/ viernes 9 de octubre de 2015

UNAM: cambio de rector / Mireille Roccatti

(Parte I)

«fortiter et suaviter»**

Están por concluir ocho años de una espléndida gestión del doctor José Narro Robles, quien condujo los destinos de la Universidad en un ambiente de paz, con ánimo plural e incluyente, recuperando espacios que de suyo le pertenecen en el acontecer nacional, fortaleciendo su misión educativa, incrementando su liderazgo en la investigación y dinamizando sus tareas de difusión cultural, pero sobre todo, lejos de servir en el cargo como administrador, trasformó el puesto de rector en un símbolo nacional de jefatura intelectual.

El proceso sucesorio está en marcha acorde con la legislación universitaria. La Junta de Gobierno emitió la convocatoria correspondiente y destacados miembros de la comunidad se inscribieron en el proceso y una vez cerrado el plazo de registro, éste le fue otorgado a 16 universitarios de excelencia, mismo que entregaron un programa de trabajo, que puede libremente consultarse por los miembros de la universidad y por todos los interesados en la sucesión.

La Junta de Gobierno, escuchará a los integrantes de la comunidad universitaria: alumnos, maestros, investigadores y trabajadores de base, y administrativos para realizar una selección de entre los candidatos, y posteriormente comunicará los finalistas de los cuales habrán de seleccionar al nuevo conductor de los destinos de la Universidad.

Es cierto y no puede negarse que existen voces que condenan el método de elección del rector y lo tachan de “medieval”, solo que es legalmente el que está vigente y a él habrá que sujetarse. Lo que si pudiera ponderarse –porque no está prohibido– es la posibilidad de que los finalistas pudieran acudir a un debate o presentación pública de sus propuestas y proyecto para el futuro de nuestra “alma mater”, mismo que para mayor difusión pudieran difundir TV y Radio UNAM. Su realización sería en los hechos un acto democratizador y legitimaria a cualquiera que resultara electo por la Junta de Gobierno.

La coyuntura histórica en que está inmerso México y desde luego la Universidad, nos obliga a revisar y reflexionar temas torales del quehacer universitario. Es un hecho incontrovertible que la educación en la UNAM, dejó de funcionar como mecanismo de ascenso social que permitía a los egresados obtener al terminar sus estudios, un ingreso bien remunerado que le otorgaba un mejor nivel de vida y poder formar un patrimonio, por no hablar de quienes se incorporaban en el sector público y terminaban en puestos relevantes de conducción y decisión del destino del país.

México ya cambió, y la Universidad debe de adaptarse a esos cambios, y modificar su actuación en diversos aspectos. Los temas son muchos, pero destacan entre otros, el relativo a la estructura y sustancia de la investigación, que como todos sabemos en México, la UNAM es la institución líder en la investigación. Es necesario definir con mayor claridad qué se investiga, no puede quedar en los intereses cognoscitivos del investigador. Se requiere clarificar cuanto y en que tópicos podemos hacer investigación pura, pero sobre todo, vincular el proceso de investigación con las necesidades del sector productivo nacional. Y además, que no es un tema menor, que nuestros investigadores no se desvinculen de la docencia.

En cuanto a los docentes, estos deben tener una remuneración adecuada, acorde a los niveles de ingreso de los académicos de la mayoría de las universidades del mundo, lo cual permitiría que su trabajo docente sea su labor única o primordial y especialmente que su trabajo sea valorado socialmente. Es también necesario replantear la estructura organizacional, para finiquitar la división entre las facultades, sus divisiones de posgrado y sus institutos de investigación. No pueden seguir funcionando como ínsulas independientes y desvinculadas entre sí.

Y en relación con la función básica de nuestra casa de estudios: la formación. Es urgente revisar,  modificar y adicionar los planes y programas de estudio, para que al finalizar los educandos cuenten con un bagaje más moderno, que incluya otras habilidades, como un segundo idioma, un manejo eficiente de la comunicación cibernética y saber escribir, entre otras, lo que les permitiría ser más competitivos e insertarse en el mercado laboral moderno. Y desde luego capacitación y actualización también de los docentes para que funcione adecuadamente el binomio indisoluble de maestro y educando. **«Con energía y con suavidad».

(Parte I)

«fortiter et suaviter»**

Están por concluir ocho años de una espléndida gestión del doctor José Narro Robles, quien condujo los destinos de la Universidad en un ambiente de paz, con ánimo plural e incluyente, recuperando espacios que de suyo le pertenecen en el acontecer nacional, fortaleciendo su misión educativa, incrementando su liderazgo en la investigación y dinamizando sus tareas de difusión cultural, pero sobre todo, lejos de servir en el cargo como administrador, trasformó el puesto de rector en un símbolo nacional de jefatura intelectual.

El proceso sucesorio está en marcha acorde con la legislación universitaria. La Junta de Gobierno emitió la convocatoria correspondiente y destacados miembros de la comunidad se inscribieron en el proceso y una vez cerrado el plazo de registro, éste le fue otorgado a 16 universitarios de excelencia, mismo que entregaron un programa de trabajo, que puede libremente consultarse por los miembros de la universidad y por todos los interesados en la sucesión.

La Junta de Gobierno, escuchará a los integrantes de la comunidad universitaria: alumnos, maestros, investigadores y trabajadores de base, y administrativos para realizar una selección de entre los candidatos, y posteriormente comunicará los finalistas de los cuales habrán de seleccionar al nuevo conductor de los destinos de la Universidad.

Es cierto y no puede negarse que existen voces que condenan el método de elección del rector y lo tachan de “medieval”, solo que es legalmente el que está vigente y a él habrá que sujetarse. Lo que si pudiera ponderarse –porque no está prohibido– es la posibilidad de que los finalistas pudieran acudir a un debate o presentación pública de sus propuestas y proyecto para el futuro de nuestra “alma mater”, mismo que para mayor difusión pudieran difundir TV y Radio UNAM. Su realización sería en los hechos un acto democratizador y legitimaria a cualquiera que resultara electo por la Junta de Gobierno.

La coyuntura histórica en que está inmerso México y desde luego la Universidad, nos obliga a revisar y reflexionar temas torales del quehacer universitario. Es un hecho incontrovertible que la educación en la UNAM, dejó de funcionar como mecanismo de ascenso social que permitía a los egresados obtener al terminar sus estudios, un ingreso bien remunerado que le otorgaba un mejor nivel de vida y poder formar un patrimonio, por no hablar de quienes se incorporaban en el sector público y terminaban en puestos relevantes de conducción y decisión del destino del país.

México ya cambió, y la Universidad debe de adaptarse a esos cambios, y modificar su actuación en diversos aspectos. Los temas son muchos, pero destacan entre otros, el relativo a la estructura y sustancia de la investigación, que como todos sabemos en México, la UNAM es la institución líder en la investigación. Es necesario definir con mayor claridad qué se investiga, no puede quedar en los intereses cognoscitivos del investigador. Se requiere clarificar cuanto y en que tópicos podemos hacer investigación pura, pero sobre todo, vincular el proceso de investigación con las necesidades del sector productivo nacional. Y además, que no es un tema menor, que nuestros investigadores no se desvinculen de la docencia.

En cuanto a los docentes, estos deben tener una remuneración adecuada, acorde a los niveles de ingreso de los académicos de la mayoría de las universidades del mundo, lo cual permitiría que su trabajo docente sea su labor única o primordial y especialmente que su trabajo sea valorado socialmente. Es también necesario replantear la estructura organizacional, para finiquitar la división entre las facultades, sus divisiones de posgrado y sus institutos de investigación. No pueden seguir funcionando como ínsulas independientes y desvinculadas entre sí.

Y en relación con la función básica de nuestra casa de estudios: la formación. Es urgente revisar,  modificar y adicionar los planes y programas de estudio, para que al finalizar los educandos cuenten con un bagaje más moderno, que incluya otras habilidades, como un segundo idioma, un manejo eficiente de la comunicación cibernética y saber escribir, entre otras, lo que les permitiría ser más competitivos e insertarse en el mercado laboral moderno. Y desde luego capacitación y actualización también de los docentes para que funcione adecuadamente el binomio indisoluble de maestro y educando. **«Con energía y con suavidad».