pronto veríamos a los intereses de allá presionando a Trump. Eso sí podría atemperarlo.

Por su lado la sociedad está reaccionando. Abundan los mensajes en redes sociales que proponen dejar de comprar productos estadunidenses y lo llamativo es que circulan incluso entre la clase media alta.

La cúspide neoliberal se asusta ante el regreso del modelo de sustitución de importaciones, que es justo lo que Trump quiere hacer en su país. Hace tiempo que lo vienen haciendo con la marihuana. Sustituyen importación ilícita por producción local legal. La política sustitutiva nos funcionó en el pasado, durante el desarrollo estabilizador y aún así se le descalifica. Revivir un modelo anterior cuando ya no funciona el actual no es necesariamente malo. Fue lo que hizo Rusia al abandonar el comunismo. La gente apoya un mercado interno autoabastecido, no está de más oírla. La vieja sabiduría política aconseja que cuando el pueblo dice que es de noche al mediodía, hay que encender las farolas.

eduardoandrade1948@gmail.com

  • Dr. Eduardo Andrade Sánchez

Cuando el terremoto del 85 la sociedad tomó la iniciativa ante el desconcierto del Gobierno que no estaba preparado para una sacudida de tal magnitud. El fenómeno parece repetirse ante el "huracán" que representa el triunfo de Trump. Gran parte de la opinión pública juzga la respuesta gubernamental timorata, complaciente, carente de estrategia y meramente reactiva. Ve al Gobierno pasmado, en tanto la sociedad empieza a rebasarlo al sentir que se le quiere engañar con llamados al optimismo. Lo peor es que se pretenda "atemperar" y "convencer" a un individuo cuyos consejos, irónicamente, deberíamos seguir; por ejemplo: no mostrarnos desesperados y responder a la dureza con dureza.

Es gravísimo en circunstancias como ésta dar la impresión de que estamos espantados. Hay que aplicar la máxima usada por otro mandatario estadunidense: "lo único que hay que temer, es al miedo mismo". Buscar calmar los ánimos desconcierta a la sociedad y alienta la agresividad del adversario. El señor Trump le ha declarado la guerra a México en el ámbito comercial y migratorio. Mentira que se haya moderado, la prueba es el ataque innecesario al incluir en su demagógico anuncio de que la fábrica Ford se quedará en Kentucky, la alusión a que ello implica no instalarse en México. Es una falsa ilusión creer que se ablandará con declaraciones conciliadoras y la invitación al diálogo. No se trata de renunciar a éste, pero debe dejársele claro que no iremos a la mesa bajo amenaza.

Una declaración de guerra solo puede enfrentarse de dos modos: rindiéndose o peleando. Si nos rendimos, el abuso no tendrá límites. No es cuestión de bravuconería irresponsable, sino de dar la pelea inteligentemente. No hay enemigo invulnerable, la estrategia consiste en hallar sus puntos débiles. No podemos dar la impresión de estar dispuestos a aceptar lo que sea con tal de disminuir los daños. Debemos dejar claro que no renunciaremos a un solo beneficio salvo si obtenemos una compensación similar y convertir aparentes debilidades en fortalezas. En ese aspecto la única declaración que parece no ser dictada por el miedo es la del secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete, en cuanto a que el regreso de mano de obra puede beneficiarnos. En realidad a ellos les conviene retenerla, de modo que podríamos partir de que solo aceptaríamos renegociar el tratado si se admite como parte del mismo la regulación de los flujos de trabajadores. De no ser así, plantear que estamos dispuestos a denunciar el TLC, a fin de cuentas los perjuicios serán recíprocos. Pronto veríamos a los intereses de allá presionando a Trump. Eso sí podría atemperarlo.

Por su lado la sociedad está reaccionando. Abundan los mensajes en redes sociales que proponen dejar de comprar productos estadunidenses y lo llamativo es que circulan incluso entre la clase media alta.

La cúspide neoliberal se asusta ante el regreso del modelo de sustitución de importaciones, que es justo lo que Trump quiere hacer en su país. Hace tiempo que lo vienen haciendo con la marihuana. Sustituyen importación ilícita por producción local legal. La política sustitutiva nos funcionó en el pasado, durante el desarrollo estabilizador y aún así se le descalifica. Revivir un modelo anterior cuando ya no funciona el actual no es necesariamente malo. Fue lo que hizo Rusia al abandonar el comunismo. La gente apoya un mercado interno autoabastecido, no está de más oírla. La vieja sabiduría política aconseja que cuando el pueblo dice que es de noche al mediodía, hay que encender las farolas.

eduardoandrade1948@gmail.com