/ miércoles 6 de enero de 2016

Un Planeta Tierra, hostil / Cuchillito de Palo / Catalina Noriega

Así lo hemos vuelto. Donde había selvas, ahora eriales; donde había ríos caudalosos, ahora arroyos. Donde la temperatura era siempre agradable y sin grandes alteraciones, ahora extremos. El cambio climático nos atenaza y, a pesar de las promesas, se ve poca voluntad de quienes tienen la sartén por el mango.

Está en las manos de los gobiernos del mundo, aunque cada persona pueda colaborar. Lo que es imposible para la gente común y corriente es el poner un alto a las emisiones de las grandes fábricas, al fracking o a la constante destrucción de áreas verdes, a causa de intereses económicos.

La periodista y activista canadiense, Naomi Klein (La Jornada), lo deja muy claro: “El libre comercio es la pesadilla que acelera el cambio climático”. Así ha sido y, por lo que se observa, así será.

Un Capitalismo Salvaje capaz de crear enormes desigualdades. De empobrecer a millones de personas, alrededor del orbe, mientras concentra la riqueza en unas cuantas manos. Y, esos millones de marginados, depredan para sobrevivir. Lo mismo tala árboles, que contaminan ojos de agua, aunque su objetivo solo sea el de la sobrevivencia. Para resolver el problema bastaría con crear fuentes de trabajo con salarios, que les permitieran una vida digna.

El afán económico de las grandes trasnacionales, rompe la capa de ozono, llena los cielos de sustancias agresivas, vuelve el aire irrespirable. Manejan al mundo, como si se tratara de una propiedad personal: dictan leyes, comercian siempre en condiciones ventajosas, arman acuerdos internacionales, que les facilitan cualquier tipo de explotación –incluida la del ser humano-, sin límite alguno.

Son los grandes beneficiarios de las políticas gubernamentales: se les reducen los impuestos, se construyen las ciudades en función de sus intereses, se impone la desregulación para facilitarles cualquier actividad y se les consigue la mano de obra barata.

Un buen número de países se convierten en tierra de maquiladoras, desde las que se fabrican productos masivos, o delicadezas infinitas para quienes tienen acceso a las grandes marcas de ropa, calzado, etcétera.

El papa Francisco, en su Encíclica Laudato Si, logró revolucionar la pereza mental de los grandes jerarcas e incitarlos a tomar en serio los destrozos ambientales, que empiezan a golpearnos de forma brutal.

Contra la naturaleza es imposible luchar y menos cuando está “enojada”. Los tamaños de los ciclones se vuelven impredecibles y destructivos al máximo. El calentamiento global propicia sequías de grandes territorios. La batalla por el agua se acentúa en regiones enteras.

Técnicas, como la del fracking (Fractura hidráulica para extraer petróleo), además del uso indiscriminado de millones de litros de agua, rompe la roca y provoca temblores de diversos grados. Por más esfuerzos que han hecho los residentes de algunos estados de la Unión Americana, no consiguen prohibir su utilización.

Cuando se aprobó la Reforma Energética en México, algunos organismos civiles trataron a toda costa, de evitar que se incluyera. La mayoría legislativa dejó pasar una autorización que jamás debieron dar. En Nuevo León está en práctica y las quejas de los vecinos se acallan, a favor de una explotación del oro negro, dañina, agresiva contra la naturaleza.

Durante la Cumbre de París, los líderes mundiales se comprometieron a poner un hasta aquí. De no cumplirlo, las catástrofes se multiplicarán y el destino de la humanidad será más incierto.

catalinanq@hotmail.com    Tuiter: @catalinanq

Así lo hemos vuelto. Donde había selvas, ahora eriales; donde había ríos caudalosos, ahora arroyos. Donde la temperatura era siempre agradable y sin grandes alteraciones, ahora extremos. El cambio climático nos atenaza y, a pesar de las promesas, se ve poca voluntad de quienes tienen la sartén por el mango.

Está en las manos de los gobiernos del mundo, aunque cada persona pueda colaborar. Lo que es imposible para la gente común y corriente es el poner un alto a las emisiones de las grandes fábricas, al fracking o a la constante destrucción de áreas verdes, a causa de intereses económicos.

La periodista y activista canadiense, Naomi Klein (La Jornada), lo deja muy claro: “El libre comercio es la pesadilla que acelera el cambio climático”. Así ha sido y, por lo que se observa, así será.

Un Capitalismo Salvaje capaz de crear enormes desigualdades. De empobrecer a millones de personas, alrededor del orbe, mientras concentra la riqueza en unas cuantas manos. Y, esos millones de marginados, depredan para sobrevivir. Lo mismo tala árboles, que contaminan ojos de agua, aunque su objetivo solo sea el de la sobrevivencia. Para resolver el problema bastaría con crear fuentes de trabajo con salarios, que les permitieran una vida digna.

El afán económico de las grandes trasnacionales, rompe la capa de ozono, llena los cielos de sustancias agresivas, vuelve el aire irrespirable. Manejan al mundo, como si se tratara de una propiedad personal: dictan leyes, comercian siempre en condiciones ventajosas, arman acuerdos internacionales, que les facilitan cualquier tipo de explotación –incluida la del ser humano-, sin límite alguno.

Son los grandes beneficiarios de las políticas gubernamentales: se les reducen los impuestos, se construyen las ciudades en función de sus intereses, se impone la desregulación para facilitarles cualquier actividad y se les consigue la mano de obra barata.

Un buen número de países se convierten en tierra de maquiladoras, desde las que se fabrican productos masivos, o delicadezas infinitas para quienes tienen acceso a las grandes marcas de ropa, calzado, etcétera.

El papa Francisco, en su Encíclica Laudato Si, logró revolucionar la pereza mental de los grandes jerarcas e incitarlos a tomar en serio los destrozos ambientales, que empiezan a golpearnos de forma brutal.

Contra la naturaleza es imposible luchar y menos cuando está “enojada”. Los tamaños de los ciclones se vuelven impredecibles y destructivos al máximo. El calentamiento global propicia sequías de grandes territorios. La batalla por el agua se acentúa en regiones enteras.

Técnicas, como la del fracking (Fractura hidráulica para extraer petróleo), además del uso indiscriminado de millones de litros de agua, rompe la roca y provoca temblores de diversos grados. Por más esfuerzos que han hecho los residentes de algunos estados de la Unión Americana, no consiguen prohibir su utilización.

Cuando se aprobó la Reforma Energética en México, algunos organismos civiles trataron a toda costa, de evitar que se incluyera. La mayoría legislativa dejó pasar una autorización que jamás debieron dar. En Nuevo León está en práctica y las quejas de los vecinos se acallan, a favor de una explotación del oro negro, dañina, agresiva contra la naturaleza.

Durante la Cumbre de París, los líderes mundiales se comprometieron a poner un hasta aquí. De no cumplirlo, las catástrofes se multiplicarán y el destino de la humanidad será más incierto.

catalinanq@hotmail.com    Tuiter: @catalinanq