/ jueves 2 de septiembre de 2021

A la mitad del río

Se va a la plaza del nunca por la calle del ya voy.

Miguel de Cervantes Saavedra


A tres años de la conclusión de la administración de López Obrador, es posible afirmar que hasta ahora el balance es deficitario, por llamarlo de alguna manera, si nos guiamos por el análisis de los principales vectores de un gobierno que arribó con un discurso “renovador” y “antineoliberal” y, además, respaldado por alrededor de 30 millones de sufragios.

Desde el día uno, el inquilino de Palacio Nacional ha basado su agenda política en la confrontación y los desplantes para justificar la nobleza de sus intenciones sin ofrecer un debate serio, amplio y profundo. Por supuesto, tiene derecho a emitir sus puntos de vista, eso no debería estar a discusión, el quid del problema es que evade la discusión pública y equitativa. Se refugia en sus homilías matutinas, desde donde descalifica y calumnia a quienes cuestionan a su gobierno y su proyecto. Es más, su vena excluyente la ha ratificado por no sentarse con los representantes de los otros poderes ni con interlocutores opuestos a sus ideas. En tres años, no se reunió con el conjunto de los legisladores del Congreso de la Unión y con el poder judicial lo ha hecho selectivamente.

El presidente ratificó permanentemente que no tiene una visión republicana, no obstante su morfología ideológica y política. Su visión es más cercana al añejo presidencialismo autoritario, como lo muestran sus continuos ataques a los otros dos poderes o a los institutos autónomos. Le irrita la transparencia y la rendición de cuentas.

No sólo en el plano político es donde el ex jefe de gobierno entrega malas cuentas, es también en las diversas políticas públicas que se han puesto en marcha, cuyo denominador común ha sido la improvisación y la ausencia de rigor científico. El saldo es desastroso en los principales rubros, e incluso, con cifras de instituciones oficiales. Veamos: seguridad pública militarizada e ineficaz y una economía sin rumbo, más homicidios dolosos, más pobres, un sistema de salud lejano al prometido, una pandemia manejada desde la superstición y la irresponsabilidad. Y, por si faltara algo, el trato violento a los migrantes convirtió a un gobierno supuestamente humanista y soberano en “la policía” de la Casa Blanca.

En resumen, nada que presumir y propagandizar. Lo que se avecina son cambios cosméticos: desfiles de suspirantes, ajustes del aparato, actos diversos por conservar el poder a como dé lugar, aplastando a las oposiciones. Hace unas horas describió un país imaginario. Veremos cómo llega a la orilla del río, uno cercano a Palenque.


pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz


Se va a la plaza del nunca por la calle del ya voy.

Miguel de Cervantes Saavedra


A tres años de la conclusión de la administración de López Obrador, es posible afirmar que hasta ahora el balance es deficitario, por llamarlo de alguna manera, si nos guiamos por el análisis de los principales vectores de un gobierno que arribó con un discurso “renovador” y “antineoliberal” y, además, respaldado por alrededor de 30 millones de sufragios.

Desde el día uno, el inquilino de Palacio Nacional ha basado su agenda política en la confrontación y los desplantes para justificar la nobleza de sus intenciones sin ofrecer un debate serio, amplio y profundo. Por supuesto, tiene derecho a emitir sus puntos de vista, eso no debería estar a discusión, el quid del problema es que evade la discusión pública y equitativa. Se refugia en sus homilías matutinas, desde donde descalifica y calumnia a quienes cuestionan a su gobierno y su proyecto. Es más, su vena excluyente la ha ratificado por no sentarse con los representantes de los otros poderes ni con interlocutores opuestos a sus ideas. En tres años, no se reunió con el conjunto de los legisladores del Congreso de la Unión y con el poder judicial lo ha hecho selectivamente.

El presidente ratificó permanentemente que no tiene una visión republicana, no obstante su morfología ideológica y política. Su visión es más cercana al añejo presidencialismo autoritario, como lo muestran sus continuos ataques a los otros dos poderes o a los institutos autónomos. Le irrita la transparencia y la rendición de cuentas.

No sólo en el plano político es donde el ex jefe de gobierno entrega malas cuentas, es también en las diversas políticas públicas que se han puesto en marcha, cuyo denominador común ha sido la improvisación y la ausencia de rigor científico. El saldo es desastroso en los principales rubros, e incluso, con cifras de instituciones oficiales. Veamos: seguridad pública militarizada e ineficaz y una economía sin rumbo, más homicidios dolosos, más pobres, un sistema de salud lejano al prometido, una pandemia manejada desde la superstición y la irresponsabilidad. Y, por si faltara algo, el trato violento a los migrantes convirtió a un gobierno supuestamente humanista y soberano en “la policía” de la Casa Blanca.

En resumen, nada que presumir y propagandizar. Lo que se avecina son cambios cosméticos: desfiles de suspirantes, ajustes del aparato, actos diversos por conservar el poder a como dé lugar, aplastando a las oposiciones. Hace unas horas describió un país imaginario. Veremos cómo llega a la orilla del río, uno cercano a Palenque.


pedropenaloza@yahoo.com/Twitter: @pedro_penaloz


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