/ martes 22 de septiembre de 2020

Ajo y Agua | Cosas buenas que parecen malas

Oribe Peralta y Uriel Antuna cometieron una indiscreción al conversar alegremente e incluso intercambiar playeras con jugadores del América tras perder el clásico del futbol mexicano, cuando esta situación debería estar prohibida como parte del protocolo sanitario para evitar contagios de Covid-19.

No hay que confundir la gimnasia con la magnesia, sobre todo en una época en la que desde hace ya algunos años se intenta erradicar la violencia en los estadios de futbol.

Sin embargo, perder un partido, sobre todo uno tan importante como el clásico entre América y Chivas, uno de los más esperados de la temporada, no debe tomarse a la ligera.

Tan trascendental es saber perder como lo es mostrar vergüenza deportiva, al menos sobre el terreno de juego.

Una de las cosas más bonitas del futbol es la gran cantidad de amigos que te deja, incluso por todo el mundo. Pero jamás se debe olvidar que sobre la cancha, frente a la mirada de los aficionados y de las cámaras, siempre serán parte del acérrimo rival.

Por mucho que les cueste reconocerlo, Oribe Peralta y Uriel Antuna, como cualquier otro jugador profesional, se deben, primero, a su club y a sus aficionados, por lo que debieron ser más prudentes y evitar conversar, entre risas, con Jorge Sánchez, Alonso Escoboza y Sebastián Córdova, quien no dudó o quizá no pensó antes de colgarse en el cuello la playera de Chivas.

El hecho de que hayan intercambiado sus playeras no es poca cosa, no sólo porque Chivas acumula ya tres años sin vencer al América, sino por la alarmante situación que se vive en todo el país debido a que no se ha podido frenar la propagación de la pandemia del Covid-19.

Sebastián Córdova y Jorge Sánchez no se salvaron de la crítica pese a que su caso bien podría tratarse de una especie de trofeo o recuerdo tras la victoria. Aunque dicen por ahí que la playera de Chivas ni regalada.

Si bien es cierto que el duelo entre Chivas y América ha perdido la pasión que lo caracterizó hace muchos años, también lo es que no se debe regresar a aquellos lamentables encuentros en los que se llegó a los golpes.

No es mucho pedir, por parte de los aficionados, que los jugadores se esperen, al menos hasta los vestidores, para saludar y conversar con aquellos que fueron sus compañeros de equipo o que aún lo son en Selección Nacional.

Tampoco se debe confundir la profesión con ser profesional. Bien dicen que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas, y lo mismo pasa sobre el terreno de juego.

Pero mientras se esté dentro de la cancha, mientras el árbitro no marque el final del partido, un jugador debe entregarse y pelear, en el buen sentido de la palabra, por su equipo, aunque sin dejar de ser respetuoso con el rival. Eso es lo que implica ser profesional.

Bien refiere Oribe Peralta en que el futbol es un deporte de caballeros, que todo caballero sabe que el duelo deportivo termina cuando silba el árbitro y que no debe traspasar esa frontera; el problema es, quizá, que debió esperar hasta los vestidores para no herir susceptibilidades y simplemente despedirse cordialmente sobre el terreno de juego.

La cancha de futbol no es como el Coliseo de Roma, donde los gladiadores sostenían luchas a muerte en contra de bestias salvajes.

Ahora todo es distinto.

¡Que te lo digo yo!



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Oribe Peralta y Uriel Antuna cometieron una indiscreción al conversar alegremente e incluso intercambiar playeras con jugadores del América tras perder el clásico del futbol mexicano, cuando esta situación debería estar prohibida como parte del protocolo sanitario para evitar contagios de Covid-19.

No hay que confundir la gimnasia con la magnesia, sobre todo en una época en la que desde hace ya algunos años se intenta erradicar la violencia en los estadios de futbol.

Sin embargo, perder un partido, sobre todo uno tan importante como el clásico entre América y Chivas, uno de los más esperados de la temporada, no debe tomarse a la ligera.

Tan trascendental es saber perder como lo es mostrar vergüenza deportiva, al menos sobre el terreno de juego.

Una de las cosas más bonitas del futbol es la gran cantidad de amigos que te deja, incluso por todo el mundo. Pero jamás se debe olvidar que sobre la cancha, frente a la mirada de los aficionados y de las cámaras, siempre serán parte del acérrimo rival.

Por mucho que les cueste reconocerlo, Oribe Peralta y Uriel Antuna, como cualquier otro jugador profesional, se deben, primero, a su club y a sus aficionados, por lo que debieron ser más prudentes y evitar conversar, entre risas, con Jorge Sánchez, Alonso Escoboza y Sebastián Córdova, quien no dudó o quizá no pensó antes de colgarse en el cuello la playera de Chivas.

El hecho de que hayan intercambiado sus playeras no es poca cosa, no sólo porque Chivas acumula ya tres años sin vencer al América, sino por la alarmante situación que se vive en todo el país debido a que no se ha podido frenar la propagación de la pandemia del Covid-19.

Sebastián Córdova y Jorge Sánchez no se salvaron de la crítica pese a que su caso bien podría tratarse de una especie de trofeo o recuerdo tras la victoria. Aunque dicen por ahí que la playera de Chivas ni regalada.

Si bien es cierto que el duelo entre Chivas y América ha perdido la pasión que lo caracterizó hace muchos años, también lo es que no se debe regresar a aquellos lamentables encuentros en los que se llegó a los golpes.

No es mucho pedir, por parte de los aficionados, que los jugadores se esperen, al menos hasta los vestidores, para saludar y conversar con aquellos que fueron sus compañeros de equipo o que aún lo son en Selección Nacional.

Tampoco se debe confundir la profesión con ser profesional. Bien dicen que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas, y lo mismo pasa sobre el terreno de juego.

Pero mientras se esté dentro de la cancha, mientras el árbitro no marque el final del partido, un jugador debe entregarse y pelear, en el buen sentido de la palabra, por su equipo, aunque sin dejar de ser respetuoso con el rival. Eso es lo que implica ser profesional.

Bien refiere Oribe Peralta en que el futbol es un deporte de caballeros, que todo caballero sabe que el duelo deportivo termina cuando silba el árbitro y que no debe traspasar esa frontera; el problema es, quizá, que debió esperar hasta los vestidores para no herir susceptibilidades y simplemente despedirse cordialmente sobre el terreno de juego.

La cancha de futbol no es como el Coliseo de Roma, donde los gladiadores sostenían luchas a muerte en contra de bestias salvajes.

Ahora todo es distinto.

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