Por Eduardo Vázquez
Este año 2021 la Ciudad de México estuvo aprueba. Intensas lluvias saturaron los sistemas de desalojo de agua, provocando graves inundaciones que afectaron varias zonas de la ciudad y a municipios conurbados; y que también tuvieron fuertes repercusiones en Tula, Hidalgo, que se inundó de las aguas negras que se desalojan en el Valle del Mezquital.
Al mismo tiempo, una grave sequía ha mantenido a las presas del Sistema Cutzamala con bajos niveles en su capacidad de almacenamiento. Una sequía cuyos principales efectos se resentirán el próximo año, dado que aún son bajos los niveles de agua en las presas que abastecen el 40% del agua que se consume en la ciudad.
Se ha advertido por parte del panel de investigadores del IPCC que el cambio climático está afectando el ciclo hidrológico mundial y esto conlleva una mayor intensidad de precipitaciones, inundaciones y sequías más intensas. Ante estos desafíos, las ciudades deben plantear nuevas estrategias para adaptar su infraestructura y ser más resilientes ante estos fenómenos.
En el caso de la Ciudad de México, esto es representa una desafío aún mayor si consideramos que nuestra cuenca se asienta en una de las zonas con menor disponibilidad de agua del planeta, y es la zona con mayor presión hídrica del país. Los retos para suministrar de agua a la CDMX son complejos y de gran escala al tener que garantizar servicios para 9 millones de habitantes y 4.2 millones de población flotante.
Es urgente atender estos desafíos mediante una redifición del desarrollo urbano que ponga énfasis en su relación con el agua. No es viable seguir poniendo chapopote a las calles y avenidas y seguir el ritmo de urbanización de la ciudad sin integrar todos los componentes del ciclo urbano del agua: abastecimiento, saneamiento y reúso.
Un nuevo enfoque de planeación urbana debe considerar al agua como un elemento fundamental que fomente un adecuado ordenamiento territorial y de protección de las zonas de conservación, espacio que comprende poco más de la mitad del territorio de la ciudad.
El agua está en el centro del desarrollo sostenible y resulta fundamental para el desarrollo social, económico, para la conservación saludable de los ecosistemas y para la supervivencia humana. Por ello es fundamental como sociedad reimaginar la forma en la que nos relacionamos con el agua que nos ayude a mantener una cultura de respeto hacia los ecosistemas y valorar los servicios esenciales que proporcionan para un desarrollo sostenible.
Los procesos ecológicos mantenidos por los ecosistemas y los suelos en bosques, praderas, humedales, así como en paisajes agrícolas y urbanos, juegan un papel fundamental en el ciclo hidrológico y en el movimiento, almacenamiento y transformación del agua. Su conservación, restauración y mantenimiento, juegan un papel fundamental.
Para fortalecer la seguridad hídrica es necesaria la integración de infraestructuras verdes y grises para una gestión integral del agua que ayuden a disminuir y controlar inundaciones; promover la infiltración y recarga del acuífero; promover un mayor tratamiento y reúso; impulsar mayor captación y almacenamiento; así como mejorar y aumentar las áreas verdes y espacios públicos
El agua contribuye a mejorar el bienestar social y el crecimiento inclusivo y por ello desde Agua Capital estamos promoviendo acciones para el impulso de soluciones basadas en la naturaleza, que juegan parte fundamental en una estrategia de ciudades pensadas a partir de su relación con el agua.
Estamos convencidos de que al poner de nuevo la mirada en el agua como eje del desarrollo integral de la ciudad, garantizará la seguridad hídrica y la promoción de infraestructuras naturales y artificiales para garantizar el máximo de beneficios ambientales.