/ domingo 25 de febrero de 2018

Alerta sísmica: prioridad nacional

Por más avances científicos y tecnológicos, por más sofisticadas bombas, viajes interestelares o avances en el dominio de la reproducción genética que el hombre haya desarrollado, es sino fatal de la humanidad saberse consciente de su impotencia y vulnerabilidad ante los embates de la Naturaleza, frente a los cuales lo único que muchas veces puede servir de paliativo es desarrollar y perfeccionar, en la medida de lo posible, sistemas de alerta temprana.

Uno de los primeros mecanismos para tal efecto, empleado desde la más remota antigüedad para anunciar el arribo de algún desastre natural o ataque enemigo, además del uso de señales de humo, fue el recurrir a encender hogueras en elevaciones del terreno. Sin embargo, ha sido el alertamiento sonoro el que, con el transcurrir de los milenios, ha predominado. Se infiere que los primeros en emplearlo pudieron ser las etnias africanas, australianas y sudamericanas, pero en la Europa medieval fue un hecho comprobado que la vía por excelencia para alertar a la población lo constituyeron las campanas. Nadie mejor que Johan Huizinga para describirlo: “Había un sonido que dominaba una y otra vez el rumor de la vida cotidiana y que, por múltiple que fuese, no era nunca confuso y lo elevaba todo pasajeramente a una esfera de orden y armonía: las campanas… que anunciaban con su voz familiar, ya el duelo, ya la alegría, ya el reposo, ya la agitación… Se las conocía por sus nombres, la gran Jacqueline, la campana Roelant. Se sabía lo que significaba el tocarlas y el repicarlas… nadie era nunca sordo a su voz”, y todos sabían lo que implicaba sonner l’effroy, faire l’effroy: repicar la campana de alarma. Situación que en el México virreinal se vivía de forma similar con las campanas de Catedral y hoy con las de las iglesias de la mayor parte del territorio nacional.

Las complicaciones comenzaron al crecer las concentraciones humanas, el ruido y la potencialidad de los peligros, lo que provocó que este tipo de alertamiento perdiera eficacia. Era necesario encontrar otra alternativa y ésta devino del invento de Charles Cagniard de la Tour, quien en 1819 creó la primera sirena mecánica cuyo funcionamiento dependía de la corriente de aire comprimido o vapor y su frecuencia del número de orificios que tuviera. Instrumento acústico que desde entonces ha sido usado lo mismo en la industria que en vehículos de ambulancia, policía y bomberos, como para la defensa civil en caso de ataques aéreos. Sí, la famosa sirena -descendiente de los bronces medievales-, que irá perfeccionándose con la Primera y Segunda Guerra Mundiales y que, colocada en lo alto de postes y edificios -dotada primero de rotores y estatores y luego por tonos eléctricos producidos por generadores-, adquirirá un potencial sonoro cada vez mayor, escalable en frecuencia, para alcanzar más velocidad y cobertura, además de contar con un respaldo de batería hasta lograr que su señal sea transmitida no solo por cable sino también inalámbricamente.

En la actualidad, uno de los usos prioritarios de la alerta temprana es el anuncio sobre la ocurrencia inminente de un movimiento telúrico significativo. Relevancia que se ha acrecentado ante los sismos acaecidos en los últimos años y meses no solo en nuestro país sino el mundo entero. Derivado de ello, es imprescindible reflexionar sobre varios aspectos. Uno es la iniciativa que a través de las redes sociales pretende modificar el sonido de la alerta sísmica por “uno más agradable”. Al respecto, cabe señalar que todo lo que nuestra psique asocie con un peligro próximo, nos producirá un efecto de sensación pánico, por lo que difícilmente a alguien podría gustarle el sonido de una alerta sísmica. Sin embargo ¿por qué el sonido que se escoge busca justamente todo menos que agradar? Porque lo que se busca es producir en la población una capacidad de reacción, casi instintiva, en el menor tiempo posible. De lo contrario, la efectividad será relativa o, peor aún, nula. Además, técnicamente está comprobado que este tipo de regularidad frecuencial opera sin problemas de transmisión. Por otra parte, la realidad nos impone diseñar e instrumentar otros tipos de alerta, además de la sonora, como los lumínicos para quienes carecen del sentido auditivo o bien tienen disminuida por alguna razón su capacidad auditiva en los momentos en que esté activándose la alerta sísmica.

Por eso, entre otros factores, resulta inadmisible que el servicio de alerta sísmica no esté bajo el control gubernamental siendo tema prioritario de seguridad nacional. México requiere más que nunca de una cobertura total de dicha red y es gravísimo que, por “falta de pago”, hace semanas hubiera quedado parcialmente desconectada, como fue el caso de Oaxaca. De no haberse restablecido, la alerta no habría advertido a la población del sismo del pasado 16 de febrero cuyo epicentro tuvo lugar precisamente en Pinotepa Nacional.

Todos debemos estar conscientes de que la vida de millones de personas podría depender de esos segundos que brinda la alerta sísmica y que pueden constituir la diferencia entre la vida y la muerte.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli



Por más avances científicos y tecnológicos, por más sofisticadas bombas, viajes interestelares o avances en el dominio de la reproducción genética que el hombre haya desarrollado, es sino fatal de la humanidad saberse consciente de su impotencia y vulnerabilidad ante los embates de la Naturaleza, frente a los cuales lo único que muchas veces puede servir de paliativo es desarrollar y perfeccionar, en la medida de lo posible, sistemas de alerta temprana.

Uno de los primeros mecanismos para tal efecto, empleado desde la más remota antigüedad para anunciar el arribo de algún desastre natural o ataque enemigo, además del uso de señales de humo, fue el recurrir a encender hogueras en elevaciones del terreno. Sin embargo, ha sido el alertamiento sonoro el que, con el transcurrir de los milenios, ha predominado. Se infiere que los primeros en emplearlo pudieron ser las etnias africanas, australianas y sudamericanas, pero en la Europa medieval fue un hecho comprobado que la vía por excelencia para alertar a la población lo constituyeron las campanas. Nadie mejor que Johan Huizinga para describirlo: “Había un sonido que dominaba una y otra vez el rumor de la vida cotidiana y que, por múltiple que fuese, no era nunca confuso y lo elevaba todo pasajeramente a una esfera de orden y armonía: las campanas… que anunciaban con su voz familiar, ya el duelo, ya la alegría, ya el reposo, ya la agitación… Se las conocía por sus nombres, la gran Jacqueline, la campana Roelant. Se sabía lo que significaba el tocarlas y el repicarlas… nadie era nunca sordo a su voz”, y todos sabían lo que implicaba sonner l’effroy, faire l’effroy: repicar la campana de alarma. Situación que en el México virreinal se vivía de forma similar con las campanas de Catedral y hoy con las de las iglesias de la mayor parte del territorio nacional.

Las complicaciones comenzaron al crecer las concentraciones humanas, el ruido y la potencialidad de los peligros, lo que provocó que este tipo de alertamiento perdiera eficacia. Era necesario encontrar otra alternativa y ésta devino del invento de Charles Cagniard de la Tour, quien en 1819 creó la primera sirena mecánica cuyo funcionamiento dependía de la corriente de aire comprimido o vapor y su frecuencia del número de orificios que tuviera. Instrumento acústico que desde entonces ha sido usado lo mismo en la industria que en vehículos de ambulancia, policía y bomberos, como para la defensa civil en caso de ataques aéreos. Sí, la famosa sirena -descendiente de los bronces medievales-, que irá perfeccionándose con la Primera y Segunda Guerra Mundiales y que, colocada en lo alto de postes y edificios -dotada primero de rotores y estatores y luego por tonos eléctricos producidos por generadores-, adquirirá un potencial sonoro cada vez mayor, escalable en frecuencia, para alcanzar más velocidad y cobertura, además de contar con un respaldo de batería hasta lograr que su señal sea transmitida no solo por cable sino también inalámbricamente.

En la actualidad, uno de los usos prioritarios de la alerta temprana es el anuncio sobre la ocurrencia inminente de un movimiento telúrico significativo. Relevancia que se ha acrecentado ante los sismos acaecidos en los últimos años y meses no solo en nuestro país sino el mundo entero. Derivado de ello, es imprescindible reflexionar sobre varios aspectos. Uno es la iniciativa que a través de las redes sociales pretende modificar el sonido de la alerta sísmica por “uno más agradable”. Al respecto, cabe señalar que todo lo que nuestra psique asocie con un peligro próximo, nos producirá un efecto de sensación pánico, por lo que difícilmente a alguien podría gustarle el sonido de una alerta sísmica. Sin embargo ¿por qué el sonido que se escoge busca justamente todo menos que agradar? Porque lo que se busca es producir en la población una capacidad de reacción, casi instintiva, en el menor tiempo posible. De lo contrario, la efectividad será relativa o, peor aún, nula. Además, técnicamente está comprobado que este tipo de regularidad frecuencial opera sin problemas de transmisión. Por otra parte, la realidad nos impone diseñar e instrumentar otros tipos de alerta, además de la sonora, como los lumínicos para quienes carecen del sentido auditivo o bien tienen disminuida por alguna razón su capacidad auditiva en los momentos en que esté activándose la alerta sísmica.

Por eso, entre otros factores, resulta inadmisible que el servicio de alerta sísmica no esté bajo el control gubernamental siendo tema prioritario de seguridad nacional. México requiere más que nunca de una cobertura total de dicha red y es gravísimo que, por “falta de pago”, hace semanas hubiera quedado parcialmente desconectada, como fue el caso de Oaxaca. De no haberse restablecido, la alerta no habría advertido a la población del sismo del pasado 16 de febrero cuyo epicentro tuvo lugar precisamente en Pinotepa Nacional.

Todos debemos estar conscientes de que la vida de millones de personas podría depender de esos segundos que brinda la alerta sísmica y que pueden constituir la diferencia entre la vida y la muerte.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli