/ martes 10 de noviembre de 2020

Ajo y Agua | No hay que hacer leña del árbol caído

Javier Hernández ha aceptado públicamente que no atraviesa por buen momento y hasta ofreció disculpas por ello; así que es justo ahora cuando debemos arroparlo para que recupere su mejor nivel. Ya lo hizo antes, cuando incluso pensó en tirar la toalla, al inicio de su carrera, tras quedar relegado de la Selección Sub-17 que conquistó el Mundial en Perú 2005.

Estoy a favor de la crítica, siempre que sea constructiva, aunque para ello se necesita tener pleno conocimiento de lo que está pasando. Y en ese sentido, solamente Javier Hernández sabe, con certeza, qué lo ha llevado a bajar su rendimiento.

No es fácil aceptar la crítica, mucho menos cuando proviene de gente mal intencionada, que no tiene la más mínima idea de todo lo que implica jugar para los mejores equipos del mundo, y que lo único que busca es causar polémica para tener sus cinco minutos de fama.

Hasta cierto punto entiendo que Javier se haya defendido a capa y espada de cuestionamientos sin fundamentos, que llegaron a transgredir temas personales e incluso relacionados con la familia, que, para todo buen hombre, es intocable.

Sin embargo, es cierto que lo anterior lo llevó a descuidar su carrera como futbolista profesional y perder el enfoque de lo que realmente es importante.

Aquel joven que hace ya 10 años llegó al Manchester United con las ganas de comerse al mundo es ahora un delantero experimentado con 32 años de edad, padre de un niño y de una niña; que puede presumir ser uno de los pocos mexicanos, tras un servidor, que juega en el Real Madrid, el mejor equipo de todos los tiempos, en el que si no pudo afianzarse fue sólo porque delante de él había jugadores como Karim Benzema, Gareth Bale y el mismísimo Cristiano Ronaldo.

Lo menciono porque incluso bajo esta circunstancia tuvo la mentalidad y el carácter necesario para sobreponerse al hecho de ser suplente, con pocas, pero determinantes actuaciones que ayudaron al conjunto merengue, como aquella valiosa anotación en contra del Atlético de Madrid, que significó el pase a las semifinales de la Champions League, en la temporada 2014-2015.

El propio Carlo Ancelotti reconoció, en varias ocasiones, lo difícil que le resultaba no poderle dar a Javier la oportunidad que ya se había ganado.

Tras su paso por Bayer Leverkusen, West Ham y Sevilla algo llevó al delantero a tomar la decisión de probar suerte en la MLS, cuando, en mi opinión, era y es un jugador que aún podría seguir triunfando en el futbol de Europa.

La decisión se le respeta porque a final de cuentas, como todo profesional, apostó por lo que más le convenía, no sólo en lo económico, sino en lo familiar. Entonces eligió al Galaxy de Los Ángeles, ciudad en la que consideró que sería feliz.

Sin embargo, su primera temporada en la MLS estuvo llena de polémicas, en la que además sufrió la muerte, justo en medio de la pandemia, de su abuelo Tomás Balcázar, una de las grandes leyendas del futbol mexicano, así como su ejemplo a seguir, tanto dentro como fuera de la cancha.

Tras el empate frente a Seattle, ya sin la posibilidad de acceder a la ronda de los playoff, Javier Hernández, quien fue fichado para sustituir al sueco Zlatan Ibrahimovic, dio la cara ante los medios de comunicación y ofreció disculpas por no haber estado a la altura.

Incluso, en su momento, lo hizo con el propio Guillermo Barros Schelotto, entonces técnico del equipo y destituido una semana antes.

Un gol, el anotado el jueves, así como 10 partidos disputados en la MLS, son el reflejo de por qué el delantero mexicano lo celebró con rabia.

“Este año ha sido completamente negativo para mí, he tenido muchos factores que me han perjudicado. Tuve dos lesiones y nunca he tenido muchas en mi carrera, pero estoy tomando decisiones en mi vida para sacar lo mejor de mí”, fue parte de lo que Javier explicó frente a los micrófonos y que me hizo recordar a aquel joven que llegó a considerar retirarse, cuando su carrera apenas comenzaba, tras quedarse al margen de la Selección Sub-17 que ganó el Mundial en Perú 2005.

Llegó a pensar que el futbol no era para él, y años después se convirtió en el máximo goleador en la historia de la Selección Mexicana, con 52 tantos, seis más que Jared Borgetti.

Y no sólo eso, además es uno de los referentes que han peleado para que la Federación Mexicana de Futbol tenga un trato justo con los jugadores, exigiendo derechos, por lo que ha sido cuestionado, pero sólo para aquellos que no conocen realmente todas las irregularidades que pasan dentro de la Selección Nacional.

Me alegra que Javier no se haya cerrado a la posibilidad de volver a portar la playera de México, porque ahora todo dependerá de él.

No podemos darnos el lujo de perder a un jugador con su calidad, que tiene mucho que aportar, sobre todo a los jóvenes talentos, a dos años para el Mundial de Qatar 2022. Así que en lugar de hacer leña del árbol caído, debemos apoyarlo para que vuelva a levantarse.

¡Que te lo digo yo!

Javier Hernández ha aceptado públicamente que no atraviesa por buen momento y hasta ofreció disculpas por ello; así que es justo ahora cuando debemos arroparlo para que recupere su mejor nivel. Ya lo hizo antes, cuando incluso pensó en tirar la toalla, al inicio de su carrera, tras quedar relegado de la Selección Sub-17 que conquistó el Mundial en Perú 2005.

Estoy a favor de la crítica, siempre que sea constructiva, aunque para ello se necesita tener pleno conocimiento de lo que está pasando. Y en ese sentido, solamente Javier Hernández sabe, con certeza, qué lo ha llevado a bajar su rendimiento.

No es fácil aceptar la crítica, mucho menos cuando proviene de gente mal intencionada, que no tiene la más mínima idea de todo lo que implica jugar para los mejores equipos del mundo, y que lo único que busca es causar polémica para tener sus cinco minutos de fama.

Hasta cierto punto entiendo que Javier se haya defendido a capa y espada de cuestionamientos sin fundamentos, que llegaron a transgredir temas personales e incluso relacionados con la familia, que, para todo buen hombre, es intocable.

Sin embargo, es cierto que lo anterior lo llevó a descuidar su carrera como futbolista profesional y perder el enfoque de lo que realmente es importante.

Aquel joven que hace ya 10 años llegó al Manchester United con las ganas de comerse al mundo es ahora un delantero experimentado con 32 años de edad, padre de un niño y de una niña; que puede presumir ser uno de los pocos mexicanos, tras un servidor, que juega en el Real Madrid, el mejor equipo de todos los tiempos, en el que si no pudo afianzarse fue sólo porque delante de él había jugadores como Karim Benzema, Gareth Bale y el mismísimo Cristiano Ronaldo.

Lo menciono porque incluso bajo esta circunstancia tuvo la mentalidad y el carácter necesario para sobreponerse al hecho de ser suplente, con pocas, pero determinantes actuaciones que ayudaron al conjunto merengue, como aquella valiosa anotación en contra del Atlético de Madrid, que significó el pase a las semifinales de la Champions League, en la temporada 2014-2015.

El propio Carlo Ancelotti reconoció, en varias ocasiones, lo difícil que le resultaba no poderle dar a Javier la oportunidad que ya se había ganado.

Tras su paso por Bayer Leverkusen, West Ham y Sevilla algo llevó al delantero a tomar la decisión de probar suerte en la MLS, cuando, en mi opinión, era y es un jugador que aún podría seguir triunfando en el futbol de Europa.

La decisión se le respeta porque a final de cuentas, como todo profesional, apostó por lo que más le convenía, no sólo en lo económico, sino en lo familiar. Entonces eligió al Galaxy de Los Ángeles, ciudad en la que consideró que sería feliz.

Sin embargo, su primera temporada en la MLS estuvo llena de polémicas, en la que además sufrió la muerte, justo en medio de la pandemia, de su abuelo Tomás Balcázar, una de las grandes leyendas del futbol mexicano, así como su ejemplo a seguir, tanto dentro como fuera de la cancha.

Tras el empate frente a Seattle, ya sin la posibilidad de acceder a la ronda de los playoff, Javier Hernández, quien fue fichado para sustituir al sueco Zlatan Ibrahimovic, dio la cara ante los medios de comunicación y ofreció disculpas por no haber estado a la altura.

Incluso, en su momento, lo hizo con el propio Guillermo Barros Schelotto, entonces técnico del equipo y destituido una semana antes.

Un gol, el anotado el jueves, así como 10 partidos disputados en la MLS, son el reflejo de por qué el delantero mexicano lo celebró con rabia.

“Este año ha sido completamente negativo para mí, he tenido muchos factores que me han perjudicado. Tuve dos lesiones y nunca he tenido muchas en mi carrera, pero estoy tomando decisiones en mi vida para sacar lo mejor de mí”, fue parte de lo que Javier explicó frente a los micrófonos y que me hizo recordar a aquel joven que llegó a considerar retirarse, cuando su carrera apenas comenzaba, tras quedarse al margen de la Selección Sub-17 que ganó el Mundial en Perú 2005.

Llegó a pensar que el futbol no era para él, y años después se convirtió en el máximo goleador en la historia de la Selección Mexicana, con 52 tantos, seis más que Jared Borgetti.

Y no sólo eso, además es uno de los referentes que han peleado para que la Federación Mexicana de Futbol tenga un trato justo con los jugadores, exigiendo derechos, por lo que ha sido cuestionado, pero sólo para aquellos que no conocen realmente todas las irregularidades que pasan dentro de la Selección Nacional.

Me alegra que Javier no se haya cerrado a la posibilidad de volver a portar la playera de México, porque ahora todo dependerá de él.

No podemos darnos el lujo de perder a un jugador con su calidad, que tiene mucho que aportar, sobre todo a los jóvenes talentos, a dos años para el Mundial de Qatar 2022. Así que en lugar de hacer leña del árbol caído, debemos apoyarlo para que vuelva a levantarse.

¡Que te lo digo yo!