/ martes 24 de enero de 2023

Adiós Jacinda Ardern

Arturo Flores López | Coordinador del Centro Anáhuac de Investigación en Relaciones Internacionales

Twitter: @arturofl

El nombre de Jacinda Ardern se volvió viral durante los días de la pandemia global de Covid-19. En el año 2017 se convirtió en la primera ministra electa con menor edad en el mundo, tenía treinta y siete años. Una de las primeras pruebas que enfrentó como gobernante fueron los dos tiroteos que se llevaron a cabo en mezquitas de la ciudad de Christchurch en marzo de 2019. El saldo de cincuenta personas fallecidas en el contexto de Nueva Zelanda se convirtió en una primera prueba de fuego para la joven surgida del partido laborista. Luego, en diciembre de 2019 sucedió otro incidente inesperado, la erupción del volcán White Island. Ubicado en la isla del mismo nombre, el también llamado volcán Whakaari, dejó como resultado inicial a 22 personas fallecidas y a otras más desaparecidas. Estas dos primeras situaciones fueron el preludio de lo que vendría en el 2020, no solo para Nueva Zelanda, sino para el mundo.

El destacado manejo que le dio a la pandemia se convirtió en una noticia de resonancia internacional en un momento histórico. El hecho llamó poderosamente la atención de la “experimentada” clase política mundial, ya que no era común que la joven política Ardern estuviera dando cátedra de cómo lidiar con la pandemia; obteniendo mejores resultados que la mayoría de los países. Sin embargo, un suceso que formó parte de las acciones complejas, desde el punto de vista político que tuvo que ejecutar en julio de 2020, fue solicitar la renuncia de Iain Lees-Galloway integrante de su gabinete, quien había sostenido una relación inapropiada con una integrante de su equipo por un año. Aunado a ello, en 2022 el gobierno de Ardern fue duramente criticado por el manejo ejercido durante la nueva ola de Covid-19 con la variante OMICRON. A su vez, un incidente por el que fue fuertemente desacreditada ocurrió a finales del mismo año. Cuando en una comparecencia dejó el micrófono abierto y se escuchó el insulto que vertió contra el líder de un partido menor de oposición, el Libertarian Act Party representado por David Seymour.

La semana pasada, de manera inesperada, Ardern, ahora de cuarenta y dos años, anunció su renuncia como primera ministra de Nueva Zelanda. La decisión tomó por sorpresa a muchos, quienes veían en ella a una joven con un futuro político brillante. Sus primeras declaraciones dejaron muy en claro que la tarea de gobernar, es definitivamente una que genera mucho desgaste. “Soy humana, los políticos son humanos… nosotros damos todo lo que podemos dar mientras podamos hacerlo, luego llega el tiempo de irse,” comentó la todavía primera ministra en sus primeras declaraciones a los medios. Continuó diciendo “han sido los cinco años y medio más significativos de mi vida… me voy porque con un trabajo tan privilegiado vienen grandes responsabilidades, como la de detectar cuando eres la persona indicada para liderar, pero también cuando no lo eres.” El caso de Ardern demuestra que, a pesar de tener un gobierno relativamente exitoso en muchos sentidos, los gobernantes están sumergidos en un mundo de presiones que nos hace olvidar que al final del día son tan humanos como cualquiera de nosotros.

Arturo Flores López | Coordinador del Centro Anáhuac de Investigación en Relaciones Internacionales

Twitter: @arturofl

El nombre de Jacinda Ardern se volvió viral durante los días de la pandemia global de Covid-19. En el año 2017 se convirtió en la primera ministra electa con menor edad en el mundo, tenía treinta y siete años. Una de las primeras pruebas que enfrentó como gobernante fueron los dos tiroteos que se llevaron a cabo en mezquitas de la ciudad de Christchurch en marzo de 2019. El saldo de cincuenta personas fallecidas en el contexto de Nueva Zelanda se convirtió en una primera prueba de fuego para la joven surgida del partido laborista. Luego, en diciembre de 2019 sucedió otro incidente inesperado, la erupción del volcán White Island. Ubicado en la isla del mismo nombre, el también llamado volcán Whakaari, dejó como resultado inicial a 22 personas fallecidas y a otras más desaparecidas. Estas dos primeras situaciones fueron el preludio de lo que vendría en el 2020, no solo para Nueva Zelanda, sino para el mundo.

El destacado manejo que le dio a la pandemia se convirtió en una noticia de resonancia internacional en un momento histórico. El hecho llamó poderosamente la atención de la “experimentada” clase política mundial, ya que no era común que la joven política Ardern estuviera dando cátedra de cómo lidiar con la pandemia; obteniendo mejores resultados que la mayoría de los países. Sin embargo, un suceso que formó parte de las acciones complejas, desde el punto de vista político que tuvo que ejecutar en julio de 2020, fue solicitar la renuncia de Iain Lees-Galloway integrante de su gabinete, quien había sostenido una relación inapropiada con una integrante de su equipo por un año. Aunado a ello, en 2022 el gobierno de Ardern fue duramente criticado por el manejo ejercido durante la nueva ola de Covid-19 con la variante OMICRON. A su vez, un incidente por el que fue fuertemente desacreditada ocurrió a finales del mismo año. Cuando en una comparecencia dejó el micrófono abierto y se escuchó el insulto que vertió contra el líder de un partido menor de oposición, el Libertarian Act Party representado por David Seymour.

La semana pasada, de manera inesperada, Ardern, ahora de cuarenta y dos años, anunció su renuncia como primera ministra de Nueva Zelanda. La decisión tomó por sorpresa a muchos, quienes veían en ella a una joven con un futuro político brillante. Sus primeras declaraciones dejaron muy en claro que la tarea de gobernar, es definitivamente una que genera mucho desgaste. “Soy humana, los políticos son humanos… nosotros damos todo lo que podemos dar mientras podamos hacerlo, luego llega el tiempo de irse,” comentó la todavía primera ministra en sus primeras declaraciones a los medios. Continuó diciendo “han sido los cinco años y medio más significativos de mi vida… me voy porque con un trabajo tan privilegiado vienen grandes responsabilidades, como la de detectar cuando eres la persona indicada para liderar, pero también cuando no lo eres.” El caso de Ardern demuestra que, a pesar de tener un gobierno relativamente exitoso en muchos sentidos, los gobernantes están sumergidos en un mundo de presiones que nos hace olvidar que al final del día son tan humanos como cualquiera de nosotros.