/ miércoles 3 de abril de 2019

Algunas características del populismo

Es conveniente tomar plena conciencia de que los movimientos populistas no surgen sólo porque una persona o un grupo reducido de dirigentes deciden actuar y se organizan para movilizar grandes masas humanas. Un movimiento de esta naturaleza invariablemente encuentra sus raíces en zonas profundas de la sociedad donde nace.

Emociones de resentimiento, de miedo, de frustración, de enojo, de desesperación subyacen en las colectividades que están propensas al esperanzador llamado del populismo que promete edificar semi-paraísos con soluciones fáciles pero de poder casi mágico. Detrás de un masivo movimiento populista existe una sociedad que ha generado y adolecido de injusticias, desigualdades, que ha desarrollado miedos y desconfianza, que ha padecido degradación en sus habituales niveles de ingresos y de bienestar; una sociedad inconforme con su situación que está a la expectativa de que le sea generosamente devuelto u otorgado su anhelado nivel de bienestar.

Hay mucho de enojo y frustración pero también una buena dosis de pasividad, de espera para recibir en lugar de acción para conseguir. Quizá por ello se magnifica el poder de los mensajes populistas que prometen dar sin condicionar, que prometen gloria sin esfuerzo, que aseguran mágicas transformaciones vía fáciles soluciones, o como ya lo ha expuesto el humanista Luis de la Barreda: “Una vez que ellos, los buenos, estén en el gobierno —aseguran los populistas—, bastará su buena voluntad, su decisión firme de combatir a los malos, para que la sociedad se transforme virtuosamente y se instaure el reino de la justicia, aplazado durante decenios o siglos porque los verdaderos adalides de las masas populares no gobernaban”.

El populismo es un concepto que, en radical diferencia con el término ‘izquierdista’, resulta difícil o muy extraño que alguien se quiera definir o se califique a sí mismo como populista. Es un término que se utiliza más para descalificar estrategias políticas adoptadas por un líder, un movimiento o un partido, y resulta natural el que, aun cuando las características de tales estrategias correspondan a una realidad plenamente identificable el imputado niegue tal identificación. Es evidente que las estrategias atraen gente, conquistan voluntades, ganan simpatizantes y por ello se practican, aun cuando no se quiera reconocer expresamente que se corresponde a esa corriente. Por ello no puede resultar extraño el hecho de que ni siquiera personajes en torno a los cuales ha existido mayor consenso en cuanto a su carácter populista.

amartinezv@derecho.unam.mx

@AlejoMVendrell

Es conveniente tomar plena conciencia de que los movimientos populistas no surgen sólo porque una persona o un grupo reducido de dirigentes deciden actuar y se organizan para movilizar grandes masas humanas. Un movimiento de esta naturaleza invariablemente encuentra sus raíces en zonas profundas de la sociedad donde nace.

Emociones de resentimiento, de miedo, de frustración, de enojo, de desesperación subyacen en las colectividades que están propensas al esperanzador llamado del populismo que promete edificar semi-paraísos con soluciones fáciles pero de poder casi mágico. Detrás de un masivo movimiento populista existe una sociedad que ha generado y adolecido de injusticias, desigualdades, que ha desarrollado miedos y desconfianza, que ha padecido degradación en sus habituales niveles de ingresos y de bienestar; una sociedad inconforme con su situación que está a la expectativa de que le sea generosamente devuelto u otorgado su anhelado nivel de bienestar.

Hay mucho de enojo y frustración pero también una buena dosis de pasividad, de espera para recibir en lugar de acción para conseguir. Quizá por ello se magnifica el poder de los mensajes populistas que prometen dar sin condicionar, que prometen gloria sin esfuerzo, que aseguran mágicas transformaciones vía fáciles soluciones, o como ya lo ha expuesto el humanista Luis de la Barreda: “Una vez que ellos, los buenos, estén en el gobierno —aseguran los populistas—, bastará su buena voluntad, su decisión firme de combatir a los malos, para que la sociedad se transforme virtuosamente y se instaure el reino de la justicia, aplazado durante decenios o siglos porque los verdaderos adalides de las masas populares no gobernaban”.

El populismo es un concepto que, en radical diferencia con el término ‘izquierdista’, resulta difícil o muy extraño que alguien se quiera definir o se califique a sí mismo como populista. Es un término que se utiliza más para descalificar estrategias políticas adoptadas por un líder, un movimiento o un partido, y resulta natural el que, aun cuando las características de tales estrategias correspondan a una realidad plenamente identificable el imputado niegue tal identificación. Es evidente que las estrategias atraen gente, conquistan voluntades, ganan simpatizantes y por ello se practican, aun cuando no se quiera reconocer expresamente que se corresponde a esa corriente. Por ello no puede resultar extraño el hecho de que ni siquiera personajes en torno a los cuales ha existido mayor consenso en cuanto a su carácter populista.

amartinezv@derecho.unam.mx

@AlejoMVendrell