/ sábado 30 de septiembre de 2017

A tres años de Ayotzinapa

En las mismas y peor con las tragedias de septiembre, que desolaron a millones de personas. Ni quién se acordara del aciago aniversario, salvo los padres, testigos vivos de un suceso que, parece, jamás podrá aclararse.

Tres procuradores pasaron por el despacho de Paseo de la Reforma: el de la “verdad histórica”, Jesús Murillo Karam, Arely Gómez, actual mandamás de la Secretaría de la Función Pública y, el todavía en funciones, Raúl Cervantes.

Cuando Murillo Karam, -a quienes algunos consideran abogado conocedor-cuando menos de las tripas del sistema, que no es poco-, salió a los medios de comunicación, a informar lo que había ocurrido con los 43 normalistas, le creímos. Su hipótesis parecía auténtica y consecuencia de una investigación rápida y eficiente.

Su teoría se aceptó. Expuso cómo se había “levantado” a los jóvenes, se les había llevado al matadero y se habían incinerado sus cuerpos. Difícil pensar en que, lo que dijo con tanta contundencia, pudiera ser producto de un montaje.

Al paso de los días empezó a caerse como baraja de naipes. Se dieron a conocer otras versiones, las ONG (Organismos no gubernamentales de Derechos Humanos) iniciaron toda una campaña, para desmentir sus dichos. Empezaron la serie de contradicciones, que desorientaron a la opinión pública, e hicieron que se pusiera en duda cualquiera de las declaraciones oficiales.

Murillo renunció, o lo renunciaron, en apariencia exhausto por la carga que le representó. No todos los días se esfuman esa cantidad de jóvenes, como desaparecidos por un acto de magia y sin que se vuelva a tener pista de ellos, a pesar de que las piezas del engranaje se acomodaban con facilidad.

Se aprehendió a la pareja diabólica, el alcalde de Iguala, Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda, a quienes pescaron en la CdMx, lo que se pensaba sacaría a la luz la verdad.

Uno a uno fueron cayendo, lo mismo policías municipales, que presuntos autores de la multidesaparición. Incluso, hace poco, se logró detener al entonces secretario de seguridad municipal, a quien se consideraba actor primordial del drama.

Se contrataron los carísimos servicios del Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales y, después de sainetes y confrontaciones con las autoridades, tampoco resolvieron el meollo de la cuestión. Se levantaron el cuello, criticaron a diestra y siniestra, pero ninguna de las líneas a las que apuntaron para investigar, fue como para gritar ¡Eureka!, o he aquí que le dieron al clavo que acabaría con las incógnitas insolubles.

¿Y, los Scotland Yard autóctonos? Los “sabuesos” de la PGR, en tela de juicio, inmersos en graves acusaciones e incapaces, sobre todo, de llegar a una verdad ajena a cualquier duda.

Se eliminó a Tomás Zerón, a quien se consideraba el non plus ultra, de nuestros Sherlock Holmes de Nopal y con su despido se cerró el expediente. O, ¿usted, querido lector, ha vuelto a escuchar una explicación a cargo del máximo organismo investigador a nivel federal?

De pronto declara Roberto Campa, subse de Gobernación, quien se deshace en promesas. Mientras, abogadetes de undécima hacen su agosto, a costa del dolor de los progenitores.

Inconcebible la desaparición de semejante número de jóvenes. Inaudito, el que, a tres años, las autoridades fueran incapaces de resolver el caso. O, ¿pudiera haber algo de cierto en la verdad histórica, que la grilla y los tejemanejes de la politiquería, transformaron en vil mentira? Si ya no se supo, jamás se sabrá.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

En las mismas y peor con las tragedias de septiembre, que desolaron a millones de personas. Ni quién se acordara del aciago aniversario, salvo los padres, testigos vivos de un suceso que, parece, jamás podrá aclararse.

Tres procuradores pasaron por el despacho de Paseo de la Reforma: el de la “verdad histórica”, Jesús Murillo Karam, Arely Gómez, actual mandamás de la Secretaría de la Función Pública y, el todavía en funciones, Raúl Cervantes.

Cuando Murillo Karam, -a quienes algunos consideran abogado conocedor-cuando menos de las tripas del sistema, que no es poco-, salió a los medios de comunicación, a informar lo que había ocurrido con los 43 normalistas, le creímos. Su hipótesis parecía auténtica y consecuencia de una investigación rápida y eficiente.

Su teoría se aceptó. Expuso cómo se había “levantado” a los jóvenes, se les había llevado al matadero y se habían incinerado sus cuerpos. Difícil pensar en que, lo que dijo con tanta contundencia, pudiera ser producto de un montaje.

Al paso de los días empezó a caerse como baraja de naipes. Se dieron a conocer otras versiones, las ONG (Organismos no gubernamentales de Derechos Humanos) iniciaron toda una campaña, para desmentir sus dichos. Empezaron la serie de contradicciones, que desorientaron a la opinión pública, e hicieron que se pusiera en duda cualquiera de las declaraciones oficiales.

Murillo renunció, o lo renunciaron, en apariencia exhausto por la carga que le representó. No todos los días se esfuman esa cantidad de jóvenes, como desaparecidos por un acto de magia y sin que se vuelva a tener pista de ellos, a pesar de que las piezas del engranaje se acomodaban con facilidad.

Se aprehendió a la pareja diabólica, el alcalde de Iguala, Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda, a quienes pescaron en la CdMx, lo que se pensaba sacaría a la luz la verdad.

Uno a uno fueron cayendo, lo mismo policías municipales, que presuntos autores de la multidesaparición. Incluso, hace poco, se logró detener al entonces secretario de seguridad municipal, a quien se consideraba actor primordial del drama.

Se contrataron los carísimos servicios del Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales y, después de sainetes y confrontaciones con las autoridades, tampoco resolvieron el meollo de la cuestión. Se levantaron el cuello, criticaron a diestra y siniestra, pero ninguna de las líneas a las que apuntaron para investigar, fue como para gritar ¡Eureka!, o he aquí que le dieron al clavo que acabaría con las incógnitas insolubles.

¿Y, los Scotland Yard autóctonos? Los “sabuesos” de la PGR, en tela de juicio, inmersos en graves acusaciones e incapaces, sobre todo, de llegar a una verdad ajena a cualquier duda.

Se eliminó a Tomás Zerón, a quien se consideraba el non plus ultra, de nuestros Sherlock Holmes de Nopal y con su despido se cerró el expediente. O, ¿usted, querido lector, ha vuelto a escuchar una explicación a cargo del máximo organismo investigador a nivel federal?

De pronto declara Roberto Campa, subse de Gobernación, quien se deshace en promesas. Mientras, abogadetes de undécima hacen su agosto, a costa del dolor de los progenitores.

Inconcebible la desaparición de semejante número de jóvenes. Inaudito, el que, a tres años, las autoridades fueran incapaces de resolver el caso. O, ¿pudiera haber algo de cierto en la verdad histórica, que la grilla y los tejemanejes de la politiquería, transformaron en vil mentira? Si ya no se supo, jamás se sabrá.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq