/ sábado 13 de octubre de 2018

Acordanza

Recordando a Margarita Peña, doctora en letras, autora de la edición crítica del cancionero novohispano Flores de baria poesía.


El 7 de octubre murió una de las investigadoras, maestras y escritoras eméritas más respetadas y queridas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM: me refiero a la doctora Margarita Peña Muñoz (agosto de 1937-octubre 2018). Su muerte me trajo mucha nostalgia de los tiempos universitarios cuando la conocí y estaba haciendo su maestría. Ella continuó la carrera académica iniciada con gran brillantez en los finales de la década de los 50.

Siempre la asocié con la generación de José Emilio Pacheco, aunque José Emilio era dos años menor que ella, pero la recuerdo en las aulas universitarias en el año 1961 o 1962 trabando amistad con Cristina Pacheco y, por supuesto con Beatriz Espejo, quien también iniciaba sus estudios de grado. Fue Beatriz, fundadora y primera directora de la revista El rehilete, quien me la presentó hace añales cuando las dos: Beatriz como creadora y Margarita como “correctora de estilo” e investigadora, fundaron esa revista trimestral de grata memoria. Con el entusiasmo de ellas y de escritoras como Elsa de Llarena, Carmen Rosensweig, Thelma Nava, Blanca Malo, Lourdes Garza Quesada, Guadalupe de León, Rosa Galindo -quien tenía a su cargo la administración- y Esther Ortega iniciaron la aventura editorial de El rehilete que duró 10 años.Recuerdo a sus fundadoras vendiendo la revista en los pasillos de la facultad de Filosofía y Letras. Recuerdo que Beatriz escribió en el editorial del primer número que el objeto de la revista era publicar obra de calidad de nuevos escritores. Lectora constante de la revista, observo que en 1963, se crea un Consejo Directivo integrado precisamente por las fundadoras de El Rehilete: Beatriz Espejo,Margarita Peña, Blanca Malo, Elsa de Llarena, Lourdes de la Garcia, y Carmen Rosenzweig y la otra Carmen: Andrade. Margarita y yo coincidimos en algunas clases, pero nuestros caminos se bifurcaron. Yo me dediqué al periodismo y ella a la academia, escogiendo como objeto de estudio, la investigación de la literatura novohispana, es decir el periodo colonial de nuestra literatura, que la llevó a investigar el Fondo de Manuscritos Hispánicos de la Biblioteca Nacional de París y el Archivo General de la Nación entre otros grandes archivos. Por sus conocimientos Margarita fue profesora-investigadora invitada en la Universidad de Indiana, Bloomington, Estados Unidos; en las universidades de Ottawa, Salamanca, Cádiz, Sevilla y Pekín, y en el Instituto Iberoamericano de Berlín (literatura de la Colonia y los Siglos de Oro); más de 30 años fue profesora de la UNAM. Me la encontré siendo miembro honorífico del Seminario de Cultura Mexicana y de la FEMU, la Federación de Mujeres Universitarias. Leí sus ensayos y artículos en la sección de Literatura Colonial de la Colección 5º Centenario; en la revista FEM; en Diálogos, diorama de la cultura, El Búho, El Día, El Nacional, Los Universitarios, Mundo Nuevo, Revista de Bellas Artes, Revista Universidad de México, Sábado, Thesis, Unomásuno… Sus trabajos, tanto de creación como de investigación le valieron numerosos premios. Como un homenaje me propongo leer su investigación: La palabra amordazada donde saca a la luz conjuros, cartas, sonetos, romances, declaraciones de reos e incluso un fragmento de un tratado de quiromancia- (Quiromancia y adivinación en la Nueva España) de los reos de las prisiones mexicanas, pues como investigadora, es quien da a conocer la literatura censurada por la Inquisición en México durante la colonia. México pierde a una gran investigadora de nuestro pasado colonial.

Recordando a Margarita Peña, doctora en letras, autora de la edición crítica del cancionero novohispano Flores de baria poesía.


El 7 de octubre murió una de las investigadoras, maestras y escritoras eméritas más respetadas y queridas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM: me refiero a la doctora Margarita Peña Muñoz (agosto de 1937-octubre 2018). Su muerte me trajo mucha nostalgia de los tiempos universitarios cuando la conocí y estaba haciendo su maestría. Ella continuó la carrera académica iniciada con gran brillantez en los finales de la década de los 50.

Siempre la asocié con la generación de José Emilio Pacheco, aunque José Emilio era dos años menor que ella, pero la recuerdo en las aulas universitarias en el año 1961 o 1962 trabando amistad con Cristina Pacheco y, por supuesto con Beatriz Espejo, quien también iniciaba sus estudios de grado. Fue Beatriz, fundadora y primera directora de la revista El rehilete, quien me la presentó hace añales cuando las dos: Beatriz como creadora y Margarita como “correctora de estilo” e investigadora, fundaron esa revista trimestral de grata memoria. Con el entusiasmo de ellas y de escritoras como Elsa de Llarena, Carmen Rosensweig, Thelma Nava, Blanca Malo, Lourdes Garza Quesada, Guadalupe de León, Rosa Galindo -quien tenía a su cargo la administración- y Esther Ortega iniciaron la aventura editorial de El rehilete que duró 10 años.Recuerdo a sus fundadoras vendiendo la revista en los pasillos de la facultad de Filosofía y Letras. Recuerdo que Beatriz escribió en el editorial del primer número que el objeto de la revista era publicar obra de calidad de nuevos escritores. Lectora constante de la revista, observo que en 1963, se crea un Consejo Directivo integrado precisamente por las fundadoras de El Rehilete: Beatriz Espejo,Margarita Peña, Blanca Malo, Elsa de Llarena, Lourdes de la Garcia, y Carmen Rosenzweig y la otra Carmen: Andrade. Margarita y yo coincidimos en algunas clases, pero nuestros caminos se bifurcaron. Yo me dediqué al periodismo y ella a la academia, escogiendo como objeto de estudio, la investigación de la literatura novohispana, es decir el periodo colonial de nuestra literatura, que la llevó a investigar el Fondo de Manuscritos Hispánicos de la Biblioteca Nacional de París y el Archivo General de la Nación entre otros grandes archivos. Por sus conocimientos Margarita fue profesora-investigadora invitada en la Universidad de Indiana, Bloomington, Estados Unidos; en las universidades de Ottawa, Salamanca, Cádiz, Sevilla y Pekín, y en el Instituto Iberoamericano de Berlín (literatura de la Colonia y los Siglos de Oro); más de 30 años fue profesora de la UNAM. Me la encontré siendo miembro honorífico del Seminario de Cultura Mexicana y de la FEMU, la Federación de Mujeres Universitarias. Leí sus ensayos y artículos en la sección de Literatura Colonial de la Colección 5º Centenario; en la revista FEM; en Diálogos, diorama de la cultura, El Búho, El Día, El Nacional, Los Universitarios, Mundo Nuevo, Revista de Bellas Artes, Revista Universidad de México, Sábado, Thesis, Unomásuno… Sus trabajos, tanto de creación como de investigación le valieron numerosos premios. Como un homenaje me propongo leer su investigación: La palabra amordazada donde saca a la luz conjuros, cartas, sonetos, romances, declaraciones de reos e incluso un fragmento de un tratado de quiromancia- (Quiromancia y adivinación en la Nueva España) de los reos de las prisiones mexicanas, pues como investigadora, es quien da a conocer la literatura censurada por la Inquisición en México durante la colonia. México pierde a una gran investigadora de nuestro pasado colonial.

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