/ martes 18 de agosto de 2020

Ajo y Agua | Zapatero a tus zapatos

Barcelona carece de un líder dentro y fuera del terreno de juego, pues aunque Lionel Messi es uno de los mejores jugadores del mundo, su habilidad con el balón no le da la capacidad ni el conocimiento necesario para tomar decisiones que no le corresponden, pero que le son consentidas con tal de que desista en sus advertencias de abandonar al equipo.

Lo que ocurrió el viernes pasado, con la humillante goleada de 2-8 que el Barcelona sufrió frente al Bayern Múnich, en los cuartos de final de la Champions League, parece no tener explicación lógica, pero sí la tiene.

Decir que ni los propios jugadores se explican lo que pasó sobre el césped del estadio Da Luz, de Lisboa, es falso, pues son los primeros en conocer, a detalle, lo que sucede en el seno del club.

Es un secreto a voces que Lionel Messi influye directamente en la toma de decisiones del club, en el que la directiva se ha enfocado más en la renovación de contrato del delantero argentino que en solucionar los problemas.

El navío se hundía desde hace ya buen tiempo, pero no hubo un capitán que ayudara a sacarlo a flote. Lo peor de todo, es que ese mismo capitán ahora amaga con bajarse del barco, dejándolo a la deriva, si el presidente Josep María Bartomeu no le cumple la promesa de un proyecto competitivo que regrese al equipo a los primeros planos, sobre todo después de cinco años sin conquistar el título en la Champions League.

Su contrato vencerá en junio de 2021, cuando podría irse completamente libre. Ofertas no le faltarán, sin embargo, será difícil que a donde quiera que vaya tenga tanta autoridad como en el Barcelona.

A estas alturas, Messi tiene injerencia en la confección del equipo, además de que siempre se debe contar con su aval para la elección del técnico.

Y ahora no sólo eso, pues trascendió que el delantero presiona al propio Bartomeu para que presentara su renuncia, razón por la que las elecciones se adelantarán a marzo.

Nada tiene que ver el Messi de la actualidad con el joven que debutó hace 16 años, bajo la sombra de Ronaldinho.

Tampoco nada tiene que ver Messi con Carles Puyol, Xavi Hernández y Andrés Iniesta, quienes fueron sus capitanes y lo ayudaban a únicamente enfocarse en lo que sucedía sobre el terreno de juego.

Recuerdo aquella ocasión en la que Puyol le arrebató a Gerard Piqué el encendedor que le llevaba al árbitro para denunciar a la grada durante un clásico frente al Real Madrid, en el estadio Santiago Bernabéu, antes de reprenderlo con la mirada y exigirle que se concentrara en el partido.

Pero de eso ya han pasado siete años, y ahora Piqué se dedica a hacer polémicas declaraciones frente a las cámaras de televisión, en modo de pretexto, al denunciar supuestos favoritismos de los árbitros hacia el Real Madrid, el mejor equipo de todos los tiempos.

Para no ir muy lejos, el viernes pasado, aún dentro del terreno de juego, el defensor del Barcelona reclamó cambios inmediatos en el equipo, al enfatizar que no sólo se refería a la plantilla de jugadores y al cuerpo técnico.

Nadie pone en duda la calidad de Lionel Messi, convertido en uno de los mejores jugadores de la historia, pero como líder deja muchas cosas que desear.

El Messi de ahora es aquel que hace dos meses se negó a recibir indicaciones del asistente técnico de Quique Setién, durante el partido frente al Celta de Vigo, cuando entre líneas se pudo ver que dijo: "¿Qué quieres que haga, boludo? ¿Qué quieres que haga?"

Ahí fue donde el barco definitivamente se fue a pique.

No hay quién desafíe su autoridad y si no, pregúntenle al delantero francés Antoine Griezmann, ya que su llegada no fue del agrado del argentino, a quien le tuvo que buscar el contentillo, incluso con la ayuda de Luis Suárez, para que al menos le dirigiera la palabra.

¡Que te lo digo yo!

Barcelona carece de un líder dentro y fuera del terreno de juego, pues aunque Lionel Messi es uno de los mejores jugadores del mundo, su habilidad con el balón no le da la capacidad ni el conocimiento necesario para tomar decisiones que no le corresponden, pero que le son consentidas con tal de que desista en sus advertencias de abandonar al equipo.

Lo que ocurrió el viernes pasado, con la humillante goleada de 2-8 que el Barcelona sufrió frente al Bayern Múnich, en los cuartos de final de la Champions League, parece no tener explicación lógica, pero sí la tiene.

Decir que ni los propios jugadores se explican lo que pasó sobre el césped del estadio Da Luz, de Lisboa, es falso, pues son los primeros en conocer, a detalle, lo que sucede en el seno del club.

Es un secreto a voces que Lionel Messi influye directamente en la toma de decisiones del club, en el que la directiva se ha enfocado más en la renovación de contrato del delantero argentino que en solucionar los problemas.

El navío se hundía desde hace ya buen tiempo, pero no hubo un capitán que ayudara a sacarlo a flote. Lo peor de todo, es que ese mismo capitán ahora amaga con bajarse del barco, dejándolo a la deriva, si el presidente Josep María Bartomeu no le cumple la promesa de un proyecto competitivo que regrese al equipo a los primeros planos, sobre todo después de cinco años sin conquistar el título en la Champions League.

Su contrato vencerá en junio de 2021, cuando podría irse completamente libre. Ofertas no le faltarán, sin embargo, será difícil que a donde quiera que vaya tenga tanta autoridad como en el Barcelona.

A estas alturas, Messi tiene injerencia en la confección del equipo, además de que siempre se debe contar con su aval para la elección del técnico.

Y ahora no sólo eso, pues trascendió que el delantero presiona al propio Bartomeu para que presentara su renuncia, razón por la que las elecciones se adelantarán a marzo.

Nada tiene que ver el Messi de la actualidad con el joven que debutó hace 16 años, bajo la sombra de Ronaldinho.

Tampoco nada tiene que ver Messi con Carles Puyol, Xavi Hernández y Andrés Iniesta, quienes fueron sus capitanes y lo ayudaban a únicamente enfocarse en lo que sucedía sobre el terreno de juego.

Recuerdo aquella ocasión en la que Puyol le arrebató a Gerard Piqué el encendedor que le llevaba al árbitro para denunciar a la grada durante un clásico frente al Real Madrid, en el estadio Santiago Bernabéu, antes de reprenderlo con la mirada y exigirle que se concentrara en el partido.

Pero de eso ya han pasado siete años, y ahora Piqué se dedica a hacer polémicas declaraciones frente a las cámaras de televisión, en modo de pretexto, al denunciar supuestos favoritismos de los árbitros hacia el Real Madrid, el mejor equipo de todos los tiempos.

Para no ir muy lejos, el viernes pasado, aún dentro del terreno de juego, el defensor del Barcelona reclamó cambios inmediatos en el equipo, al enfatizar que no sólo se refería a la plantilla de jugadores y al cuerpo técnico.

Nadie pone en duda la calidad de Lionel Messi, convertido en uno de los mejores jugadores de la historia, pero como líder deja muchas cosas que desear.

El Messi de ahora es aquel que hace dos meses se negó a recibir indicaciones del asistente técnico de Quique Setién, durante el partido frente al Celta de Vigo, cuando entre líneas se pudo ver que dijo: "¿Qué quieres que haga, boludo? ¿Qué quieres que haga?"

Ahí fue donde el barco definitivamente se fue a pique.

No hay quién desafíe su autoridad y si no, pregúntenle al delantero francés Antoine Griezmann, ya que su llegada no fue del agrado del argentino, a quien le tuvo que buscar el contentillo, incluso con la ayuda de Luis Suárez, para que al menos le dirigiera la palabra.

¡Que te lo digo yo!