/ miércoles 28 de octubre de 2020

Agua: un gran pendiente

El agua es un elemento esencial para la vida: 70% del planeta Tierra, al igual que 70% del cuerpo humano, están compuestos por agua. Más allá del líquido vital per se, el agua de buena calidad es esencial para el bienestar del ser humano y de otros seres vivos, así como para el buen funcionamiento de los ecosistemas, terrestres y acuáticos, y de los servicios ambientales que éstos proporcionan, lo que redunda en la buena marcha de las actividades productivas impulsadas por los humanos.

Garantizar una buena calidad del agua resulta fundamental para todos los países de la comunidad internacional, a fin de alcanzar el cumplimiento de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es el caso específico del ODS 6 orientado a garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y su saneamiento, el del ODS 3 relativo a la salud y el bienestar, y el ODS 2 sobre la erradicación del hambre, en el queel agua también es fundamental.

Lamentablemente, el acceso al agua limpia y al saneamiento siguen siendo un gran pendiente en el mundo, pues en todas las regiones existen cuerpos de agua altamente contaminados. De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2015, 71% de la población global tenía acceso al agua potable gestionada de forma segura; pero al mismo tiempo, 2 mil millones de personas se abastecían de una fuente de agua potable contaminada por heces. Al respecto, la OMS calcula que la contaminación del agua potable es causante de más de medio millón de muertes por diarrea, anualmente, además de que es un medio en el que se pueden transmitir otras enfermedades como cólera, disentería, fiebre tifoidea y poliomielitis, entre otras (Organización Mundial de la Salud, 2019a).

La amenaza que supone el fenómeno del cambio climático, provoca complicaciones adicionales para el suministro de agua de buena calidad. De acuerdo con el Quinto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), de 2014, las proyecciones sobre el calentamiento global y sus efectos durante el siglo XXI, apuntan a una reducción de la cantidad de agua superficial y subterránea, y también al incremento de la competencia por el recurso hídrico; asimismo, se espera una reducción de la calidad del agua en términos generales y, por lo tanto, un aumento en los riesgos del suministro de agua potable y de las consecuentes afectaciones a la salud humana.

En México, la contaminación de los acuíferos es una problemática de suma importancia. Si bien, parte del problema se genera por las descargas de aguas residuales industriales sin previo tratamiento, así como por la mala disposición y recolección de residuos sólidos, también se debe a un tema de poder político. Las concesiones que se dan para el uso de aguas subterráneas o de aguas superficiales, responden a intereses económicos prioritarios del gobierno.

Actualmente, el marco regulatorio del agua está en revisión y seguramente implicará un cambio en la gestión del recurso.

En México, la realidad es que hay un acceso desigual al agua entre las personas. Con las modificaciones constitucionales del 2012, parecía que la transición hídrica en México sería una realidad al poner el centro en las personas, y al exigir el derecho humano al agua. Sin embargo, al voltear a ver la realidad de las cuencas hídricas en el país, y el aprovechamiento que se hace del recurso, tanto de aguas superficiales como de aguas subterráneas, constatamos que no es solo cuestión de un derecho humano; se trata también de la forma en la que se toman las decisiones políticas para el uso del recurso hídrico.

Debemos de exigir el cumplimiento de principios de ética en el uso y disfrute del agua, en el uso de la evidencia científica para orientar la toma de decisiones, y finalmente, en la transparencia de la información pública. La divulgación de la información es clave para que todos los ciudadanos puedan estar informados de lo que pasa con el agua, y de cómo se mueve en el sistema natural.

En los atlas de aguas, se clasifican los usos del agua, y se observa que la agricultura es el mayor consumidor de la misma. Sin embargo, hay otro gran consumidor que es la industria, en particular la lechera, las embotelladoras de agua, las refresqueras, las cerveceras, las armadoras de automóviles, las mineras, etc., por citar las principales, ya que son las que cuentan con concesiones. Pero aquí se trata de un nuevo tema: la forma en la que se dan las concesiones.

Tenemos que aprovechar este momento de discusión nacional en torno a la Ley de Aguas, para analizar temas muy puntuales y atrevernos a revisar la forma en la que se toman las decisiones de poder en torno al aprovechamiento del agua. Por el bien de todos, cuidemos nuestros recursos hídricos y hagamos un uso y aprovechamiento sustentable del agua.

El agua es un elemento esencial para la vida: 70% del planeta Tierra, al igual que 70% del cuerpo humano, están compuestos por agua. Más allá del líquido vital per se, el agua de buena calidad es esencial para el bienestar del ser humano y de otros seres vivos, así como para el buen funcionamiento de los ecosistemas, terrestres y acuáticos, y de los servicios ambientales que éstos proporcionan, lo que redunda en la buena marcha de las actividades productivas impulsadas por los humanos.

Garantizar una buena calidad del agua resulta fundamental para todos los países de la comunidad internacional, a fin de alcanzar el cumplimiento de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es el caso específico del ODS 6 orientado a garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y su saneamiento, el del ODS 3 relativo a la salud y el bienestar, y el ODS 2 sobre la erradicación del hambre, en el queel agua también es fundamental.

Lamentablemente, el acceso al agua limpia y al saneamiento siguen siendo un gran pendiente en el mundo, pues en todas las regiones existen cuerpos de agua altamente contaminados. De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2015, 71% de la población global tenía acceso al agua potable gestionada de forma segura; pero al mismo tiempo, 2 mil millones de personas se abastecían de una fuente de agua potable contaminada por heces. Al respecto, la OMS calcula que la contaminación del agua potable es causante de más de medio millón de muertes por diarrea, anualmente, además de que es un medio en el que se pueden transmitir otras enfermedades como cólera, disentería, fiebre tifoidea y poliomielitis, entre otras (Organización Mundial de la Salud, 2019a).

La amenaza que supone el fenómeno del cambio climático, provoca complicaciones adicionales para el suministro de agua de buena calidad. De acuerdo con el Quinto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), de 2014, las proyecciones sobre el calentamiento global y sus efectos durante el siglo XXI, apuntan a una reducción de la cantidad de agua superficial y subterránea, y también al incremento de la competencia por el recurso hídrico; asimismo, se espera una reducción de la calidad del agua en términos generales y, por lo tanto, un aumento en los riesgos del suministro de agua potable y de las consecuentes afectaciones a la salud humana.

En México, la contaminación de los acuíferos es una problemática de suma importancia. Si bien, parte del problema se genera por las descargas de aguas residuales industriales sin previo tratamiento, así como por la mala disposición y recolección de residuos sólidos, también se debe a un tema de poder político. Las concesiones que se dan para el uso de aguas subterráneas o de aguas superficiales, responden a intereses económicos prioritarios del gobierno.

Actualmente, el marco regulatorio del agua está en revisión y seguramente implicará un cambio en la gestión del recurso.

En México, la realidad es que hay un acceso desigual al agua entre las personas. Con las modificaciones constitucionales del 2012, parecía que la transición hídrica en México sería una realidad al poner el centro en las personas, y al exigir el derecho humano al agua. Sin embargo, al voltear a ver la realidad de las cuencas hídricas en el país, y el aprovechamiento que se hace del recurso, tanto de aguas superficiales como de aguas subterráneas, constatamos que no es solo cuestión de un derecho humano; se trata también de la forma en la que se toman las decisiones políticas para el uso del recurso hídrico.

Debemos de exigir el cumplimiento de principios de ética en el uso y disfrute del agua, en el uso de la evidencia científica para orientar la toma de decisiones, y finalmente, en la transparencia de la información pública. La divulgación de la información es clave para que todos los ciudadanos puedan estar informados de lo que pasa con el agua, y de cómo se mueve en el sistema natural.

En los atlas de aguas, se clasifican los usos del agua, y se observa que la agricultura es el mayor consumidor de la misma. Sin embargo, hay otro gran consumidor que es la industria, en particular la lechera, las embotelladoras de agua, las refresqueras, las cerveceras, las armadoras de automóviles, las mineras, etc., por citar las principales, ya que son las que cuentan con concesiones. Pero aquí se trata de un nuevo tema: la forma en la que se dan las concesiones.

Tenemos que aprovechar este momento de discusión nacional en torno a la Ley de Aguas, para analizar temas muy puntuales y atrevernos a revisar la forma en la que se toman las decisiones de poder en torno al aprovechamiento del agua. Por el bien de todos, cuidemos nuestros recursos hídricos y hagamos un uso y aprovechamiento sustentable del agua.