/ miércoles 25 de agosto de 2021

A opositores, injusticia y desgracia

En contrario a la máxima Juarista, que tanto dice seguir el tlatoani, su trato a quienes se atreven a oponérsele de frente, solo puede compararse al que usa el venezolano Maduro o el nicaragüense Ortega. Le llegó el turno a Ricardo Anaya, auto declarado candidato presidencial para el 2024, quien contendió en su contra y a quien, Peña Nieto, sacó del juego con marrullerías.

Se puede o no ser simpatizante del panista, pero lo que está en un brete es la libertad y la democracia. Si se va a encarcelar a los adversarios, la cadena de horrores dictatoriales seguirá su curso.

A Anaya, presuntamente lo quiere acusar la Fiscalía General de la República, de delitos que ameritan cárcel por 30 años. Lo acusa un auténtico delincuente, Emilio Lozoya, con el apoyo de “dos testigos”, a los que el blanquiazul califica de “balines”.

Un Lozoya del que hay pruebas de sobra para condenarlo a una sanción ejemplar y que, sin embargo, lleva dos años viviendo a sus anchas. Sus acusaciones contra todo un rosario de personajes del sexenio pasado, a la cabeza Peña Nieto y Luis Videgaray, deben tener tan poco sustento que, hasta ahora, el único en prisión es el panista, José Luis Lavalle, sujeto a proceso.

Al ínclito exdirector de Pemex lo ha señalado, inclusive, uno de los más altos funcionarios de Odebrecht. O la FGR es incapaz de formular una consignación, o solo pone el ojo en los que, desde Palacio, se consideran adversarios.

Rosario Robles está en prisión hace dos años, a pesar de que tendría que estar sujeta a proceso en libertad. Un juececillo, pariente de la Padierna, la recluyó con base a una credencial falsa: Inconcebibles los tamaños de porquería del tal juzgador. De que es una presa política, ni duda cabe.

Anaya salió del país antes de que le pudieran echar el guante. AMLO le aconsejó, ante el reclamo del joven maravilla en un video, que “no huya, presente pruebas y se defienda”. Solo un iluso, como lo fue en su momento Rosario Robles, confiaría en la posibilidad de tener un juicio justo, cuando, el autócrata que desgobierna ha confirmado que su sed de venganza es ilimitada y cuenta con el sometimiento del Fiscal y parte del Poder Judicial.

AMLO se concientizó, a partir de las últimas elecciones, de que ha perdido público y el descontento podría seguir creciendo. Empieza a declinar su poder y los últimos reveses que le dio la oposición congresista –al rechazar el periodo extraordinario para reglamentar la mentada consulta de revocación- lo llevan a desesperarse, lo que supone un peligro inminente.

Percibe que Anaya puede ser un contrincante fuerte e intenta sacarlo del camino, como en su momento lo hizo el PRI. Jamás le pudieron probar los delitos por los que se le acusaba y dos días antes de la jornada electoral, quedó exonerado por falta de pruebas.

Desde su exilio Anaya puede convertirse en un rival fuerte, bajo el amparo internacional, desde donde vendría una condena enérgica, ante la persecución de cualquier contestatario.

Ni he sido fan ni lo seré de Ricardo Anaya, al que considero uno de los culpables del debilitamiento y división de Acción Nacional. Su ambición por llegar a la Presidencia destazó al Partido de Gómez Morín, a extremos de provocar un éxodo de auténticos militantes de cepa. Pero, de eso a que se le persiga desde la propia presidencia, hay un abismo y una llamada de alarma, a cualquiera que aspire a entrarle a la sucesión.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq




En contrario a la máxima Juarista, que tanto dice seguir el tlatoani, su trato a quienes se atreven a oponérsele de frente, solo puede compararse al que usa el venezolano Maduro o el nicaragüense Ortega. Le llegó el turno a Ricardo Anaya, auto declarado candidato presidencial para el 2024, quien contendió en su contra y a quien, Peña Nieto, sacó del juego con marrullerías.

Se puede o no ser simpatizante del panista, pero lo que está en un brete es la libertad y la democracia. Si se va a encarcelar a los adversarios, la cadena de horrores dictatoriales seguirá su curso.

A Anaya, presuntamente lo quiere acusar la Fiscalía General de la República, de delitos que ameritan cárcel por 30 años. Lo acusa un auténtico delincuente, Emilio Lozoya, con el apoyo de “dos testigos”, a los que el blanquiazul califica de “balines”.

Un Lozoya del que hay pruebas de sobra para condenarlo a una sanción ejemplar y que, sin embargo, lleva dos años viviendo a sus anchas. Sus acusaciones contra todo un rosario de personajes del sexenio pasado, a la cabeza Peña Nieto y Luis Videgaray, deben tener tan poco sustento que, hasta ahora, el único en prisión es el panista, José Luis Lavalle, sujeto a proceso.

Al ínclito exdirector de Pemex lo ha señalado, inclusive, uno de los más altos funcionarios de Odebrecht. O la FGR es incapaz de formular una consignación, o solo pone el ojo en los que, desde Palacio, se consideran adversarios.

Rosario Robles está en prisión hace dos años, a pesar de que tendría que estar sujeta a proceso en libertad. Un juececillo, pariente de la Padierna, la recluyó con base a una credencial falsa: Inconcebibles los tamaños de porquería del tal juzgador. De que es una presa política, ni duda cabe.

Anaya salió del país antes de que le pudieran echar el guante. AMLO le aconsejó, ante el reclamo del joven maravilla en un video, que “no huya, presente pruebas y se defienda”. Solo un iluso, como lo fue en su momento Rosario Robles, confiaría en la posibilidad de tener un juicio justo, cuando, el autócrata que desgobierna ha confirmado que su sed de venganza es ilimitada y cuenta con el sometimiento del Fiscal y parte del Poder Judicial.

AMLO se concientizó, a partir de las últimas elecciones, de que ha perdido público y el descontento podría seguir creciendo. Empieza a declinar su poder y los últimos reveses que le dio la oposición congresista –al rechazar el periodo extraordinario para reglamentar la mentada consulta de revocación- lo llevan a desesperarse, lo que supone un peligro inminente.

Percibe que Anaya puede ser un contrincante fuerte e intenta sacarlo del camino, como en su momento lo hizo el PRI. Jamás le pudieron probar los delitos por los que se le acusaba y dos días antes de la jornada electoral, quedó exonerado por falta de pruebas.

Desde su exilio Anaya puede convertirse en un rival fuerte, bajo el amparo internacional, desde donde vendría una condena enérgica, ante la persecución de cualquier contestatario.

Ni he sido fan ni lo seré de Ricardo Anaya, al que considero uno de los culpables del debilitamiento y división de Acción Nacional. Su ambición por llegar a la Presidencia destazó al Partido de Gómez Morín, a extremos de provocar un éxodo de auténticos militantes de cepa. Pero, de eso a que se le persiga desde la propia presidencia, hay un abismo y una llamada de alarma, a cualquiera que aspire a entrarle a la sucesión.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq