/ domingo 26 de abril de 2020

Acuerdo Nacional Ciudadano

Donde la política, y sus intereses, se agoten, puede iniciar un acuerdo ciudadano para ayudar a superar las secuelas de la pandemia. Uno que no responda a grillas o a intenciones poco claras que parecen centrarse mucho en la disputa por el poder y poco en lo que le sucede a la gente común.

Debe ser un consenso que permita ponernos de acuerdo en lo mínimo necesario para evitar la corrupción, la impunidad, y la concentración económica que impide la competencia real y bloquea la reducción de la enorme desigualdad que todavía vivimos en el país.

También un acuerdo ciudadano que nos una y no nos divida más. Todas y todos cabemos en el país y tenemos muchos valores e ideales que nos acercan, en lugar de separarnos.

Hoy que entramos a la fase más delicada de esta crisis sanitaria y el agotamiento mental y físico son condiciones que complicarán mantener la calma y el buen juicio, debemos empezar ese consenso nacional desde casa y extenderlo a los diferentes espacios, ahora muchos de ellos virtuales, para conciliar, restaurar y pensar en las formas en que nos ayudaremos en cuanto recuperemos la movilidad.

Porque el siguiente reto será económico y si no lo enfrentamos de manera inteligente, las consecuencias del coronavirus se extenderán a los mismos problemas que nos afectaban antes de estas inesperadas circunstancias.

Por ello, a lo largo de todo el país es necesario que nos organicemos para ayudar a los pequeños negocios, a las tiendas de barrio, a aquellos que requerirán solidaridad de verdad, no limosnas, para equilibrar sus condiciones de vida; lo mismo que quienes puedan perder su empleo, ver reducidos sus ingresos o estar en paro temporal mientras sus lugares de trabajo recuperan un ritmo que permita reincorporarlos de nuevo.

También deberemos vigilar que cualquier programa social oficial, cualquier esfuerzo privado de apoyo e iniciativa civil para ayudar, lleguen a las personas que los necesitan. El gobierno en turno ha insistido que no habrá intermediarios, esa es buena noticia, pero del dicho al hecho hay un espacio amplio en el que siempre se pueden inmiscuir los intereses de partido, los de grupo y hasta una amoral forma de vida que se genera abanderando causas supuestamente de interés social. Aquí la denuncia será fundamental para que no se pierda un solo peso para los segmentos menos favorecidos de la población.

Si todavía queda alguna duda sobre como aportar un montón de granos de arena, empecemos con apoyar sin restricciones a las personas que nos ayudan en cualquier actividad en nuestro propio hogar y extendámoslo a cada servicio y producto que utilizamos. Conozcamos a quienes nos han ayudado durante años y sepamos de primera mano cómo asistirlos. No es un asunto de “hoy por ti y mañana por mí”, cuando todas y todos estamos en riesgo; se trata de tejer una auténtica red de ayuda desde cada uno y ampliarla lo más que se pueda.

En estos esfuerzos la tecnología es una aliada inesperada. Por medio de las redes sociales, de las App se pueden enlazar a miles de personas que en este momento permitirán crear vínculos poderosos de ayuda y de asistencia. Una de las grandes lecciones del COVID-19 es que no nos conocíamos, a veces ni en la propia casa, y este aislamiento nos está permitiendo conocer a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros vecinos, con la profundidad que se requiere para construir un mejor tipo de sociedad.

Si compartimos estas ideas, establecer un acuerdo nacional ciudadano no puede ser complicado, no tenemos que congeniar en todo y menos coincidir en preferencias políticas, simplemente compartir principios, valores y conceptos que logren construir una sociedad como la que aspiramos ser (al menos decimos que eso queremos).

Y si eso parece muy difícil, al menos salgamos de esta crisis como una sociedad mejor de la que éramos antes, no parece ser inalcanzable y el consenso es que si no distribuimos mejor todos los beneficios y las ventajas que tenemos como país, la siguiente pandemia es probable que no termine de la misma forma y nos encontremos en un escenario peor al actual, porque nuestra nación demanda renovarse para fortalecerse, más allá de las grillas, las noticias falsas y los intereses de grupo, que han sido el lastre que nos impide despegar.

Frente a las voces que llaman a la desesperación y otras a que nos dividamos todavía más, las y los ciudadanos debemos convocar a la unidad, a la mesura y a la acción en donde nos corresponde. Si efectivamente vamos en diferentes zonas de un mismo barco, es momento de mejorar las condiciones de la nave para que nadie se quede sin lo indispensable para seguir el viaje.

En juego está la nación que buscamos ser en el futuro y el legado que pensamos dejarle a nuestros hijos y nietos. ¿En verdad no podemos entendernos? No lo creo, porque a diario veo muchos ejemplos de comunidades que se tienden la mano y brindan ayuda sin pensar en recibir nada a cambio, más allá de convivir bajo un principio de bien común.

Si antes de la pandemia el ritmo de vida nos obligaba a ser más individualistas, preocupados por un pequeño grupo de personas y desestimar el poder de la convicción, de la educación, de la generosidad, el coronavirus nos detuvo en seco y nos obligó a replantearnos hasta la importancia del papel sanitario.

Aprovechemos las lecciones de esta pandemia y surjamos como una mejor versión social. Pongámonos de acuerdo, sin dobleces y a favor de México, el país que nos ha dado todo y al que debemos corresponderle igual.

Donde la política, y sus intereses, se agoten, puede iniciar un acuerdo ciudadano para ayudar a superar las secuelas de la pandemia. Uno que no responda a grillas o a intenciones poco claras que parecen centrarse mucho en la disputa por el poder y poco en lo que le sucede a la gente común.

Debe ser un consenso que permita ponernos de acuerdo en lo mínimo necesario para evitar la corrupción, la impunidad, y la concentración económica que impide la competencia real y bloquea la reducción de la enorme desigualdad que todavía vivimos en el país.

También un acuerdo ciudadano que nos una y no nos divida más. Todas y todos cabemos en el país y tenemos muchos valores e ideales que nos acercan, en lugar de separarnos.

Hoy que entramos a la fase más delicada de esta crisis sanitaria y el agotamiento mental y físico son condiciones que complicarán mantener la calma y el buen juicio, debemos empezar ese consenso nacional desde casa y extenderlo a los diferentes espacios, ahora muchos de ellos virtuales, para conciliar, restaurar y pensar en las formas en que nos ayudaremos en cuanto recuperemos la movilidad.

Porque el siguiente reto será económico y si no lo enfrentamos de manera inteligente, las consecuencias del coronavirus se extenderán a los mismos problemas que nos afectaban antes de estas inesperadas circunstancias.

Por ello, a lo largo de todo el país es necesario que nos organicemos para ayudar a los pequeños negocios, a las tiendas de barrio, a aquellos que requerirán solidaridad de verdad, no limosnas, para equilibrar sus condiciones de vida; lo mismo que quienes puedan perder su empleo, ver reducidos sus ingresos o estar en paro temporal mientras sus lugares de trabajo recuperan un ritmo que permita reincorporarlos de nuevo.

También deberemos vigilar que cualquier programa social oficial, cualquier esfuerzo privado de apoyo e iniciativa civil para ayudar, lleguen a las personas que los necesitan. El gobierno en turno ha insistido que no habrá intermediarios, esa es buena noticia, pero del dicho al hecho hay un espacio amplio en el que siempre se pueden inmiscuir los intereses de partido, los de grupo y hasta una amoral forma de vida que se genera abanderando causas supuestamente de interés social. Aquí la denuncia será fundamental para que no se pierda un solo peso para los segmentos menos favorecidos de la población.

Si todavía queda alguna duda sobre como aportar un montón de granos de arena, empecemos con apoyar sin restricciones a las personas que nos ayudan en cualquier actividad en nuestro propio hogar y extendámoslo a cada servicio y producto que utilizamos. Conozcamos a quienes nos han ayudado durante años y sepamos de primera mano cómo asistirlos. No es un asunto de “hoy por ti y mañana por mí”, cuando todas y todos estamos en riesgo; se trata de tejer una auténtica red de ayuda desde cada uno y ampliarla lo más que se pueda.

En estos esfuerzos la tecnología es una aliada inesperada. Por medio de las redes sociales, de las App se pueden enlazar a miles de personas que en este momento permitirán crear vínculos poderosos de ayuda y de asistencia. Una de las grandes lecciones del COVID-19 es que no nos conocíamos, a veces ni en la propia casa, y este aislamiento nos está permitiendo conocer a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros vecinos, con la profundidad que se requiere para construir un mejor tipo de sociedad.

Si compartimos estas ideas, establecer un acuerdo nacional ciudadano no puede ser complicado, no tenemos que congeniar en todo y menos coincidir en preferencias políticas, simplemente compartir principios, valores y conceptos que logren construir una sociedad como la que aspiramos ser (al menos decimos que eso queremos).

Y si eso parece muy difícil, al menos salgamos de esta crisis como una sociedad mejor de la que éramos antes, no parece ser inalcanzable y el consenso es que si no distribuimos mejor todos los beneficios y las ventajas que tenemos como país, la siguiente pandemia es probable que no termine de la misma forma y nos encontremos en un escenario peor al actual, porque nuestra nación demanda renovarse para fortalecerse, más allá de las grillas, las noticias falsas y los intereses de grupo, que han sido el lastre que nos impide despegar.

Frente a las voces que llaman a la desesperación y otras a que nos dividamos todavía más, las y los ciudadanos debemos convocar a la unidad, a la mesura y a la acción en donde nos corresponde. Si efectivamente vamos en diferentes zonas de un mismo barco, es momento de mejorar las condiciones de la nave para que nadie se quede sin lo indispensable para seguir el viaje.

En juego está la nación que buscamos ser en el futuro y el legado que pensamos dejarle a nuestros hijos y nietos. ¿En verdad no podemos entendernos? No lo creo, porque a diario veo muchos ejemplos de comunidades que se tienden la mano y brindan ayuda sin pensar en recibir nada a cambio, más allá de convivir bajo un principio de bien común.

Si antes de la pandemia el ritmo de vida nos obligaba a ser más individualistas, preocupados por un pequeño grupo de personas y desestimar el poder de la convicción, de la educación, de la generosidad, el coronavirus nos detuvo en seco y nos obligó a replantearnos hasta la importancia del papel sanitario.

Aprovechemos las lecciones de esta pandemia y surjamos como una mejor versión social. Pongámonos de acuerdo, sin dobleces y a favor de México, el país que nos ha dado todo y al que debemos corresponderle igual.