/ sábado 4 de agosto de 2018

Acordanza

Los milagros, San Cucufato y Balam


¿Existen los milagros? Para los racionalistas todo hecho puede tener una explicación lógica y científica; para muchas religiones, entre ellas la católica “son hechos que no pueden ser explicados de forma objetiva y que suceden como una acción realizada por un ser espiritual, sea Dios o sus santos con el fin de demostrar su amor a sus devotos, y así alimentar su fe”. Bueno, puedo decirles que yo creo en los milagros y en la intervención de los santos para que nos sucedan cosas extraordinarias… La semana pasada comprobé la acción de San Cucufato o San Cugat, como ustedes lo prefieran, un mártir del cristianismo que, nacido en el norte de África en el siglo III, murió en lo que ahora es Cataluña durante la persecución del emperador Diocleciano (302-303) a los cristianos, la más violenta que hubo antes de que Constantino y Licinio firmaran en 313 el famoso Edicto de Milán que dio fin a estas terribles persecuciones… San Cucufato- San Cugat- probó la violencia de la persecución. Fue encarcelado por predicar el cristianismo en la ciudad grecorromana de Ampurias, (provincia de Gerona) y antes de que le cortaran la cabeza, los verdugos le abrieron el vientre y le sacaron los intestinos -que él pudo meter nuevamente en su barriga y coserla con un cordel-; lo trataron de quemar en la hoguera, pero el fuego de ésta se apagó al soplo de un viento divino… Lo metieron en una mazmorra, donde él convirtió al cristianismo a sus carceleros. Finalmente, Dios permitió que muriera con el filo del hacha que le separó la cabeza del cuerpo… En su nombre se han bautizado: la localidad de San Cugat de Vallés (provincia de Barcelona, Cataluña, España) y el monasterio de esa localidad. Y en Gerona, hay varias iglesias parroquiales dedicadas a él. Pues bien, este santo es muy milagroso para encontrar objetos perdidos…. En mi caso, el objeto perdido fue Balam, el hermoso gato gris de mi hija Tere Hurtado, extraviado por cuatro días, después de que, por caerse de una pared que trataba de escalar, se encajó en el cuadril 9 centímetros de bambú seco…Al verlo herido Tere llamó al veterinario, le sacaron el bambú y limpiaron la herida…Pero el minino se asustó y huyó, desapareciendo de la casa, del jardín y de la calle de mi hija…Cuando hablé con ella, Balam tenía tres días desaparecido. Imposible encontrarlo en la barranca, en los jardines vecinos llenos de perros feroces, en los rincones más apartados de la casa. Nada. Fue entonces cuando recurrí a San Cucufato, San Cugat. Una noche entera le recé con fe, encendiéndole una veladora (aunque no fuera de cera verde, como marca la tradición), con el propósito de propagar su devoción en caso de que Balam reapareciera con vida…Casi con las esperanzas perdidas, el domingo pasado, el cuarto día de su desaparición (herido, sin medicamentos, comer o beber), Tere oyó un leve maullido que provenía del jardín. Rebuscó por los matorrales y lo encontró vivo aunque muy débil en una hendidura imperceptible a primera vista de la terraza, de la cual el gato no podía salir. Final feliz de la mascota y de su afligida dueña… Y yo, agradecida con San Cucufato.

Los milagros, San Cucufato y Balam


¿Existen los milagros? Para los racionalistas todo hecho puede tener una explicación lógica y científica; para muchas religiones, entre ellas la católica “son hechos que no pueden ser explicados de forma objetiva y que suceden como una acción realizada por un ser espiritual, sea Dios o sus santos con el fin de demostrar su amor a sus devotos, y así alimentar su fe”. Bueno, puedo decirles que yo creo en los milagros y en la intervención de los santos para que nos sucedan cosas extraordinarias… La semana pasada comprobé la acción de San Cucufato o San Cugat, como ustedes lo prefieran, un mártir del cristianismo que, nacido en el norte de África en el siglo III, murió en lo que ahora es Cataluña durante la persecución del emperador Diocleciano (302-303) a los cristianos, la más violenta que hubo antes de que Constantino y Licinio firmaran en 313 el famoso Edicto de Milán que dio fin a estas terribles persecuciones… San Cucufato- San Cugat- probó la violencia de la persecución. Fue encarcelado por predicar el cristianismo en la ciudad grecorromana de Ampurias, (provincia de Gerona) y antes de que le cortaran la cabeza, los verdugos le abrieron el vientre y le sacaron los intestinos -que él pudo meter nuevamente en su barriga y coserla con un cordel-; lo trataron de quemar en la hoguera, pero el fuego de ésta se apagó al soplo de un viento divino… Lo metieron en una mazmorra, donde él convirtió al cristianismo a sus carceleros. Finalmente, Dios permitió que muriera con el filo del hacha que le separó la cabeza del cuerpo… En su nombre se han bautizado: la localidad de San Cugat de Vallés (provincia de Barcelona, Cataluña, España) y el monasterio de esa localidad. Y en Gerona, hay varias iglesias parroquiales dedicadas a él. Pues bien, este santo es muy milagroso para encontrar objetos perdidos…. En mi caso, el objeto perdido fue Balam, el hermoso gato gris de mi hija Tere Hurtado, extraviado por cuatro días, después de que, por caerse de una pared que trataba de escalar, se encajó en el cuadril 9 centímetros de bambú seco…Al verlo herido Tere llamó al veterinario, le sacaron el bambú y limpiaron la herida…Pero el minino se asustó y huyó, desapareciendo de la casa, del jardín y de la calle de mi hija…Cuando hablé con ella, Balam tenía tres días desaparecido. Imposible encontrarlo en la barranca, en los jardines vecinos llenos de perros feroces, en los rincones más apartados de la casa. Nada. Fue entonces cuando recurrí a San Cucufato, San Cugat. Una noche entera le recé con fe, encendiéndole una veladora (aunque no fuera de cera verde, como marca la tradición), con el propósito de propagar su devoción en caso de que Balam reapareciera con vida…Casi con las esperanzas perdidas, el domingo pasado, el cuarto día de su desaparición (herido, sin medicamentos, comer o beber), Tere oyó un leve maullido que provenía del jardín. Rebuscó por los matorrales y lo encontró vivo aunque muy débil en una hendidura imperceptible a primera vista de la terraza, de la cual el gato no podía salir. Final feliz de la mascota y de su afligida dueña… Y yo, agradecida con San Cucufato.

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