/ domingo 7 de junio de 2020

Acordanza | Realidad distópica disparada por el coronavirus

Ningún escritor de ciencia ficción del siglo pasado y aún en éste -las películas y novelas abundan sobre el horrible futuro de nuestras sociedades azotadas por toda clase de males-, imaginó que la epidemia del coronavirus rompería las relaciones sociales, nos aventaría a las familias de todos los continentes a guardar la sana distancia, a temer el contagio de un virus que cuando mata, mata por asfixia

Realidad distópica, la pandemia ha puesto al descubierto que ninguna autoridad sanitaria, local o internacional, estaba preparada para enfrentarla: Gente muriéndose en los hospitales, pilas de cadáveres esperando ser cremados o enterrados sin funeral (ay, "¡que solos y tristes se quedan los muertos"!), mientras sus familias no pueden darles el último adiós…

Personas, como en Chiapas, que creen que la sanitización es, en realidad, una forma de esparcir el virus para matarlos y son capaces de incendiar alcaldías; gente que atacan al personal de salud o corren de sus viviendas a enfermeros, camilleros o personal de limpieza, por temor al contagio. Y mientras, se apodera de nosotros el terror. Los que permanecemos encerrados a piedra y lodo tras los muros de nuestra casa, temiendo el contagio del repartidor del supermercado, del gas; del cartero; del repartidor de periódicos, de los paseantes del parque al que se solía acudir; de la familia, hijos y nietos, que habita en su casa con la precaución de saludar, besar y abrazar por teléfono o por video conferencia. El microorganismo es un enemigo atroz, no perdona a nadie: buenos y malos, niños o ancianos. Escondido en los metales del metro, en los zapatos que pisaron un gargajo en la calle; en las manos que tocan mercancías en los mercados…

Esta es ahora nuestra realidad distópica, y no la literatura de ciencia ficción, aunque series postapocalípticas como la de los Muertos Vivientes, nos alertaran de un contagio masivo; de un microbio que los muertos, cuando muerden a los vivos, lo transmiten, convirtiendo en muertos vivientes a las personas infectadas…

¿Pero, que son las distopías?…

Los críticos literarios han dado en llamar así a esas realidades perversas, éticamente opuestas a los mundo utópicos donde florece el bien, la fraternidad, la igualdad, la felicidad y la abundancia. Las "Distopías" en literatura y cine guardan mucha relación con la época y el contexto socio-político en que se conciben. Por ejemplo, algunas distopías de la primera mitad del siglo XX, como la novela "El mundo feliz" de Aldous Huxley, advertía sobre el peligro de la ciencia y la técnica en un mundo altamente automatizado; o "1984", de Orwell, que alerta sobre los peligros del socialismo de estado, del control social, de la evolución de las democracias liberales hacia sociedades totalitarias y otras plagas políticas y sociológicas… El filósofo y economista inglés John Stuart Mill, acuñó el término "Distopía" en el siglo XIX, como contrario a "Utopía" creado por Tomás Moro para describir una sociedad perfecta o ideal. El problema de la "distopía del coronavirus" es que no se trata de literatura sino de una realidad que estamos viviendo y padeciendo y de la cual no tenemos para cuándo salir.

Ningún escritor de ciencia ficción del siglo pasado y aún en éste -las películas y novelas abundan sobre el horrible futuro de nuestras sociedades azotadas por toda clase de males-, imaginó que la epidemia del coronavirus rompería las relaciones sociales, nos aventaría a las familias de todos los continentes a guardar la sana distancia, a temer el contagio de un virus que cuando mata, mata por asfixia

Realidad distópica, la pandemia ha puesto al descubierto que ninguna autoridad sanitaria, local o internacional, estaba preparada para enfrentarla: Gente muriéndose en los hospitales, pilas de cadáveres esperando ser cremados o enterrados sin funeral (ay, "¡que solos y tristes se quedan los muertos"!), mientras sus familias no pueden darles el último adiós…

Personas, como en Chiapas, que creen que la sanitización es, en realidad, una forma de esparcir el virus para matarlos y son capaces de incendiar alcaldías; gente que atacan al personal de salud o corren de sus viviendas a enfermeros, camilleros o personal de limpieza, por temor al contagio. Y mientras, se apodera de nosotros el terror. Los que permanecemos encerrados a piedra y lodo tras los muros de nuestra casa, temiendo el contagio del repartidor del supermercado, del gas; del cartero; del repartidor de periódicos, de los paseantes del parque al que se solía acudir; de la familia, hijos y nietos, que habita en su casa con la precaución de saludar, besar y abrazar por teléfono o por video conferencia. El microorganismo es un enemigo atroz, no perdona a nadie: buenos y malos, niños o ancianos. Escondido en los metales del metro, en los zapatos que pisaron un gargajo en la calle; en las manos que tocan mercancías en los mercados…

Esta es ahora nuestra realidad distópica, y no la literatura de ciencia ficción, aunque series postapocalípticas como la de los Muertos Vivientes, nos alertaran de un contagio masivo; de un microbio que los muertos, cuando muerden a los vivos, lo transmiten, convirtiendo en muertos vivientes a las personas infectadas…

¿Pero, que son las distopías?…

Los críticos literarios han dado en llamar así a esas realidades perversas, éticamente opuestas a los mundo utópicos donde florece el bien, la fraternidad, la igualdad, la felicidad y la abundancia. Las "Distopías" en literatura y cine guardan mucha relación con la época y el contexto socio-político en que se conciben. Por ejemplo, algunas distopías de la primera mitad del siglo XX, como la novela "El mundo feliz" de Aldous Huxley, advertía sobre el peligro de la ciencia y la técnica en un mundo altamente automatizado; o "1984", de Orwell, que alerta sobre los peligros del socialismo de estado, del control social, de la evolución de las democracias liberales hacia sociedades totalitarias y otras plagas políticas y sociológicas… El filósofo y economista inglés John Stuart Mill, acuñó el término "Distopía" en el siglo XIX, como contrario a "Utopía" creado por Tomás Moro para describir una sociedad perfecta o ideal. El problema de la "distopía del coronavirus" es que no se trata de literatura sino de una realidad que estamos viviendo y padeciendo y de la cual no tenemos para cuándo salir.

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