/ martes 5 de septiembre de 2017

Turismo

En el campo, hay un refrán que dice: con tierra, agua y dinero, cualquier güey es ganadero. Así parece, así de sencillo se ve.

Lo mismo en el turismo. A nadie escapa la gran capacidad que tiene nuestro país.

Abel Quezada, aquel célebre caricaturista de finales del siglo pasado, en una de sus hebdomadarias colaboraciones, en un periódico de circulación nacional, figuraba (si la memoria no me falla): Dios estaba haciendo el mundo. Decía. A este país le vamos a poner petróleo, agua, playas, zonas fértiles… Y, así continuaba. En eso, San Pedro (sic), quien lo miraba con gran interés, con mucho comedimiento le preguntó: Señor ¿no cree usted que le está poniendo demasiado, que es injusto en relación a otros?

Dios, con esa paciencia que lo caracteriza, le dijo. No te preocupes. Vas a ver a quiénes le vamos a poner. ¡Y, le puso a los mexicanos!

Como esta, se cuentan muchos sarcasmos y chistes de mala y muy mala factura.

En la actividad aludida, no es la excepción. Durante décadas publicitamos y tratamos de vender a México, turísticamente hablando, y nada. Hasta que llegó esta Administración y en concreto, Enrique de la Madrid.

Los países que secularmente se llevaban los viajeros mundiales eran: Francia, Estados Unidos, España, Italia, etcéteras. Nadie podía encontrar la llave que permitiera abrir las fronteras al mundo turístico. Para ser sinceros, por trabajo no paraban los encargados del ramo.

Y, qué pasó. De pronto, algunos dicen que de la nada, México empezó a moverse entre aquellos sitios a quienes los turistas empezaban a poner en su lista de prioridades. Qué atoraba. Bueno, muchas cosas.

Lo cierto es que hoy nuestra nación, se convirtió en el octavo país, de acuerdo a la Organización Internacional del Turismo, en recibir más turistas en el planeta: 35 millones de seres humanos al año de todas las latitudes y 226 millones de viajes nacionales, registrados. Se oye sencillo, ¿verdad? Cierto. Lo real es que tanto priistas del siglo pasado, como panistas de inicio de este (guías del país), intentaron de todo, con pocos resultados.

El sector, a la fecha, genera más de 10 millones de empleos, lo cual habla de la gran importancia que tiene la llamada industria sin chimeneas. Además, al primer semestre de 2017, produjo más de 11 mil millones de dólares.

En suma, su actividad representa el 8.7 del producto interno bruto (PIB). Amén de ello, su crecimiento, en los últimos nueve trimestres fue de más del 3%, más alto que el resto de la economía nacional.

Esto hasta hace algunos años parecía impensable. Hoy, tales ingresos, pueden ponerse a la altura de las remesas de nuestros connacionales en el extranjero y de la inversión extranjera directa (IED).

Varios son los motivos de este impensado crecimiento.

Uno, la dependencia que dirige De la Madrid Cordero es, quizá, una de las más exitosas en su publicitación en redes sociales. Casi no hay día que no se vea algo de la secretaría.

Dos, la promoción, también, por otras vías, nacional e internacionalmente.

Tres, la búsqueda de financiamientos de la pequeña y mediana empresa turística.

Por supuesto que hay factores que le ayudan a esta actividad, como la moderna red de carreteras y vías de comunicación del actual régimen.

Pero, también, hay otro que lo limita: la inseguridad.

Con todo ello, es indudable que los bolsillos de nosotros han tendido, de alguna manera, la intervención del turismo en la economía nacional.

Que así continúe.

jaimealcantara2005@hotmail.com

En el campo, hay un refrán que dice: con tierra, agua y dinero, cualquier güey es ganadero. Así parece, así de sencillo se ve.

Lo mismo en el turismo. A nadie escapa la gran capacidad que tiene nuestro país.

Abel Quezada, aquel célebre caricaturista de finales del siglo pasado, en una de sus hebdomadarias colaboraciones, en un periódico de circulación nacional, figuraba (si la memoria no me falla): Dios estaba haciendo el mundo. Decía. A este país le vamos a poner petróleo, agua, playas, zonas fértiles… Y, así continuaba. En eso, San Pedro (sic), quien lo miraba con gran interés, con mucho comedimiento le preguntó: Señor ¿no cree usted que le está poniendo demasiado, que es injusto en relación a otros?

Dios, con esa paciencia que lo caracteriza, le dijo. No te preocupes. Vas a ver a quiénes le vamos a poner. ¡Y, le puso a los mexicanos!

Como esta, se cuentan muchos sarcasmos y chistes de mala y muy mala factura.

En la actividad aludida, no es la excepción. Durante décadas publicitamos y tratamos de vender a México, turísticamente hablando, y nada. Hasta que llegó esta Administración y en concreto, Enrique de la Madrid.

Los países que secularmente se llevaban los viajeros mundiales eran: Francia, Estados Unidos, España, Italia, etcéteras. Nadie podía encontrar la llave que permitiera abrir las fronteras al mundo turístico. Para ser sinceros, por trabajo no paraban los encargados del ramo.

Y, qué pasó. De pronto, algunos dicen que de la nada, México empezó a moverse entre aquellos sitios a quienes los turistas empezaban a poner en su lista de prioridades. Qué atoraba. Bueno, muchas cosas.

Lo cierto es que hoy nuestra nación, se convirtió en el octavo país, de acuerdo a la Organización Internacional del Turismo, en recibir más turistas en el planeta: 35 millones de seres humanos al año de todas las latitudes y 226 millones de viajes nacionales, registrados. Se oye sencillo, ¿verdad? Cierto. Lo real es que tanto priistas del siglo pasado, como panistas de inicio de este (guías del país), intentaron de todo, con pocos resultados.

El sector, a la fecha, genera más de 10 millones de empleos, lo cual habla de la gran importancia que tiene la llamada industria sin chimeneas. Además, al primer semestre de 2017, produjo más de 11 mil millones de dólares.

En suma, su actividad representa el 8.7 del producto interno bruto (PIB). Amén de ello, su crecimiento, en los últimos nueve trimestres fue de más del 3%, más alto que el resto de la economía nacional.

Esto hasta hace algunos años parecía impensable. Hoy, tales ingresos, pueden ponerse a la altura de las remesas de nuestros connacionales en el extranjero y de la inversión extranjera directa (IED).

Varios son los motivos de este impensado crecimiento.

Uno, la dependencia que dirige De la Madrid Cordero es, quizá, una de las más exitosas en su publicitación en redes sociales. Casi no hay día que no se vea algo de la secretaría.

Dos, la promoción, también, por otras vías, nacional e internacionalmente.

Tres, la búsqueda de financiamientos de la pequeña y mediana empresa turística.

Por supuesto que hay factores que le ayudan a esta actividad, como la moderna red de carreteras y vías de comunicación del actual régimen.

Pero, también, hay otro que lo limita: la inseguridad.

Con todo ello, es indudable que los bolsillos de nosotros han tendido, de alguna manera, la intervención del turismo en la economía nacional.

Que así continúe.

jaimealcantara2005@hotmail.com

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