/ martes 14 de abril de 2020

Ajo y Agua | Es hora de cambiar el planteamiento táctico

Hasta el momento, la propagación del coronavirus mantiene al futbol acorralado en su propia área, pero es cuestión de aguantar los embates del rival, a la espera de aquel contragolpe que le permitirá remontar el marcador en contra.

Vamos camino a vivir una crisis económica sin precedentes en la historia del futbol, bajo la amenaza de que la propagación del coronavirus impida que la presente temporada pueda completarse, lo que implicará pérdidas multimillonarias que cambiarán la forma en la que actualmente se gestiona este maravilloso deporte, convertido en espectáculo y ahora en negocio.

Sin los ingresos por la venta de boletos, y peor aún, sin las ganancias que provienen de los derechos de trasmisión televisiva, muchos equipos en todo el mundo enfrentarán pérdidas que incluso provocarían que algunos de ellos desaparezcan por completo.

Afortunadamente, la FIFA ha puesto en marcha diversos tipos de ayudas para evitar que lo anterior ocurra, al menos, en mayor escala. Sin embargo, la Institución que rige el futbol mundial está atada de manos cuando se trata de respetar el marco legal de cada país, especialmente el referido al Derecho del Trabajo, como en su momento fue el caso Bosman, en 1990, cuando el ex futbolista belga Jean Marc Bosman demandó libertad de acción al Lieja, al finalizar su contrato, lo que forzó a la UEFA a cambiar varias de sus normas.

De este modo, FIFA sólo puede dar recomendaciones en cuanto a la renovación de los contratos que finalizarán el 30 de junio, así como en la reducción de salarios de los jugadores para hacer frente a la crisis generada por el coronavirus, catalogado como pandemia desde hace ya un mes, cuando las Ligas de futbol de prácticamente todo el mundo tuvieron que ser detenidas, incluso con el Liverpool a sólo tres puntos de conquistar su primer título en la Premier League después de 30 años de frustraciones, y con 25 puntos de ventaja sobre el Manchester City, su perseguidor más cercano en la tabla de clasificación.

Más difícil se torna la situación para la FIFA, que preside el suizo Gianni Infantino, si tocamos el tema sobre el eventual día en el que se logren reanudar las competiciones, pues depende de las autoridades sanitarias y gubernamentales de cada país.

Ya lo dijo el propio Infantino hace un par de semanas, cuando señaló, muy acertadamente, que dar un paso atrás no sería negativo, ya que permitiría resetear el futbol como actualmente lo conocemos, para dar paso a menos partidos, pero de mejor calidad.

Lo mismo pasa con los traspasos de jugadores, que cada mercado de verano son mucho más costosos, obedeciendo, en muchos casos, a temas de marketing, incluso por encima de las habilidades que posea el jugador.

Considero que en la actualidad no existe ningún jugador que esté cerca de valer 300 millones de euros, ni siquiera a lo largo de la historia del futbol.

Los 222 millones de euros que el París Saint Germain le pagó al Barcelona en el 2017 para hacerse de los servicios del delantero brasileño Neymar reflejan más un capricho que el proyecto en torno a un jugador para conquistar el anhelado título de la Champions League.

Así lo refleja el hecho de que tres años después el brasileño se mantenga en la posibilidad de regresar al Barcelona, sin siquiera estar cerca de cumplir la misión que le fue asignada, y en constantes polémicas por la falta de compromiso que ha mostrado con el club parisino.

En el futbol los millones de euros sirven para cumplir los objetivos, siempre y cuando sean muy bien invertidos. No basta con ponerlos sobre la mesa para conquistar títulos.

¿Quién no recuerda e idolatra a los jugadores de los años 70 y 80, entre ellos un servidor?

Aquellos que incluso jugaban sobre el lodo, aguantando patadas sin repeticiones televisivas milimétricas para sancionar al agresor, y que en verdad sudaban la playera de su equipo.

Y lo menciono porque para salvar al futbol de las manos de algunos directivos contagiados de avaricia y egoísmo, debemos regresar a la época del romanticismo de este deporte, y por muy trágico que parezca, la crisis provocada por el coronavirus nos ofrece la posibilidad de regresar a las bases, de cambiar el planteamiento táctico para lanzar el contragolpe que permita ganar el partido.

¡Que te lo digo yo!

Hasta el momento, la propagación del coronavirus mantiene al futbol acorralado en su propia área, pero es cuestión de aguantar los embates del rival, a la espera de aquel contragolpe que le permitirá remontar el marcador en contra.

Vamos camino a vivir una crisis económica sin precedentes en la historia del futbol, bajo la amenaza de que la propagación del coronavirus impida que la presente temporada pueda completarse, lo que implicará pérdidas multimillonarias que cambiarán la forma en la que actualmente se gestiona este maravilloso deporte, convertido en espectáculo y ahora en negocio.

Sin los ingresos por la venta de boletos, y peor aún, sin las ganancias que provienen de los derechos de trasmisión televisiva, muchos equipos en todo el mundo enfrentarán pérdidas que incluso provocarían que algunos de ellos desaparezcan por completo.

Afortunadamente, la FIFA ha puesto en marcha diversos tipos de ayudas para evitar que lo anterior ocurra, al menos, en mayor escala. Sin embargo, la Institución que rige el futbol mundial está atada de manos cuando se trata de respetar el marco legal de cada país, especialmente el referido al Derecho del Trabajo, como en su momento fue el caso Bosman, en 1990, cuando el ex futbolista belga Jean Marc Bosman demandó libertad de acción al Lieja, al finalizar su contrato, lo que forzó a la UEFA a cambiar varias de sus normas.

De este modo, FIFA sólo puede dar recomendaciones en cuanto a la renovación de los contratos que finalizarán el 30 de junio, así como en la reducción de salarios de los jugadores para hacer frente a la crisis generada por el coronavirus, catalogado como pandemia desde hace ya un mes, cuando las Ligas de futbol de prácticamente todo el mundo tuvieron que ser detenidas, incluso con el Liverpool a sólo tres puntos de conquistar su primer título en la Premier League después de 30 años de frustraciones, y con 25 puntos de ventaja sobre el Manchester City, su perseguidor más cercano en la tabla de clasificación.

Más difícil se torna la situación para la FIFA, que preside el suizo Gianni Infantino, si tocamos el tema sobre el eventual día en el que se logren reanudar las competiciones, pues depende de las autoridades sanitarias y gubernamentales de cada país.

Ya lo dijo el propio Infantino hace un par de semanas, cuando señaló, muy acertadamente, que dar un paso atrás no sería negativo, ya que permitiría resetear el futbol como actualmente lo conocemos, para dar paso a menos partidos, pero de mejor calidad.

Lo mismo pasa con los traspasos de jugadores, que cada mercado de verano son mucho más costosos, obedeciendo, en muchos casos, a temas de marketing, incluso por encima de las habilidades que posea el jugador.

Considero que en la actualidad no existe ningún jugador que esté cerca de valer 300 millones de euros, ni siquiera a lo largo de la historia del futbol.

Los 222 millones de euros que el París Saint Germain le pagó al Barcelona en el 2017 para hacerse de los servicios del delantero brasileño Neymar reflejan más un capricho que el proyecto en torno a un jugador para conquistar el anhelado título de la Champions League.

Así lo refleja el hecho de que tres años después el brasileño se mantenga en la posibilidad de regresar al Barcelona, sin siquiera estar cerca de cumplir la misión que le fue asignada, y en constantes polémicas por la falta de compromiso que ha mostrado con el club parisino.

En el futbol los millones de euros sirven para cumplir los objetivos, siempre y cuando sean muy bien invertidos. No basta con ponerlos sobre la mesa para conquistar títulos.

¿Quién no recuerda e idolatra a los jugadores de los años 70 y 80, entre ellos un servidor?

Aquellos que incluso jugaban sobre el lodo, aguantando patadas sin repeticiones televisivas milimétricas para sancionar al agresor, y que en verdad sudaban la playera de su equipo.

Y lo menciono porque para salvar al futbol de las manos de algunos directivos contagiados de avaricia y egoísmo, debemos regresar a la época del romanticismo de este deporte, y por muy trágico que parezca, la crisis provocada por el coronavirus nos ofrece la posibilidad de regresar a las bases, de cambiar el planteamiento táctico para lanzar el contragolpe que permita ganar el partido.

¡Que te lo digo yo!