/ sábado 13 de junio de 2020

Abusos policiales movilizaron a la ciudadanía

Hasta hace poco tiempo, algunos países europeos consideraban a México una nación de salvajes, con razón o sin ella, porque el país ha pasado por epidemias de violencia que han ocasionado la muerte de miles de personas.

En la actualidad nos encontramos con que en México ocurrieron entre marzo, abril y mayo (92 días en total) 6 mil 079 asesinatos en territorio nacional, según cifras de la empresa Lantia Consultores.

En sí misma, la cifra de homicidios dolosos resulta escalofriante para cualquier país que se precie de ser civilizado. Empero, es aún más preocupante si consideramos que durante esos tres meses hubo confinamiento social, las calles estuvieron vacías, la ciudadanía debió estar en sus casas.

Y por qué no el día más violento en lo que va del año sería el primer domingo (7 de junio) del inició de la “nueva normalidad”, como ha dado en llamar el gobierno de la República al desconfinamiento social, la vuelta a las calles, como si se tratase de una predicción de lo que espera a los ciudadanos que lograron sobrevivir a la pandemia pero quién sabe si sobrevivan a la violencia.

El 1 de diciembre de 2019, sigue siendo el día más sangriento del actual gobierno al registrar 127 asesinatos en sólo 24 horas.

Con esos números a nadie debe extrañarle que, por ejemplo, en Suecia, Dinamarca y Finlandia donde pasan meses y hasta años sin registrarse ni un solo asesinato, supongan que en México aún usamos penacho y taparrabos.

Pero la verdad surge siempre, y no puede ser más amarga, cuando se ve que en el país la cifra diaria de asesinatos o muertes violentas es superada constantemente.

De acuerdo con los reportes de Lantia Consultores, durante el aislamiento los estados más violentos fueron Guanajuato (donde ocurrieron mil 006 en los tres meses), Baja California, Michoacán, Chihuahua, Jalisco, Guerrero y Estado de México.

Para quien no conoce de esos hechos violentos, esas cifras en ese momento, resulta una barbarie.

YAHIR, GIOVANNI, CARLOS, SERGIO NO SON SÓLO NOMBRES

Todo el mar de sangre que se vierte a diario con los asesinatos se ha venido a incrementar con el abuso de poder de los policías, quienes en lugar de guardar la seguridad de la población, desprecian las necesidades de la ciudadanía.

El 27 de marzo en Tijuana, Baja California, fue asesinado Yahír López, (de 28 años de edad quien trabajaba como guardia), presuntamente cuando uno de los cinco municipales lo detuvieron por “lanzarles piedras” afuera de una gasolinera donde llenaba el tanque de su motocicleta, lo asfixió mientras el hecho era grabado por automovilistas asombrados por el abuso policial.

El acta de defunción señala que Yahir murió por “maniobras de estrangulamiento”, resultado del uso excesivo de la fuerza policial.

Los elementos que cometieron esa arbitrariedad, en un primer momento fueron suspendidos de sus labores. Casi tres meses después, el principal culpable está prófugo y nadie está preso.

El de Yahir, no es el único caso. El 2 de mayo pasado murió Carlos Andrés Navarro, de 33 años, mientras estaba bajo custodia en el cuartel de la policía de San José en Xalapa, Veracruz.

Carlos fue detenido en el fraccionamiento Los Cántaros, acusado supuestamente por alterar el orden público. Después de someterlo, los policías se lo llevaron al lugar donde perdió la vida. Según el dictamen médico, el hombre falleció a causa de un infarto.

Los parientes de Carlos no se tragaron la píldora, porque el cuerpo presentaba múltiples huellas de golpes y tortura.

LO MATARON POR NO LLEVAR CUBREBOCAS

A esta lista de abusos debe sumarse lo ocurrido con Giovanni López en Ixtlahuacán de los Membrillos, en Jalisco, y que generó violentas protestas en varias ciudades del país.

El hombre, de 30 años de edad, fue detenido el 4 de mayo por policías municipales. La razón baladí para hacerlo fue que no llevaba cubrebocas, como se escucha en un video difundido en redes sociales por sus parientes. Murió un día después, mientras permanecía detenido.

¿Acaso un cubrebocas debe marcar la diferencia entre la vida y la muerte con la policía mexicana?

Este tipo de barbaridades que cometen los policías debe ser revisado por el Congreso y elaborar una ley que proteja a los policías de los malhechores y a los malhechores de la policía.

Precisamente mientras un grupo de jóvenes se manifestaba afuera de Casa Jalisco en Polanco, por la muerte de Giovanni, los policías de la Ciudad de México hicieron de las suyas al detener y golpear a una menor de edad identificada como Melanie, quien aceptó que lanzaba piedras contra los guardias.

Apenas el martes pasado, en Acatlán de Pérez Figueroa, Oaxaca, un grupo de nueve jóvenes compró una pizza y fueron en motocicleta a la tienda a comprar unos refrescos, cuando policías municipales “los confundieron” con delincuentes y abrieron fuego provocando la muerte de Alexander, de 16 años de edad, y lesionaron a otro menor de edad.

Alexander era un estudiante y destacado jugador de fútbol. El asunto se agrava porque, a pesar de ser padres mexicanos y vivir en Oaxaca, era ciudadano estadounidense, por lo que su familia la protección de las leyes de ese país.

¿Qué le dirán los policías municipales de Acatlán de Pérez Figueroa a los padres de este muchacho que apenas se asomaba a la vida?

Cuando ocurren esas “confusiones” entre policías y ciudadanía dan ganas de manifestarse a costa de lo que sea, para evitar que sigan cometiéndose estos atropellos.

La mano dura de la policía ya se está viendo no sólo en México sino en Estados Unidos, donde la ciudadanía se revela contra las brutalidades policiacas. ¿Qué son peores en Estados unidos? Ni duda cabe, pero tampoco debe dudarse que México tiene su propia historia.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.


manuelmejidot@gmail.com

Hasta hace poco tiempo, algunos países europeos consideraban a México una nación de salvajes, con razón o sin ella, porque el país ha pasado por epidemias de violencia que han ocasionado la muerte de miles de personas.

En la actualidad nos encontramos con que en México ocurrieron entre marzo, abril y mayo (92 días en total) 6 mil 079 asesinatos en territorio nacional, según cifras de la empresa Lantia Consultores.

En sí misma, la cifra de homicidios dolosos resulta escalofriante para cualquier país que se precie de ser civilizado. Empero, es aún más preocupante si consideramos que durante esos tres meses hubo confinamiento social, las calles estuvieron vacías, la ciudadanía debió estar en sus casas.

Y por qué no el día más violento en lo que va del año sería el primer domingo (7 de junio) del inició de la “nueva normalidad”, como ha dado en llamar el gobierno de la República al desconfinamiento social, la vuelta a las calles, como si se tratase de una predicción de lo que espera a los ciudadanos que lograron sobrevivir a la pandemia pero quién sabe si sobrevivan a la violencia.

El 1 de diciembre de 2019, sigue siendo el día más sangriento del actual gobierno al registrar 127 asesinatos en sólo 24 horas.

Con esos números a nadie debe extrañarle que, por ejemplo, en Suecia, Dinamarca y Finlandia donde pasan meses y hasta años sin registrarse ni un solo asesinato, supongan que en México aún usamos penacho y taparrabos.

Pero la verdad surge siempre, y no puede ser más amarga, cuando se ve que en el país la cifra diaria de asesinatos o muertes violentas es superada constantemente.

De acuerdo con los reportes de Lantia Consultores, durante el aislamiento los estados más violentos fueron Guanajuato (donde ocurrieron mil 006 en los tres meses), Baja California, Michoacán, Chihuahua, Jalisco, Guerrero y Estado de México.

Para quien no conoce de esos hechos violentos, esas cifras en ese momento, resulta una barbarie.

YAHIR, GIOVANNI, CARLOS, SERGIO NO SON SÓLO NOMBRES

Todo el mar de sangre que se vierte a diario con los asesinatos se ha venido a incrementar con el abuso de poder de los policías, quienes en lugar de guardar la seguridad de la población, desprecian las necesidades de la ciudadanía.

El 27 de marzo en Tijuana, Baja California, fue asesinado Yahír López, (de 28 años de edad quien trabajaba como guardia), presuntamente cuando uno de los cinco municipales lo detuvieron por “lanzarles piedras” afuera de una gasolinera donde llenaba el tanque de su motocicleta, lo asfixió mientras el hecho era grabado por automovilistas asombrados por el abuso policial.

El acta de defunción señala que Yahir murió por “maniobras de estrangulamiento”, resultado del uso excesivo de la fuerza policial.

Los elementos que cometieron esa arbitrariedad, en un primer momento fueron suspendidos de sus labores. Casi tres meses después, el principal culpable está prófugo y nadie está preso.

El de Yahir, no es el único caso. El 2 de mayo pasado murió Carlos Andrés Navarro, de 33 años, mientras estaba bajo custodia en el cuartel de la policía de San José en Xalapa, Veracruz.

Carlos fue detenido en el fraccionamiento Los Cántaros, acusado supuestamente por alterar el orden público. Después de someterlo, los policías se lo llevaron al lugar donde perdió la vida. Según el dictamen médico, el hombre falleció a causa de un infarto.

Los parientes de Carlos no se tragaron la píldora, porque el cuerpo presentaba múltiples huellas de golpes y tortura.

LO MATARON POR NO LLEVAR CUBREBOCAS

A esta lista de abusos debe sumarse lo ocurrido con Giovanni López en Ixtlahuacán de los Membrillos, en Jalisco, y que generó violentas protestas en varias ciudades del país.

El hombre, de 30 años de edad, fue detenido el 4 de mayo por policías municipales. La razón baladí para hacerlo fue que no llevaba cubrebocas, como se escucha en un video difundido en redes sociales por sus parientes. Murió un día después, mientras permanecía detenido.

¿Acaso un cubrebocas debe marcar la diferencia entre la vida y la muerte con la policía mexicana?

Este tipo de barbaridades que cometen los policías debe ser revisado por el Congreso y elaborar una ley que proteja a los policías de los malhechores y a los malhechores de la policía.

Precisamente mientras un grupo de jóvenes se manifestaba afuera de Casa Jalisco en Polanco, por la muerte de Giovanni, los policías de la Ciudad de México hicieron de las suyas al detener y golpear a una menor de edad identificada como Melanie, quien aceptó que lanzaba piedras contra los guardias.

Apenas el martes pasado, en Acatlán de Pérez Figueroa, Oaxaca, un grupo de nueve jóvenes compró una pizza y fueron en motocicleta a la tienda a comprar unos refrescos, cuando policías municipales “los confundieron” con delincuentes y abrieron fuego provocando la muerte de Alexander, de 16 años de edad, y lesionaron a otro menor de edad.

Alexander era un estudiante y destacado jugador de fútbol. El asunto se agrava porque, a pesar de ser padres mexicanos y vivir en Oaxaca, era ciudadano estadounidense, por lo que su familia la protección de las leyes de ese país.

¿Qué le dirán los policías municipales de Acatlán de Pérez Figueroa a los padres de este muchacho que apenas se asomaba a la vida?

Cuando ocurren esas “confusiones” entre policías y ciudadanía dan ganas de manifestarse a costa de lo que sea, para evitar que sigan cometiéndose estos atropellos.

La mano dura de la policía ya se está viendo no sólo en México sino en Estados Unidos, donde la ciudadanía se revela contra las brutalidades policiacas. ¿Qué son peores en Estados unidos? Ni duda cabe, pero tampoco debe dudarse que México tiene su propia historia.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.


manuelmejidot@gmail.com