/ miércoles 16 de marzo de 2022

Aclaración del mandato

Jorge Valladares Sánchez, representante de Nosotrxs en Yucatán y Coordinador Nacional de la Red Cívica Mx, A.C.

@NosotrxsMX


Las palabras: lo útiles que pueden ser para mejorar como personas, los problemas en los que aceptamos meternos por usarlas a la ligera y lo mucho que hemos despreciado y abusado de ellas en esta posmodernidad.

Aunque suene a viejito, ¡antes era más simple! Cuando mamá nos “mandaba” a hacer el “mandado”: Quedaba claro quién manda, el sentido del mandato y el resultado que teníamos que dar al cumplir (hacer) el mandado.

El poder lo tenía mamá (no yo, por estar a cargo de la labor); que el dinero era para el bien de toda la familia (no mío, aunque de mí lo recibieran los proveedores); era para lo indicado (no cabían ocurrencias); y debía entregar el producto en un tiempo definido (sin justificaciones por mi incumplimiento). Antes de mí, le tocó a mi hermano mayor; luego de mí al benjamín; y nunca se me ocurrió comparar mi labor con lo hecho por el anterior o dejarle al que sigue la indicación de cómo hacerlo.

Ya como abogado entendí que estábamos bien. El mandato es una representación, un contrato por el que se obliga una persona (mandatario) a prestar algún servicio o hacer alguna cosa por cuenta o encargo de otra (mandante). O sea, hacer yo (mandatario) exactamente lo que encargaba (mandato) mi mamá (mandante) en su nombre, como un servicio para mi familia.

En la democracia, la ciudadanía (mandante) contratamos (elecciones constitucionales) a un empleado (presidente) para que ejerza un rol (mandatario) y nos dé el servicio (facultades presidenciales) que le ordenamos (mandato). Pero para todas estas palabras, hoy hemos permitido un nivel de confusión que alcanza para que hasta el propio empleado al que le pagamos (y muy bien) pueda confundir de qué se trata el producto que debe entregarnos en 6 anualidades. Confusión que usualmente da pie a concederle a ese empleado un don, estatus o poder que nunca debimos permitir.

Desde varias fuentes, actualmente México vive una intensa polarización entre actores políticos (normal) y población (lamentable) en cuanto a los significados, resultados visibles e incluso las motivaciones. Entre la gente que aspira de modo perenne al poder eso es normal, pues no saben vestirse de servidores públicos. Pero que lo usen para alejar a la ciudadanía de los temas que verdaderamente importan es tan reprochable como que caigamos en su juego cotidianamente. No hemos sabido ejercer el mandato al que tenemos derecho y por el que tanto pagamos.

Hay quienes piensan que hoy tenemos al mejor Presidente de la historia, y quienes aseguran que tenemos al peor; y muchas opiniones intermedias. En lo que probablemente coincidimos es que México puede estar mejor y nuestro Presidente tiene mucho que lograr al respecto.

Propongo clarificar el mandato. Presidente, te contratamos para:

- Cumplir y hacer cumplir la ley.

- Ejecutar todas y sólo las funciones constitucionales.

- Usar tu tiempo público en asuntos que beneficien a todos los mexicanos/as.

- Servir y respetar a cada persona del País.

Más simple: usar honesta, transparente y eficazmente nuestros impuestos para que cada mexicano/a tenga mejor seguridad, salud, economía, educación, servicios y ejercicio de sus derechos.

Podemos opinar, evaluar y decir lo que sea de tu labor, somos los mandantes. Entre nosotros/as podemos polemizar o juzgar todo lo que queramos mientras no violemos la ley y, de preferencia, dentro del marco del respeto. Pero TÚ tienes que concentrarte en el mandato, y cumplirlo.

Cuando querías el puesto, nos importó tu historia, moralidad, oratoria, histrionismo, ideología, filias y fobias, promesas y valores, chistes, ocurrencias y astucia política. Listo, nos convenciste de ser el mejor entre lo que había; te dimos el puesto.

Hoy, sólo te mandamos servir y sólo queremos resultados. Trabaja más, discute menos, que nosotros/as lo estamos haciendo para pagar tu sueldo y darte los recursos para que nos cumplas.

P.D. No te guardes el cambio.

Jorge Valladares Sánchez, representante de Nosotrxs en Yucatán y Coordinador Nacional de la Red Cívica Mx, A.C.

@NosotrxsMX


Las palabras: lo útiles que pueden ser para mejorar como personas, los problemas en los que aceptamos meternos por usarlas a la ligera y lo mucho que hemos despreciado y abusado de ellas en esta posmodernidad.

Aunque suene a viejito, ¡antes era más simple! Cuando mamá nos “mandaba” a hacer el “mandado”: Quedaba claro quién manda, el sentido del mandato y el resultado que teníamos que dar al cumplir (hacer) el mandado.

El poder lo tenía mamá (no yo, por estar a cargo de la labor); que el dinero era para el bien de toda la familia (no mío, aunque de mí lo recibieran los proveedores); era para lo indicado (no cabían ocurrencias); y debía entregar el producto en un tiempo definido (sin justificaciones por mi incumplimiento). Antes de mí, le tocó a mi hermano mayor; luego de mí al benjamín; y nunca se me ocurrió comparar mi labor con lo hecho por el anterior o dejarle al que sigue la indicación de cómo hacerlo.

Ya como abogado entendí que estábamos bien. El mandato es una representación, un contrato por el que se obliga una persona (mandatario) a prestar algún servicio o hacer alguna cosa por cuenta o encargo de otra (mandante). O sea, hacer yo (mandatario) exactamente lo que encargaba (mandato) mi mamá (mandante) en su nombre, como un servicio para mi familia.

En la democracia, la ciudadanía (mandante) contratamos (elecciones constitucionales) a un empleado (presidente) para que ejerza un rol (mandatario) y nos dé el servicio (facultades presidenciales) que le ordenamos (mandato). Pero para todas estas palabras, hoy hemos permitido un nivel de confusión que alcanza para que hasta el propio empleado al que le pagamos (y muy bien) pueda confundir de qué se trata el producto que debe entregarnos en 6 anualidades. Confusión que usualmente da pie a concederle a ese empleado un don, estatus o poder que nunca debimos permitir.

Desde varias fuentes, actualmente México vive una intensa polarización entre actores políticos (normal) y población (lamentable) en cuanto a los significados, resultados visibles e incluso las motivaciones. Entre la gente que aspira de modo perenne al poder eso es normal, pues no saben vestirse de servidores públicos. Pero que lo usen para alejar a la ciudadanía de los temas que verdaderamente importan es tan reprochable como que caigamos en su juego cotidianamente. No hemos sabido ejercer el mandato al que tenemos derecho y por el que tanto pagamos.

Hay quienes piensan que hoy tenemos al mejor Presidente de la historia, y quienes aseguran que tenemos al peor; y muchas opiniones intermedias. En lo que probablemente coincidimos es que México puede estar mejor y nuestro Presidente tiene mucho que lograr al respecto.

Propongo clarificar el mandato. Presidente, te contratamos para:

- Cumplir y hacer cumplir la ley.

- Ejecutar todas y sólo las funciones constitucionales.

- Usar tu tiempo público en asuntos que beneficien a todos los mexicanos/as.

- Servir y respetar a cada persona del País.

Más simple: usar honesta, transparente y eficazmente nuestros impuestos para que cada mexicano/a tenga mejor seguridad, salud, economía, educación, servicios y ejercicio de sus derechos.

Podemos opinar, evaluar y decir lo que sea de tu labor, somos los mandantes. Entre nosotros/as podemos polemizar o juzgar todo lo que queramos mientras no violemos la ley y, de preferencia, dentro del marco del respeto. Pero TÚ tienes que concentrarte en el mandato, y cumplirlo.

Cuando querías el puesto, nos importó tu historia, moralidad, oratoria, histrionismo, ideología, filias y fobias, promesas y valores, chistes, ocurrencias y astucia política. Listo, nos convenciste de ser el mejor entre lo que había; te dimos el puesto.

Hoy, sólo te mandamos servir y sólo queremos resultados. Trabaja más, discute menos, que nosotros/as lo estamos haciendo para pagar tu sueldo y darte los recursos para que nos cumplas.

P.D. No te guardes el cambio.