/ miércoles 7 de noviembre de 2018

Aguas profundas | La refinería… que no va a ser

Uno de los temas clave que empezó a trabajar el equipo de AMLO en la transición es el relacionado con el proyecto de la nueva refinería que implica enterrar la apuesta lógica de Tula, Hidalgo (el mercado del centro del país que más demanda tiene y más crece) para construirla en Dos Bocas, Tabasco, muy cerca de los centros de producción, pero lejos de las grandes zonas de consumo.

El plan original era más o menos el siguiente: la refinería será hecha por Pemex desde el punto de vista de la petrolera estatal, atendiendo la directiva de abastecer al sur del país, que es donde menos se consume; con una gran participación de empresas mexicanas. El volumen de la obra, estimado por el propio deseo del presidente electo era de 400 mil barriles diarios.

Por la información que se ha desprendido desde los especialistas que trabajan con el que será nuevo director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, la verdad es que el proyecto deberá ser replanteado en muchos sentidos, uno de ellos la capacidad y el costo del proyecto.

Salvado el primer obstáculo que fue diseñar una logística en la que el crudo llegue por vías nuevas a Dos Bocas y se haga un planteamiento de cómo hacer salir el producto procesado a los mercados que lo requieran se vinieron una serie de problemas.

De entrada, se espera que el costo real de la nueva refinería, como la quieren hacer, no sea de ocho mil millones de dólares, sino al menos de 10 mil millones dadas las diferencias que se deben de resolver frente a proyectos más cercanos.

Así, entre las diferencias está si va a usar petróleo nacional o importado, así como el tipo de aceite que se va a procesar. Mientras más pesado sea el crudo (Maya, por ejemplo) más infraestructura se necesita.

Otra diferencia es el tamaño, la sugerencia que se ha hecho es de que sea de, cuando mucho, 250 mil barriles diarios y entonces sí bajar el costo de la construcción a unos cinco o seis mil millones de dólares.

Es decir, si quieren gastar menos deben hacer un proyecto mucho menor que ya no le da viabilidad al proyecto.

Hasta ahora se han acercado al menos tres grandes compañías constructoras dispuestas a firmar los contratos necesarios para iniciar el proyecto. Alzan la mano, pero están pensando en esquemas donde la construcción y la operación corran con el riesgo de Pemex, más allá de la reforma energética: las pláticas que se han hecho con los constructores -todos ellos extranjeros- tienen en común que la propiedad de las refinerías de Pemex se queda en manos del Estado mexicano y ellos sólo cobrarían por lo hecho.

La última refinería que se construyó en América Latina inició operaciones en 2014 y su tamaño es de 115 mil barriles diarios.

Lo que nos dicen es que esta información ya la tiene el jefe de todos. Que Octavio Romero Oropeza ya pasó su informe y todo depende de su decisión, misma que no será evaluada en Pemex, sino en la Secretaría de Energía.

Como lo lee: la decisión tomada es que Rocío Nahle, próxima titular de la Secretaría de Energía, será la encargada del proyecto, mientras que Pemex se enfocará directamente en la producción de hidrocarburos en aguas someras.

Uno de los temas clave que empezó a trabajar el equipo de AMLO en la transición es el relacionado con el proyecto de la nueva refinería que implica enterrar la apuesta lógica de Tula, Hidalgo (el mercado del centro del país que más demanda tiene y más crece) para construirla en Dos Bocas, Tabasco, muy cerca de los centros de producción, pero lejos de las grandes zonas de consumo.

El plan original era más o menos el siguiente: la refinería será hecha por Pemex desde el punto de vista de la petrolera estatal, atendiendo la directiva de abastecer al sur del país, que es donde menos se consume; con una gran participación de empresas mexicanas. El volumen de la obra, estimado por el propio deseo del presidente electo era de 400 mil barriles diarios.

Por la información que se ha desprendido desde los especialistas que trabajan con el que será nuevo director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, la verdad es que el proyecto deberá ser replanteado en muchos sentidos, uno de ellos la capacidad y el costo del proyecto.

Salvado el primer obstáculo que fue diseñar una logística en la que el crudo llegue por vías nuevas a Dos Bocas y se haga un planteamiento de cómo hacer salir el producto procesado a los mercados que lo requieran se vinieron una serie de problemas.

De entrada, se espera que el costo real de la nueva refinería, como la quieren hacer, no sea de ocho mil millones de dólares, sino al menos de 10 mil millones dadas las diferencias que se deben de resolver frente a proyectos más cercanos.

Así, entre las diferencias está si va a usar petróleo nacional o importado, así como el tipo de aceite que se va a procesar. Mientras más pesado sea el crudo (Maya, por ejemplo) más infraestructura se necesita.

Otra diferencia es el tamaño, la sugerencia que se ha hecho es de que sea de, cuando mucho, 250 mil barriles diarios y entonces sí bajar el costo de la construcción a unos cinco o seis mil millones de dólares.

Es decir, si quieren gastar menos deben hacer un proyecto mucho menor que ya no le da viabilidad al proyecto.

Hasta ahora se han acercado al menos tres grandes compañías constructoras dispuestas a firmar los contratos necesarios para iniciar el proyecto. Alzan la mano, pero están pensando en esquemas donde la construcción y la operación corran con el riesgo de Pemex, más allá de la reforma energética: las pláticas que se han hecho con los constructores -todos ellos extranjeros- tienen en común que la propiedad de las refinerías de Pemex se queda en manos del Estado mexicano y ellos sólo cobrarían por lo hecho.

La última refinería que se construyó en América Latina inició operaciones en 2014 y su tamaño es de 115 mil barriles diarios.

Lo que nos dicen es que esta información ya la tiene el jefe de todos. Que Octavio Romero Oropeza ya pasó su informe y todo depende de su decisión, misma que no será evaluada en Pemex, sino en la Secretaría de Energía.

Como lo lee: la decisión tomada es que Rocío Nahle, próxima titular de la Secretaría de Energía, será la encargada del proyecto, mientras que Pemex se enfocará directamente en la producción de hidrocarburos en aguas someras.