/ lunes 25 de septiembre de 2017

A la sombra

Una vez más se demuestra, derivado de las desgracias que desafortunadamente ocurrieron en diversos inmuebles de la Ciudad de México, de Miguel Ángel Mancera, a causa del terremoto de 7.1 en la escala de Richter, que la industria de la publicidad exterior no representa el riesgo que de repente algunos medios y ciudadanos suponen ante tanta mala publicidad. Sí, al igual que en el sismo de 1985, pero no con la misma cantidad de edificios derrumbados, pudimos observar inmuebles completamente en el piso, pero con anuncios en azoteas que no sufrieron daño alguno, o mejor aún, que nadie resultó dañado por caída de estas estructuras.

Se pudo ver que este tipo de publicidad de ninguna manera influyó en la caída de los edificios, pues un anuncio de medida reglamentaria 12.90 x 7.20 metros pesa el equivalente de dos tinacos de mil 500 litros de agua, pero su carga se distribuye en una mayor superficie. Hablamos de una industria que tan solo en la Ciudad de México tiene un valor de mercado que ronda los mil 500 millones de dólares al año, donde participan alrededor de 150 empresas, y en la cual más de cuatro mil 100 anuncios se encuentran ordenados.

Lo que sí es evidente es el nivel de corrupción inmobiliaria que sin ningún tipo de control permite que autoridades como la Seduvi, hoy en manos de Felipe de Jesús Gutiérrez, autorice edificios que exceden el número de niveles permitidos o utilicen material de baja calidad como los edificios de departamentos que siendo nuevos se cayeron en varias colonias, algo que deberá ser juzgado en su momento, una vez pasada la emergencia. Lo más importante ahora es que los legisladores y las autoridades encargadas de la planeación urbana hagan algo de verdad por la ciudad y no por intereses de algunos cuantos, pues ya quedó comprobado finalmente que la corrupción mata y que los que la pagamos somos todos.

Hablando de construcciones, corrupción, fake news y publicidad. Nos cuentan en la sombra que detrás del colegio que llamó tanto la atención a Televisa está una poderosa mujer que ahora trata de salpicar todo hacia otra parte. A muchos se les hacía muy raro que el hijo de esta señora apareciera de vez en cuando con Joaquín López Dóriga, que Loret casi llorara en vivo también hablando de la tragedia que le tocó reportear, o de la chica que soltó en llanto luego de varias horas parada en una plataforma para desde ahí tener un mejor ángulo cuando saliera la supuesta niña perdida, llamada Frida, y que al final ni existió. Muchos reporteros, hemos sido testigos, aprovechan la tragedia para hacerse más populares. Principalmente los de televisión son susceptibles a hacerse las víctimas al cubrir desgracias naturales. Se ponen un chaleco, unas nuevas botas, jeans, se despeinan un poco, ponen cara de afligidos, y a esperar felicitaciones por su esfuerzo. En esta ocasión seguramente muchos “Indiana Jones” -así les llamamos a los reporteros que se hacen las víctimas o vuelan las notas cuando no hay peligro o historia real de por medio (muchas veces los puedes reconocer por el chaleco beige)-, están avergonzados. Ojalá, dicen entre sombras, para tratar de darle un poco más de dignidad a sus instituciones. Por lo pronto, sorprende que Televisa se quedó sin cobertura especial e incluso se limitaron a reproducir la nota de unos chicos -millennials les llaman- que pusieron una oficina para hacer fact checking de los datos que circulan en la red y que vuelan como fake news. Una labor que, sobra decirlo, ha sido históricamente de los medios serios como el que usted tiene en sus manos. Muy pronto le diremos más de ese personaje que está ya en la mira de las autoridades y detrás de todo el show del colegio Enrique Rébsamen. Nos adelantan entre sombras que algunas personas hasta podrían irse a la cárcel. Y no, no estamos hablando de que estamos citando y poniendo comillas a la frase de una niña que ni siquiera existió. A la sombra de lo que ha pasado, seamos serios.

Una vez más se demuestra, derivado de las desgracias que desafortunadamente ocurrieron en diversos inmuebles de la Ciudad de México, de Miguel Ángel Mancera, a causa del terremoto de 7.1 en la escala de Richter, que la industria de la publicidad exterior no representa el riesgo que de repente algunos medios y ciudadanos suponen ante tanta mala publicidad. Sí, al igual que en el sismo de 1985, pero no con la misma cantidad de edificios derrumbados, pudimos observar inmuebles completamente en el piso, pero con anuncios en azoteas que no sufrieron daño alguno, o mejor aún, que nadie resultó dañado por caída de estas estructuras.

Se pudo ver que este tipo de publicidad de ninguna manera influyó en la caída de los edificios, pues un anuncio de medida reglamentaria 12.90 x 7.20 metros pesa el equivalente de dos tinacos de mil 500 litros de agua, pero su carga se distribuye en una mayor superficie. Hablamos de una industria que tan solo en la Ciudad de México tiene un valor de mercado que ronda los mil 500 millones de dólares al año, donde participan alrededor de 150 empresas, y en la cual más de cuatro mil 100 anuncios se encuentran ordenados.

Lo que sí es evidente es el nivel de corrupción inmobiliaria que sin ningún tipo de control permite que autoridades como la Seduvi, hoy en manos de Felipe de Jesús Gutiérrez, autorice edificios que exceden el número de niveles permitidos o utilicen material de baja calidad como los edificios de departamentos que siendo nuevos se cayeron en varias colonias, algo que deberá ser juzgado en su momento, una vez pasada la emergencia. Lo más importante ahora es que los legisladores y las autoridades encargadas de la planeación urbana hagan algo de verdad por la ciudad y no por intereses de algunos cuantos, pues ya quedó comprobado finalmente que la corrupción mata y que los que la pagamos somos todos.

Hablando de construcciones, corrupción, fake news y publicidad. Nos cuentan en la sombra que detrás del colegio que llamó tanto la atención a Televisa está una poderosa mujer que ahora trata de salpicar todo hacia otra parte. A muchos se les hacía muy raro que el hijo de esta señora apareciera de vez en cuando con Joaquín López Dóriga, que Loret casi llorara en vivo también hablando de la tragedia que le tocó reportear, o de la chica que soltó en llanto luego de varias horas parada en una plataforma para desde ahí tener un mejor ángulo cuando saliera la supuesta niña perdida, llamada Frida, y que al final ni existió. Muchos reporteros, hemos sido testigos, aprovechan la tragedia para hacerse más populares. Principalmente los de televisión son susceptibles a hacerse las víctimas al cubrir desgracias naturales. Se ponen un chaleco, unas nuevas botas, jeans, se despeinan un poco, ponen cara de afligidos, y a esperar felicitaciones por su esfuerzo. En esta ocasión seguramente muchos “Indiana Jones” -así les llamamos a los reporteros que se hacen las víctimas o vuelan las notas cuando no hay peligro o historia real de por medio (muchas veces los puedes reconocer por el chaleco beige)-, están avergonzados. Ojalá, dicen entre sombras, para tratar de darle un poco más de dignidad a sus instituciones. Por lo pronto, sorprende que Televisa se quedó sin cobertura especial e incluso se limitaron a reproducir la nota de unos chicos -millennials les llaman- que pusieron una oficina para hacer fact checking de los datos que circulan en la red y que vuelan como fake news. Una labor que, sobra decirlo, ha sido históricamente de los medios serios como el que usted tiene en sus manos. Muy pronto le diremos más de ese personaje que está ya en la mira de las autoridades y detrás de todo el show del colegio Enrique Rébsamen. Nos adelantan entre sombras que algunas personas hasta podrían irse a la cárcel. Y no, no estamos hablando de que estamos citando y poniendo comillas a la frase de una niña que ni siquiera existió. A la sombra de lo que ha pasado, seamos serios.