/ miércoles 28 de junio de 2017

Trabajar para comer

El salario mínimo debe ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social, cultural y para proveer la educación obligatoria de los hijos”, o bueno, al menos eso dice nuestra constitución ya que en la realidad, eso está muy lejos de suceder en México, porque algunos (cada vez menos) no entienden que solo aumentando los salarios, empezando por el mínimo, lograremos intentar acabar con la pobreza en el país.

Pretextos técnicos y académicos sobran para que estos enemigos reales del progreso de los más necesitados sigan haciendo cada vez más grande el abismo entre ricos y pobres, haciendo que la convivencia entre la opulencia y la miseria esté jalando tanto la cuerda, que en cualquier momento pueda reventarse.

El asunto es muy claro, mientras algunos funcionarios de gobierno y académicos gastan litros de tinta y de saliva en justificar que no se puede subir el salario mínimo, llegan a sus casas en las noches y ni a ellos ni a su familia les falta que comer. Así es fácil sostener una postura, con el estómago lleno y cerrando los ojos como si no existieran millones de hogares que a diferencia de ellos, tienen tres trabajos o dejan de estudiar para que los menores puedan tener lo más elemental: comer.

Son dos graves problemas los que sufren al menos siete millones de familias mexicanas que ganan el salario mínimo, por una parte no pueden ganar más y por otra los costos de servicios como la luz, el gas o la gasolina y los alimentos, son cada vez más caros. 

En los últimos años el país acumuló dos millones cien mil nuevos pobres y la gran mayoría de éstos están entre quienes ganan el salario mínimo.

Por ello, hace tres años Miguel Ángel Mancera inició una lucha nacional por el aumento del salario mínimo que en aquel momento parecía un tema de locos. 

Hasta el momento se logró primero que no se use como medida para multas, créditos u otra cosa y así, buscar que se discutiera un aumento sin el pretexto de que se afectaban otras cosas y apenas en diciembre pasado se logró que por primera vez en décadas el aumento fuera mayor a la inflación. Pero con el aumento de la gasolina a principio de año, lo que incrementó el salario prácticamente quedó sin efectos.

La verdad es difícil entender a quienes se oponen al aumento al salario mínimo cuando en realidad si aumentara 14 pesos como estamos pidiendo, se iría directo a comprar más comida. Nadie se va a hacer más rico con 14 pesos diarios pero sí puede comprar un poco más para que coman sus hijos.

También es difícil entender que los privilegiados que se oponen, no tengan claro que aquellos que reciben el salario mínimo son mexicanos trabajadores y honestos que le enseñan a sus hijos con el ejemplo, que sí es posible trabajar honestamente y alejarlos con esto de las tentaciones, sobre todo de aquellas de la delincuencia.

En resumen, como economista, no dejo de preguntarme todo el tiempo; de qué sirve medir de mejor manera cuántos nuevos pobres tenemos o cuáles son las razones de su pobreza, si sabiendo la respuesta, no hacemos lo necesario para ayudarlos a salir de ella o al menos, para que aquellos que trabajen y sus familias, puedan mínimamente comer.

Llevamos tres años en la lucha y no descansaremos hasta que quien trabaje, pueda en este país vivir con dignidad.

El salario mínimo debe ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social, cultural y para proveer la educación obligatoria de los hijos”, o bueno, al menos eso dice nuestra constitución ya que en la realidad, eso está muy lejos de suceder en México, porque algunos (cada vez menos) no entienden que solo aumentando los salarios, empezando por el mínimo, lograremos intentar acabar con la pobreza en el país.

Pretextos técnicos y académicos sobran para que estos enemigos reales del progreso de los más necesitados sigan haciendo cada vez más grande el abismo entre ricos y pobres, haciendo que la convivencia entre la opulencia y la miseria esté jalando tanto la cuerda, que en cualquier momento pueda reventarse.

El asunto es muy claro, mientras algunos funcionarios de gobierno y académicos gastan litros de tinta y de saliva en justificar que no se puede subir el salario mínimo, llegan a sus casas en las noches y ni a ellos ni a su familia les falta que comer. Así es fácil sostener una postura, con el estómago lleno y cerrando los ojos como si no existieran millones de hogares que a diferencia de ellos, tienen tres trabajos o dejan de estudiar para que los menores puedan tener lo más elemental: comer.

Son dos graves problemas los que sufren al menos siete millones de familias mexicanas que ganan el salario mínimo, por una parte no pueden ganar más y por otra los costos de servicios como la luz, el gas o la gasolina y los alimentos, son cada vez más caros. 

En los últimos años el país acumuló dos millones cien mil nuevos pobres y la gran mayoría de éstos están entre quienes ganan el salario mínimo.

Por ello, hace tres años Miguel Ángel Mancera inició una lucha nacional por el aumento del salario mínimo que en aquel momento parecía un tema de locos. 

Hasta el momento se logró primero que no se use como medida para multas, créditos u otra cosa y así, buscar que se discutiera un aumento sin el pretexto de que se afectaban otras cosas y apenas en diciembre pasado se logró que por primera vez en décadas el aumento fuera mayor a la inflación. Pero con el aumento de la gasolina a principio de año, lo que incrementó el salario prácticamente quedó sin efectos.

La verdad es difícil entender a quienes se oponen al aumento al salario mínimo cuando en realidad si aumentara 14 pesos como estamos pidiendo, se iría directo a comprar más comida. Nadie se va a hacer más rico con 14 pesos diarios pero sí puede comprar un poco más para que coman sus hijos.

También es difícil entender que los privilegiados que se oponen, no tengan claro que aquellos que reciben el salario mínimo son mexicanos trabajadores y honestos que le enseñan a sus hijos con el ejemplo, que sí es posible trabajar honestamente y alejarlos con esto de las tentaciones, sobre todo de aquellas de la delincuencia.

En resumen, como economista, no dejo de preguntarme todo el tiempo; de qué sirve medir de mejor manera cuántos nuevos pobres tenemos o cuáles son las razones de su pobreza, si sabiendo la respuesta, no hacemos lo necesario para ayudarlos a salir de ella o al menos, para que aquellos que trabajen y sus familias, puedan mínimamente comer.

Llevamos tres años en la lucha y no descansaremos hasta que quien trabaje, pueda en este país vivir con dignidad.