/ sábado 25 de agosto de 2018

Acordanza

Las flores y la literatura


En su poema “Escrito con tinta verde” Octavio Paz escribe: “La tinta verde crea jardines/follajes donde cantan las letras/palabras que son árboles,/frases que son verdes constelaciones”….Las flores como palabra, las flores como símbolo en la literatura han sido cantadas por poetas y prosistas, porque la contemplación de los escritores hacia la naturaleza ha sido una actitud permanente desde que se inventó la escritura… Los poetas aún los más antiguos (China, La India) comenzaron a saquear la flora de paisajes y jardines para utilizarla como símbolos de su amor, de su virilidad y también como expresión de su desconcierto ante la vida y el destino humanos…Opulentas rosas, varoniles claveles y jazmines, lirios, camelias, azucenas, así como la palabra flor, pueblan poemas y narraciones. Árboles fuertes como robles, graves como los oscuros pinos, pardos como los olivos (Machado) o tristes como los pirules del Valle de México, han sido trasladados del paisaje al papel en versos y narraciones de toda índole….Con flores se simboliza el amor, la fugacidad de la vida, la belleza en su más pura expresión, la virginidad de las mujeres, su pureza, aún el reflejo de la Divinidad (San Juan de la Cruz) y ese indefinible y misterioso “antojo” de la vida como el que padece el árbol de don Diego Hurtado de Mendoza…También las flores pueden convertirse en instrumento del mal, como en el canto de un “poeta maldito” como lo fue Charles Baudelaire.

“Ser flor, es ser un poco de colores con brisa” escribió el tabasqueño Carlos Pellicer en su “Discurso por las flores”. Y esos colores con brisa entran en la hoja de papel para convertirse en un “jardín con follajes donde cantan las letras” como afirma Octavio Paz; o en un mural del Valle de México animado por la “Retórica del Paisaje”,(Pellicer); en motivo de envidia, o en la causa por la cual cambia el destino de un joven, como son las camelias en la novela de Muriel Barbery, “La elegancia del Erizo”. O, las orquídeas, las catleyas, prendidas en el pecho de Odette, el amor de Swaan en la novela de Marcel Proust En busca del tiempo perdido; en el amor del Pequeño Príncipe de Antoine de Saint Exupery…Flores del paisaje interior de poetas y escritores que escriben como Paz con tinta verde. Hoy reproduzco el árbol de don Diego Hurtado de Mendoza: “Aquel árbol que mueve la hoja/algo se le antoja./Aquel árbol de bello mirar/hace de manera, flores quiere dar;/algo se le antoja. /Aquel árbol del bello ver/hace de manera/quiere florecer:/algo se le antoja. /Hace de manera flores quiere dar,/ya demuestra:salidlas mirar:/ Algo se le antoja./Hace de manera quiere florecer:/Ya se demuestra:salidlas a ver:/Algo se le antoja-/Ya se demuestra; salidlas mirar./Vengan las damas las frutas cortar:/Algo se le antoja.”


Las flores y la literatura


En su poema “Escrito con tinta verde” Octavio Paz escribe: “La tinta verde crea jardines/follajes donde cantan las letras/palabras que son árboles,/frases que son verdes constelaciones”….Las flores como palabra, las flores como símbolo en la literatura han sido cantadas por poetas y prosistas, porque la contemplación de los escritores hacia la naturaleza ha sido una actitud permanente desde que se inventó la escritura… Los poetas aún los más antiguos (China, La India) comenzaron a saquear la flora de paisajes y jardines para utilizarla como símbolos de su amor, de su virilidad y también como expresión de su desconcierto ante la vida y el destino humanos…Opulentas rosas, varoniles claveles y jazmines, lirios, camelias, azucenas, así como la palabra flor, pueblan poemas y narraciones. Árboles fuertes como robles, graves como los oscuros pinos, pardos como los olivos (Machado) o tristes como los pirules del Valle de México, han sido trasladados del paisaje al papel en versos y narraciones de toda índole….Con flores se simboliza el amor, la fugacidad de la vida, la belleza en su más pura expresión, la virginidad de las mujeres, su pureza, aún el reflejo de la Divinidad (San Juan de la Cruz) y ese indefinible y misterioso “antojo” de la vida como el que padece el árbol de don Diego Hurtado de Mendoza…También las flores pueden convertirse en instrumento del mal, como en el canto de un “poeta maldito” como lo fue Charles Baudelaire.

“Ser flor, es ser un poco de colores con brisa” escribió el tabasqueño Carlos Pellicer en su “Discurso por las flores”. Y esos colores con brisa entran en la hoja de papel para convertirse en un “jardín con follajes donde cantan las letras” como afirma Octavio Paz; o en un mural del Valle de México animado por la “Retórica del Paisaje”,(Pellicer); en motivo de envidia, o en la causa por la cual cambia el destino de un joven, como son las camelias en la novela de Muriel Barbery, “La elegancia del Erizo”. O, las orquídeas, las catleyas, prendidas en el pecho de Odette, el amor de Swaan en la novela de Marcel Proust En busca del tiempo perdido; en el amor del Pequeño Príncipe de Antoine de Saint Exupery…Flores del paisaje interior de poetas y escritores que escriben como Paz con tinta verde. Hoy reproduzco el árbol de don Diego Hurtado de Mendoza: “Aquel árbol que mueve la hoja/algo se le antoja./Aquel árbol de bello mirar/hace de manera, flores quiere dar;/algo se le antoja. /Aquel árbol del bello ver/hace de manera/quiere florecer:/algo se le antoja. /Hace de manera flores quiere dar,/ya demuestra:salidlas mirar:/ Algo se le antoja./Hace de manera quiere florecer:/Ya se demuestra:salidlas a ver:/Algo se le antoja-/Ya se demuestra; salidlas mirar./Vengan las damas las frutas cortar:/Algo se le antoja.”


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