/ viernes 24 de diciembre de 2021

Además de alcohol, ¿qué más contiene una bebida?

Además de alcohol, ¿qué más contiene una bebida?

José de Jesús Hernández López (Colmich)

Entramos en una época en la que los festejos de fin de año suelen ir acompañados del consumo de alcohol. Las industrias de bebidas y los comerciantes lo saben. De hecho, durante la pandemia de covid-19 se ha incrementado el consumo en escala global y algunos bde los fabricantes son más ricos que antes de la pandemia.

En un estudio realizado por la Organización Panamericana de la Salud y publicado a fines de 2020 se muestra que la cerveza es la bebida más consumida, representando casi la mitad del total en nuestros países, seguida del vino y de los destilados. Una noticia menos agradable es que también aumentó el consumo de alcohol ilícito (de contrabando) e informal (casero), alcanzando un 4.7% en su conjunto, siendo los hombres quienes más recurrieron a estos dos últimos, lo mismo habitual que ocasionalmente.

Por lo general, en el sector de las bebidas alcohólicas se considera que el peligro se encuentra en comprar bebidas adulteradas, apócrifas, obtenidas mediante el contrabando o sin registros sanitarios. Así, al tomar los porcentajes antes mencionados y conocer las rutas por las cuales circulan esos productos, asegurarse de los establecimientos donde se compra la bebida, comprobar el correcto etiquetado y la evidencia del pago de impuestos disminuiría todavía más el riesgo potencial de comprar una bebida de cuyo contenido no se tiene la seguridad.

Empero, ¿cabe la posibilidad que aun cuando se adquiera una bebida directamente del productor, certificada, o en establecimientos formalmente establecidos, ésta contenga algún compuesto que pueda representar un riesgo para la salud?

En las localidades tequileras que he recorrido es común escuchar que un tequila contrahecho tiene metanol y puede causar ceguera. La verdad es que bebidas fermentadas o destiladas contienen metanol, y hasta nuestro propio organismo produce pequeñas cantidades de este tipo de alcohol. Estudios muy recientes, disponibles en internet, han demostrado que el nivel de metanol permitido por la Norma Oficial Mexicana para los destilados de agave se puede elevar hasta cinco veces más, sin que ello represente un riesgo para la salud. Según lo han mostrado otras investigaciones, sobre todo en Europa donde hay licores de frutas con esos niveles. El problema está en otra parte.

Pero, ¿hay algo más que los alcoholes etanol y metanol?

Desde 2019, el Grupo de Investigación de Interés Público de Estados Unidos (US PIRG), organización independiente, analizó diferentes cervezas y vinos de Europa, Estados Unidos y Asia, encontrando que de las 15 marcas de cerveza y cinco de vino analizadas, 19 contenían diferente porcentaje de un tipo de herbicida de amplio espectro, el cual se encuentra en el debate entre quienes sostienen que es carcinógeno (por ejemplo, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer) y los opositores (de las industrias alcohólicas) que piden casos contundentes, así como tomar en cuenta que las partes por billón –como se suelen medir– no superan los estándares de seguridad. La noticia en realidad no es tan nueva, porque años antes se habían encontrado residuos del mismo herbicida en cervezas en Alemania, y no sólo en las comerciales.

Empero, ha llamado la atención que en muchas de las marcas conocidas esté presente el mismo tipo de herbicida y, en consecuencia, cabe tanto la posibilidad que sea común cultivar con agroquímicos, como que éstos ya estén presentes en el ambiente y, para decirlo fácil, contaminen cultivos a los cuales no se les aplica, o incluso a los que son etiquetados como productos orgánicos. Es decir, aunque en una zona agrícola no se utilice, tanto los antecedentes de uso de los predios como las corrientes de aire o los escurrimientos provocados por las lluvias, por ejemplo, pueden transportar los herbicidas por diferentes vías.

Esto derivó en muchas otras cuestiones, de las cuales señalo dos:

La primera es que aquellos análisis fortalecen los indicios de que en muchos otros alimentos, granos, plantaciones también se encontrarán agroquímicos.

La segunda es que si, como algunos alegan, todavía no puede considerarse la presencia de estas sustancias en bebidas alcohólicas un importante riesgo para los seres humanos, mucho más cuando no se consumen importantes volúmenes, ¿qué pasa con la naturaleza que recibe constantemente dosis de herbicidas tan agresivos? ¿Se puede remediar esa situación?

Asuntos que están siendo atendidos ya en diferentes partes del mundo.

Volviendo a la pregunta planteada en el título de esta reflexión, necesitamos más investigación en el caso mexicano a propósito de la trazabilidad de cada producto, esto es: conocimiento respecto a por dónde y por qué manos pasó la bebida desde las materias primas hasta el producto final, así como las características de cada proceso, para saber además de alcohol, qué otra cosa contiene un mezcal, un tequila, una cerveza artesanal o un vino, a fin de tener elementos para determinar si el consumo de ese alcohol representa un riesgo para la salud del consumidor así como los efectos que tiene en el ecosistema.

Autor

El doctor José de Jesús Hernández López es investigador en el Centro de Estudios de Geografía Humana de El Colegio de Michoacán A. C.

Contacto: Eva Alcántar Muñoz, en el correo eva@colmich.edu.mx.

Quienes colaboramos en el blog México es ciencia les deseamos una ¡muy feliz Navidad!


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Además de alcohol, ¿qué más contiene una bebida?

José de Jesús Hernández López (Colmich)

Entramos en una época en la que los festejos de fin de año suelen ir acompañados del consumo de alcohol. Las industrias de bebidas y los comerciantes lo saben. De hecho, durante la pandemia de covid-19 se ha incrementado el consumo en escala global y algunos bde los fabricantes son más ricos que antes de la pandemia.

En un estudio realizado por la Organización Panamericana de la Salud y publicado a fines de 2020 se muestra que la cerveza es la bebida más consumida, representando casi la mitad del total en nuestros países, seguida del vino y de los destilados. Una noticia menos agradable es que también aumentó el consumo de alcohol ilícito (de contrabando) e informal (casero), alcanzando un 4.7% en su conjunto, siendo los hombres quienes más recurrieron a estos dos últimos, lo mismo habitual que ocasionalmente.

Por lo general, en el sector de las bebidas alcohólicas se considera que el peligro se encuentra en comprar bebidas adulteradas, apócrifas, obtenidas mediante el contrabando o sin registros sanitarios. Así, al tomar los porcentajes antes mencionados y conocer las rutas por las cuales circulan esos productos, asegurarse de los establecimientos donde se compra la bebida, comprobar el correcto etiquetado y la evidencia del pago de impuestos disminuiría todavía más el riesgo potencial de comprar una bebida de cuyo contenido no se tiene la seguridad.

Empero, ¿cabe la posibilidad que aun cuando se adquiera una bebida directamente del productor, certificada, o en establecimientos formalmente establecidos, ésta contenga algún compuesto que pueda representar un riesgo para la salud?

En las localidades tequileras que he recorrido es común escuchar que un tequila contrahecho tiene metanol y puede causar ceguera. La verdad es que bebidas fermentadas o destiladas contienen metanol, y hasta nuestro propio organismo produce pequeñas cantidades de este tipo de alcohol. Estudios muy recientes, disponibles en internet, han demostrado que el nivel de metanol permitido por la Norma Oficial Mexicana para los destilados de agave se puede elevar hasta cinco veces más, sin que ello represente un riesgo para la salud. Según lo han mostrado otras investigaciones, sobre todo en Europa donde hay licores de frutas con esos niveles. El problema está en otra parte.

Pero, ¿hay algo más que los alcoholes etanol y metanol?

Desde 2019, el Grupo de Investigación de Interés Público de Estados Unidos (US PIRG), organización independiente, analizó diferentes cervezas y vinos de Europa, Estados Unidos y Asia, encontrando que de las 15 marcas de cerveza y cinco de vino analizadas, 19 contenían diferente porcentaje de un tipo de herbicida de amplio espectro, el cual se encuentra en el debate entre quienes sostienen que es carcinógeno (por ejemplo, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer) y los opositores (de las industrias alcohólicas) que piden casos contundentes, así como tomar en cuenta que las partes por billón –como se suelen medir– no superan los estándares de seguridad. La noticia en realidad no es tan nueva, porque años antes se habían encontrado residuos del mismo herbicida en cervezas en Alemania, y no sólo en las comerciales.

Empero, ha llamado la atención que en muchas de las marcas conocidas esté presente el mismo tipo de herbicida y, en consecuencia, cabe tanto la posibilidad que sea común cultivar con agroquímicos, como que éstos ya estén presentes en el ambiente y, para decirlo fácil, contaminen cultivos a los cuales no se les aplica, o incluso a los que son etiquetados como productos orgánicos. Es decir, aunque en una zona agrícola no se utilice, tanto los antecedentes de uso de los predios como las corrientes de aire o los escurrimientos provocados por las lluvias, por ejemplo, pueden transportar los herbicidas por diferentes vías.

Esto derivó en muchas otras cuestiones, de las cuales señalo dos:

La primera es que aquellos análisis fortalecen los indicios de que en muchos otros alimentos, granos, plantaciones también se encontrarán agroquímicos.

La segunda es que si, como algunos alegan, todavía no puede considerarse la presencia de estas sustancias en bebidas alcohólicas un importante riesgo para los seres humanos, mucho más cuando no se consumen importantes volúmenes, ¿qué pasa con la naturaleza que recibe constantemente dosis de herbicidas tan agresivos? ¿Se puede remediar esa situación?

Asuntos que están siendo atendidos ya en diferentes partes del mundo.

Volviendo a la pregunta planteada en el título de esta reflexión, necesitamos más investigación en el caso mexicano a propósito de la trazabilidad de cada producto, esto es: conocimiento respecto a por dónde y por qué manos pasó la bebida desde las materias primas hasta el producto final, así como las características de cada proceso, para saber además de alcohol, qué otra cosa contiene un mezcal, un tequila, una cerveza artesanal o un vino, a fin de tener elementos para determinar si el consumo de ese alcohol representa un riesgo para la salud del consumidor así como los efectos que tiene en el ecosistema.

Autor

El doctor José de Jesús Hernández López es investigador en el Centro de Estudios de Geografía Humana de El Colegio de Michoacán A. C.

Contacto: Eva Alcántar Muñoz, en el correo eva@colmich.edu.mx.

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