/ sábado 11 de enero de 2020

Acordanza

En recuerdo de Sergio Fernández

El seis de enero murió Sergio Fernández, escritor, profesor emérito de la UNAM, investigador, premio Villaurrutia, Premio Nacional de Artes y Ciencias 2007. Sergio fue el gran experto en Literatura de los Siglos de Oro. Sus clases eran la puerta para internarnos en el mundo de Lope de Vega, de Calderón de la Barca, de Góngora, de nuestra Sor Juana Inés de la Cruz y de ese terrible autor que fue Francisco de Quevedo, cuyo espíritu satírico a veces se apoderaba del maestro quien explicaba con una malicia digna del sujeto de su estudio, los Sueños, el Buscón, el alguacil alguacilado… Fui alumna suya in illo tempore, cuando caminaban por los pasillos de la Facultad de Filosofía de la UNAM, Carlos Monsiváis, Beatriz Espejo, Cristina Pacheco, Hugo Hiriart, Margarita Palacios, las dos Galindo: Carmen y su hermana; Valkiria Wey, Anamari Gomiz, Felipe Garrido, Cristina Barros Valero, Margarita Peña, Rosaura Revueltas, y aún la rockera Julissa como estudiantes; y como profesores, los poetas Luis Rius y Luis Cernuda, Juan de la Encina, Justino Fernández, Julio Torri, Rubén Bonifaz Nuño, Rosario Castellanos, Luisa Josefina Hernández, Juan José Arreola, José Revueltas, María del Carmen Millán, Luis Villoro, por citar a quienes me llegan a la memoria… Recuerdo a Sergio en sus cuarenta años: chaparrito, de pelo ralo, ojos inteligentes, delgado -diría yo frágil de alguna manera- con un anillo de oro en el cual tenía grabado un escudo de armas -o me lo parecía-, en el dedo anular. Siempre bien vestido, de chaqueta deportiva en pana o en lana de merino… Lo tuve como maestro de Teatro del Siglo de Oro. En esas clases se transformaba para revivir el Corral de la Pacheca, la gravedad intelectual de Calderón de la Barca y su retorcido pensamiento pleno de espejos -el barroco en su esplendor-. Nos explicaba esa maravilla de obra solo comparable con las Meninas de Velázquez, titulada “La vida es Sueño” (¿qué es la vida, un frenesí/ ¿qué es la vida?/ una ilusión/, una sombra, una pasión /que el mayor bien es pequeño/que toda la vida es sueño/ y los sueños sueños son”… Pero en esa clase, su pasión era La Dorotea, de Lope de Vega…¡Qué forma la de Sergio de analizar el texto del Monstruo de la Naturaleza, que manera de desmenuzar sus sentimientos y sus pequeñas venganzas. Qué sufrir del joven Lope el amor y qué manera la de Sergio de transmitirnos ese sufrimiento, de actualizarlo a través de las palabras, las imágenes y las situaciones que Lope plantea… En otra de sus clases, sobre místicos y ascéticos del siglo XVI, descubría la maravilla del pensamiento de Teresa de Jesús y de Fray Juan de la Cruz. Los arranques del alma con Dios, su alegre profundidad y sensación de plenitud… Y nos explicaba Las Moradas y la autobiografía de la carmelita de Ávila con tal claridad que nos tenía extasiados a sus alumnos al conducirnos por los laberintos de las almas de esos españoles que buscaban a Dios hasta en los pucheros… En los seminarios que impartía en el posgrado, dejaba el siglo XVI para saltar al XX, con Virginia Woolf, con las novelas de Revueltas, con Proust… Maestro e investigador emérito, forjador de muchas generaciones de literatos, murió a las 93 años con los laureles de una vida dedicada a la literatura, a escribirla y describirla. Descanse en paz este gran maestro universitario.


En recuerdo de Sergio Fernández

El seis de enero murió Sergio Fernández, escritor, profesor emérito de la UNAM, investigador, premio Villaurrutia, Premio Nacional de Artes y Ciencias 2007. Sergio fue el gran experto en Literatura de los Siglos de Oro. Sus clases eran la puerta para internarnos en el mundo de Lope de Vega, de Calderón de la Barca, de Góngora, de nuestra Sor Juana Inés de la Cruz y de ese terrible autor que fue Francisco de Quevedo, cuyo espíritu satírico a veces se apoderaba del maestro quien explicaba con una malicia digna del sujeto de su estudio, los Sueños, el Buscón, el alguacil alguacilado… Fui alumna suya in illo tempore, cuando caminaban por los pasillos de la Facultad de Filosofía de la UNAM, Carlos Monsiváis, Beatriz Espejo, Cristina Pacheco, Hugo Hiriart, Margarita Palacios, las dos Galindo: Carmen y su hermana; Valkiria Wey, Anamari Gomiz, Felipe Garrido, Cristina Barros Valero, Margarita Peña, Rosaura Revueltas, y aún la rockera Julissa como estudiantes; y como profesores, los poetas Luis Rius y Luis Cernuda, Juan de la Encina, Justino Fernández, Julio Torri, Rubén Bonifaz Nuño, Rosario Castellanos, Luisa Josefina Hernández, Juan José Arreola, José Revueltas, María del Carmen Millán, Luis Villoro, por citar a quienes me llegan a la memoria… Recuerdo a Sergio en sus cuarenta años: chaparrito, de pelo ralo, ojos inteligentes, delgado -diría yo frágil de alguna manera- con un anillo de oro en el cual tenía grabado un escudo de armas -o me lo parecía-, en el dedo anular. Siempre bien vestido, de chaqueta deportiva en pana o en lana de merino… Lo tuve como maestro de Teatro del Siglo de Oro. En esas clases se transformaba para revivir el Corral de la Pacheca, la gravedad intelectual de Calderón de la Barca y su retorcido pensamiento pleno de espejos -el barroco en su esplendor-. Nos explicaba esa maravilla de obra solo comparable con las Meninas de Velázquez, titulada “La vida es Sueño” (¿qué es la vida, un frenesí/ ¿qué es la vida?/ una ilusión/, una sombra, una pasión /que el mayor bien es pequeño/que toda la vida es sueño/ y los sueños sueños son”… Pero en esa clase, su pasión era La Dorotea, de Lope de Vega…¡Qué forma la de Sergio de analizar el texto del Monstruo de la Naturaleza, que manera de desmenuzar sus sentimientos y sus pequeñas venganzas. Qué sufrir del joven Lope el amor y qué manera la de Sergio de transmitirnos ese sufrimiento, de actualizarlo a través de las palabras, las imágenes y las situaciones que Lope plantea… En otra de sus clases, sobre místicos y ascéticos del siglo XVI, descubría la maravilla del pensamiento de Teresa de Jesús y de Fray Juan de la Cruz. Los arranques del alma con Dios, su alegre profundidad y sensación de plenitud… Y nos explicaba Las Moradas y la autobiografía de la carmelita de Ávila con tal claridad que nos tenía extasiados a sus alumnos al conducirnos por los laberintos de las almas de esos españoles que buscaban a Dios hasta en los pucheros… En los seminarios que impartía en el posgrado, dejaba el siglo XVI para saltar al XX, con Virginia Woolf, con las novelas de Revueltas, con Proust… Maestro e investigador emérito, forjador de muchas generaciones de literatos, murió a las 93 años con los laureles de una vida dedicada a la literatura, a escribirla y describirla. Descanse en paz este gran maestro universitario.


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