/ lunes 16 de mayo de 2022

Algunos remedios ciudadanos

Recibo comentarios, muchos que agradezco, en los que me piden algunos ejemplos de acciones muy concretas que los ciudadanos pudiéramos aportar para construir entornos de paz, en los que vivamos con tranquilidad. Como se dice coloquialmente, sugerir “el remedio y el trapito” para no quedarnos solo en la reflexión de los problemas que nos aquejan, sino en el ejercicio de las posibles soluciones.

Una acción específica que las y los ciudadanos podemos llevar a cabo es la denuncia, porque con todas sus imperfecciones, es la mejor herramienta que seguimos teniendo a la mano como sociedad para dejar constancia de lo que nos afecta. Al hacerlo, comprometemos a las autoridades de todos los niveles a prestarle atención, porque existe un antecedente por escrito, al que se le puede dar seguimiento por muchos medios.

Entiendo, como me ha ocurrido antes, que se tenga desconfianza y hasta flojera de acudir a alguna autoridad para presentar una denuncia, pero ese es el principal problema que tenemos cuando dejamos de ejercer nuestro derecho de queja, bajo el argumento (que puede ser válido) de que no sucederá nada. No obstante, si revisamos muchas de las causas con las que simpatizamos en los últimos años, observaremos que iniciaron con denuncias específicas y se les dio seguimiento social hasta que hubo medidas para corregirlas. Si bien los problemas nacionales son grandes, también lo ha sido la fuerza de la ciudadanía para que éstos no caigan en el olvido. Cuando denunciamos, y extendemos nuestra inconformidad a otras plataformas públicas para que se dé respuesta, fortalecemos la libertad de expresión y la democracia misma, donde es la gente la que tiene el poder de modificar sus circunstancias si colabora y participa en las decisiones que se toman en lo público.

Una segunda sugerencia es involucrarnos más y tomarnos el tiempo necesario para acelerar los cambios que no necesitan de una autoridad o que podríamos impulsar nosotros mismos a través de una mejor organización vecinal. ¿Cuántos árboles o plantas hemos sembrado en nuestro entorno últimamente? Si queremos en verdad que el impacto del cambio climático o los vaivenes de la inflación no nos golpeen, contamos con la oportunidad de cambiar hábitos para empezar a producir parte de los alimentos que consumimos o reforestar espacios que están en nuestras calles y colonias para reducir la temperatura en las ciudades. Es mayo y es probable que registremos temperaturas por encima del promedio que tuvimos el año anterior. Con buena asesoría y el acercamiento a las autoridades responsables del tema, podemos plantar árboles, establecer un huerto en casa, recuperar áreas comunes con jardines, para contribuir a que nuestras colonias resistan mejor unas variaciones de clima que no van a detenerse en el corto plazo.

Ya en ese camino, apropiarnos del espacio público es otra recomendación. Parques, áreas deportivas, camellones y andadores, tienen que volverse una extensión de nuestra casa o departamento y debemos acudir a éstas para estar en contacto, convivir y darle oportunidad nuevamente a niñas, niños y adolescentes de hacer actividades al aire libre.

La pandemia y la sensación de inseguridad que privó durante muchos años han hecho sedentarias a generaciones completas y eso traerá consecuencias de salud, física y mental, en el futuro inmediato. Entre todos podemos asegurarnos que haya lugares abiertos y seguros en cada localidad donde los más jóvenes puedan jugar y ejercitarse, en tanto los adultos supervisamos que estos sitios se encuentren bien iluminados, limpios y acondicionados simplemente para estar ahí, comunicarnos y resolver de manera conjunta los asuntos que se le presentan a cualquier comunidad. Son dos años y medio ya de una contingencia sanitaria mundial que encerró a millones de niñas y niños, aumentó su tiempo de exposición a videojuegos y pantallas, que redujo los lapsos que de por sí tenían para estar en el exterior. Somos una especie que necesita del contacto directo y ninguna tecnología lo puede sustituir.

Son tres acciones sencillas, poderosas, fáciles de realizar: denunciar por todos los medios posibles aquello que nos hace un daño; tomar decisiones para que nuestro entorno inmediato sea más saludable, productivo y ayude a recuperar al medio ambiente; y recuperar el espacio público como lugar de encuentro, de confianza y de coordinación ciudadana para enviar un mensaje de que las calles, las colonias, las alcaldías, son nuestras, de la sociedad, una que está al pendiente de lo que sucede a su alrededor y actúa en consecuencia de la mano de buenas autoridades y presiona a las que pudieran no estar dando resultados.

Recibo comentarios, muchos que agradezco, en los que me piden algunos ejemplos de acciones muy concretas que los ciudadanos pudiéramos aportar para construir entornos de paz, en los que vivamos con tranquilidad. Como se dice coloquialmente, sugerir “el remedio y el trapito” para no quedarnos solo en la reflexión de los problemas que nos aquejan, sino en el ejercicio de las posibles soluciones.

Una acción específica que las y los ciudadanos podemos llevar a cabo es la denuncia, porque con todas sus imperfecciones, es la mejor herramienta que seguimos teniendo a la mano como sociedad para dejar constancia de lo que nos afecta. Al hacerlo, comprometemos a las autoridades de todos los niveles a prestarle atención, porque existe un antecedente por escrito, al que se le puede dar seguimiento por muchos medios.

Entiendo, como me ha ocurrido antes, que se tenga desconfianza y hasta flojera de acudir a alguna autoridad para presentar una denuncia, pero ese es el principal problema que tenemos cuando dejamos de ejercer nuestro derecho de queja, bajo el argumento (que puede ser válido) de que no sucederá nada. No obstante, si revisamos muchas de las causas con las que simpatizamos en los últimos años, observaremos que iniciaron con denuncias específicas y se les dio seguimiento social hasta que hubo medidas para corregirlas. Si bien los problemas nacionales son grandes, también lo ha sido la fuerza de la ciudadanía para que éstos no caigan en el olvido. Cuando denunciamos, y extendemos nuestra inconformidad a otras plataformas públicas para que se dé respuesta, fortalecemos la libertad de expresión y la democracia misma, donde es la gente la que tiene el poder de modificar sus circunstancias si colabora y participa en las decisiones que se toman en lo público.

Una segunda sugerencia es involucrarnos más y tomarnos el tiempo necesario para acelerar los cambios que no necesitan de una autoridad o que podríamos impulsar nosotros mismos a través de una mejor organización vecinal. ¿Cuántos árboles o plantas hemos sembrado en nuestro entorno últimamente? Si queremos en verdad que el impacto del cambio climático o los vaivenes de la inflación no nos golpeen, contamos con la oportunidad de cambiar hábitos para empezar a producir parte de los alimentos que consumimos o reforestar espacios que están en nuestras calles y colonias para reducir la temperatura en las ciudades. Es mayo y es probable que registremos temperaturas por encima del promedio que tuvimos el año anterior. Con buena asesoría y el acercamiento a las autoridades responsables del tema, podemos plantar árboles, establecer un huerto en casa, recuperar áreas comunes con jardines, para contribuir a que nuestras colonias resistan mejor unas variaciones de clima que no van a detenerse en el corto plazo.

Ya en ese camino, apropiarnos del espacio público es otra recomendación. Parques, áreas deportivas, camellones y andadores, tienen que volverse una extensión de nuestra casa o departamento y debemos acudir a éstas para estar en contacto, convivir y darle oportunidad nuevamente a niñas, niños y adolescentes de hacer actividades al aire libre.

La pandemia y la sensación de inseguridad que privó durante muchos años han hecho sedentarias a generaciones completas y eso traerá consecuencias de salud, física y mental, en el futuro inmediato. Entre todos podemos asegurarnos que haya lugares abiertos y seguros en cada localidad donde los más jóvenes puedan jugar y ejercitarse, en tanto los adultos supervisamos que estos sitios se encuentren bien iluminados, limpios y acondicionados simplemente para estar ahí, comunicarnos y resolver de manera conjunta los asuntos que se le presentan a cualquier comunidad. Son dos años y medio ya de una contingencia sanitaria mundial que encerró a millones de niñas y niños, aumentó su tiempo de exposición a videojuegos y pantallas, que redujo los lapsos que de por sí tenían para estar en el exterior. Somos una especie que necesita del contacto directo y ninguna tecnología lo puede sustituir.

Son tres acciones sencillas, poderosas, fáciles de realizar: denunciar por todos los medios posibles aquello que nos hace un daño; tomar decisiones para que nuestro entorno inmediato sea más saludable, productivo y ayude a recuperar al medio ambiente; y recuperar el espacio público como lugar de encuentro, de confianza y de coordinación ciudadana para enviar un mensaje de que las calles, las colonias, las alcaldías, son nuestras, de la sociedad, una que está al pendiente de lo que sucede a su alrededor y actúa en consecuencia de la mano de buenas autoridades y presiona a las que pudieran no estar dando resultados.