/ lunes 28 de marzo de 2022

Acoso sexual en los centros educativos

La discusión sobre el acoso y la violencia que sufren las estudiantes en los centros de educación media y superior debe dejar de ser una reseña periodista en la coyuntura de un hecho deleznable o haya protestas. Apenas conocimos de denuncias en un CEBTIS en Chihuahua; en enero acusan a profesores de prepa en Culiacán; otro de un prominente maestro en la UNAM, meses atrás la nota la dio Salmerón del ITAM que pretendía ser embajador, y la lista es larga. El acoso contra alumnas en los centros educativos debe ser un tema de atención prioritaria para que las mujeres estén seguras, reconocerse es un problema desde que las mujeres están en la educación media y superior, es permisible porque a las chicas se les ve como objetos sexuales, y por lo tanto el problema tiene un origen sistémico patriarcal.


Maestros con un gran reconocimiento como docentes, con una gran trayectoria académica han sido acusados por acoso, y salvo por la presión, algunos han sopesado las consecuencias de su comportamiento. Ante este fenómeno, a las víctimas no se les da crédito cuando se deciden denunciar; otro impedimento es el miedo a las represalias, y la complicidad de la propia institución bloquea la posibilidad de denuncia. Las alumnas soportan miradas lascivas, tocamientos, intimidaciones, propuestas sexuales para sus calificaciones y violaciones en no pocos casos.


La Asociación Nacional de Universalidades e Instituciones de Educación Superior de la República Mexicana A.C. ANUIES aglutina alrededor de 207 Centros de educación superior, de los cuales 178 son públicas y 29 son particulares. Es un espacio invaluable para acordar compromisos que garanticen espacios seguros para las alumnas, eliminar el predominio de las relaciones de poder.


El marco legal contra la violencia hacia las mujeres es el fundamento para lograr los cambios normativos. Destaco como una buena práctica, el diseño por el Instituto Politécnico Nacional de una regla con mediciones de los tipos de violencia a las que se enfrenta una mujer, el Violentómetro, con un semáforo que comienza con el color verde especificando bromas hirientes, chantajes, celos y desde ahí sube a las tonalidades de amarillo y la alarma del acecho, la violencia aumentará si no se para; el rojo es lo más cruento: el feminicidio. Esta regla fue creada para fomentar conciencia contra la violencia hace más de 10 años y es de dominio público.


Mecanismos de denuncia como el MeToo, los tendederos, pizarrones y protestas con nombres de maestros, personal administrativo y estudiantes acosadores, han ventilado situaciones de violencia en los centros educativos, pero es insuficiente.


El Consejo Nacional de la ANUIES está integrado en su mayoría por hombres. La presencia de más mujeres en rectorías, en las facultades y centros de estudios influirá a romper los pactos de impunidad. El cambio se logrará cuando no haya más docentes y directivos intocables e influyentes, cuando funcionen los mecanismos de investigación que den confianza a las mujeres para las denuncias, se atienda cada caso sin cortapisas. Pero sobretodo se prevenga porque el acoso es un delito. Sin demérito de la autonomía de cada universidad, sería trascendental que desde la ANUIES se acuerde tolerancia cero a ese tipo de comportamientos, acordar reglas en todos las universidades y proceder con contundencia contra los violentadores. #NiUnaMás


Defensora de derechos humanos

La discusión sobre el acoso y la violencia que sufren las estudiantes en los centros de educación media y superior debe dejar de ser una reseña periodista en la coyuntura de un hecho deleznable o haya protestas. Apenas conocimos de denuncias en un CEBTIS en Chihuahua; en enero acusan a profesores de prepa en Culiacán; otro de un prominente maestro en la UNAM, meses atrás la nota la dio Salmerón del ITAM que pretendía ser embajador, y la lista es larga. El acoso contra alumnas en los centros educativos debe ser un tema de atención prioritaria para que las mujeres estén seguras, reconocerse es un problema desde que las mujeres están en la educación media y superior, es permisible porque a las chicas se les ve como objetos sexuales, y por lo tanto el problema tiene un origen sistémico patriarcal.


Maestros con un gran reconocimiento como docentes, con una gran trayectoria académica han sido acusados por acoso, y salvo por la presión, algunos han sopesado las consecuencias de su comportamiento. Ante este fenómeno, a las víctimas no se les da crédito cuando se deciden denunciar; otro impedimento es el miedo a las represalias, y la complicidad de la propia institución bloquea la posibilidad de denuncia. Las alumnas soportan miradas lascivas, tocamientos, intimidaciones, propuestas sexuales para sus calificaciones y violaciones en no pocos casos.


La Asociación Nacional de Universalidades e Instituciones de Educación Superior de la República Mexicana A.C. ANUIES aglutina alrededor de 207 Centros de educación superior, de los cuales 178 son públicas y 29 son particulares. Es un espacio invaluable para acordar compromisos que garanticen espacios seguros para las alumnas, eliminar el predominio de las relaciones de poder.


El marco legal contra la violencia hacia las mujeres es el fundamento para lograr los cambios normativos. Destaco como una buena práctica, el diseño por el Instituto Politécnico Nacional de una regla con mediciones de los tipos de violencia a las que se enfrenta una mujer, el Violentómetro, con un semáforo que comienza con el color verde especificando bromas hirientes, chantajes, celos y desde ahí sube a las tonalidades de amarillo y la alarma del acecho, la violencia aumentará si no se para; el rojo es lo más cruento: el feminicidio. Esta regla fue creada para fomentar conciencia contra la violencia hace más de 10 años y es de dominio público.


Mecanismos de denuncia como el MeToo, los tendederos, pizarrones y protestas con nombres de maestros, personal administrativo y estudiantes acosadores, han ventilado situaciones de violencia en los centros educativos, pero es insuficiente.


El Consejo Nacional de la ANUIES está integrado en su mayoría por hombres. La presencia de más mujeres en rectorías, en las facultades y centros de estudios influirá a romper los pactos de impunidad. El cambio se logrará cuando no haya más docentes y directivos intocables e influyentes, cuando funcionen los mecanismos de investigación que den confianza a las mujeres para las denuncias, se atienda cada caso sin cortapisas. Pero sobretodo se prevenga porque el acoso es un delito. Sin demérito de la autonomía de cada universidad, sería trascendental que desde la ANUIES se acuerde tolerancia cero a ese tipo de comportamientos, acordar reglas en todos las universidades y proceder con contundencia contra los violentadores. #NiUnaMás


Defensora de derechos humanos