/ miércoles 31 de octubre de 2018

Aeropuerto: concierto de voces

La fotografía aparecida en la prensa lo dice todo. Radiantes, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador y dos de sus colaboradores aseguraban haber oído la voz del pueblo, que rara vez se equivoca, en el voto de un millón de personas cuya palabra, aseguraban, es inapelable: no al aeropuerto en la zona de Texcoco, sí al proyecto inacabado de la base militar de Santa Lucía.

En la imagen de la conferencia de prensa aparece un rostro sombrío, de entre preocupación y zozobra. El ya nombrado jefe de la oficina de la próxima presidencia de la República, el empresario Alfonso Romo, parecía haber escuchado otras voces. Las operaciones en la Bolsa Mexicana de Valores descendían en más de cuatro por ciento, en la jornada más negativa desde el anuncio del triunfo de Donald Trump en las elecciones para la presidencia de los Estados Unidos. La depreciación del peso frente al dólar alcanzaba, en esa jornada aciaga, una pérdida de más de tres por ciento. Eran las voces del mercado que reflejaban la mano invisible de la economía internacional que raras veces se equivoca.

Pero la emoción por las voces del pueblo que en la mesa de la conferencia de prensa se creyó haber escuchado no desa parecía. Aquí no manda el mercado, el que manda es el pueblo sabio, dijo con voz tranquilizadora, pausada, cargada de silencios reflexivos, el presidente electo. No pasa nada, dijo. Pero en la realidad pasa y mucho ocurrirá. La advertencia vino después: se está marcando una nueva frontera en la economía, una línea que divide al Estado y al mercado.

Fuera de la casa de transición de la colonia Roma se escuchaban otras voces que resonaban en el ámbito nacional e internacional de las finanzas. En inusitadas reuniones, los dirigentes de los organismos empresariales manifestaban su descontento por la decisión anunciada horas antes de la cancelación de la obra que con un avance del 30 por ciento seguirá en actividad hasta el 30 de noviembre, en cumplimiento de los compromisos adquiridos con empresarios y contratistas nacionales y extranjeros.

Las calificadoras del crédito y la confianza de todos los países reducían sus pronósticos ante los previsibles efectos de la cancelación de la obra de Texcoco. La advertencia de las demandas por el incumplimiento de esos compromisos, que significarán una pérdida de 120 mil millones de pesos se multiplicaba en esas horas de efervescencia político-financiera que siguieron al anuncio hecho por la mañana por el presidente electo López Obrador. El propio presidente de la República, Enrique Peña Nieto, al sostener que respetará las decisiones del próximo gobierno, se sumó a la advertencia: con recursos fiscales, es decir, con dinero del erario, se tendrá que pagar la deuda contraída por los bonos emitidos para la obra del aeropuerto en Texcoco.

Si las voces en tono festivo unas, otras, como el de las campanas que tocan a muerto se escuchaban en el cargado espacio aéreo; las había de amargura y preocupación no menos apreciables, las de 18 mil trabajadores empleados en la obra del aeropuerto que de la noche a la mañana se verán en la angustia de buscar el diario sustento. Perdidas en la confusión y el barullo, en la preocupación y el comentario que seguirán en los próximos días, poco se escuchan las voces angustiadas del desempleo de miles de trabajadores, muchas de las cuales, decepcionadas, lamentarán haber dado su voto en favor de quien voltea la espalda a su esperanza.

Srio28@prodigy.net.mx

La fotografía aparecida en la prensa lo dice todo. Radiantes, el presidente electo Andrés Manuel López Obrador y dos de sus colaboradores aseguraban haber oído la voz del pueblo, que rara vez se equivoca, en el voto de un millón de personas cuya palabra, aseguraban, es inapelable: no al aeropuerto en la zona de Texcoco, sí al proyecto inacabado de la base militar de Santa Lucía.

En la imagen de la conferencia de prensa aparece un rostro sombrío, de entre preocupación y zozobra. El ya nombrado jefe de la oficina de la próxima presidencia de la República, el empresario Alfonso Romo, parecía haber escuchado otras voces. Las operaciones en la Bolsa Mexicana de Valores descendían en más de cuatro por ciento, en la jornada más negativa desde el anuncio del triunfo de Donald Trump en las elecciones para la presidencia de los Estados Unidos. La depreciación del peso frente al dólar alcanzaba, en esa jornada aciaga, una pérdida de más de tres por ciento. Eran las voces del mercado que reflejaban la mano invisible de la economía internacional que raras veces se equivoca.

Pero la emoción por las voces del pueblo que en la mesa de la conferencia de prensa se creyó haber escuchado no desa parecía. Aquí no manda el mercado, el que manda es el pueblo sabio, dijo con voz tranquilizadora, pausada, cargada de silencios reflexivos, el presidente electo. No pasa nada, dijo. Pero en la realidad pasa y mucho ocurrirá. La advertencia vino después: se está marcando una nueva frontera en la economía, una línea que divide al Estado y al mercado.

Fuera de la casa de transición de la colonia Roma se escuchaban otras voces que resonaban en el ámbito nacional e internacional de las finanzas. En inusitadas reuniones, los dirigentes de los organismos empresariales manifestaban su descontento por la decisión anunciada horas antes de la cancelación de la obra que con un avance del 30 por ciento seguirá en actividad hasta el 30 de noviembre, en cumplimiento de los compromisos adquiridos con empresarios y contratistas nacionales y extranjeros.

Las calificadoras del crédito y la confianza de todos los países reducían sus pronósticos ante los previsibles efectos de la cancelación de la obra de Texcoco. La advertencia de las demandas por el incumplimiento de esos compromisos, que significarán una pérdida de 120 mil millones de pesos se multiplicaba en esas horas de efervescencia político-financiera que siguieron al anuncio hecho por la mañana por el presidente electo López Obrador. El propio presidente de la República, Enrique Peña Nieto, al sostener que respetará las decisiones del próximo gobierno, se sumó a la advertencia: con recursos fiscales, es decir, con dinero del erario, se tendrá que pagar la deuda contraída por los bonos emitidos para la obra del aeropuerto en Texcoco.

Si las voces en tono festivo unas, otras, como el de las campanas que tocan a muerto se escuchaban en el cargado espacio aéreo; las había de amargura y preocupación no menos apreciables, las de 18 mil trabajadores empleados en la obra del aeropuerto que de la noche a la mañana se verán en la angustia de buscar el diario sustento. Perdidas en la confusión y el barullo, en la preocupación y el comentario que seguirán en los próximos días, poco se escuchan las voces angustiadas del desempleo de miles de trabajadores, muchas de las cuales, decepcionadas, lamentarán haber dado su voto en favor de quien voltea la espalda a su esperanza.

Srio28@prodigy.net.mx