/ miércoles 28 de febrero de 2018

Alquimia Urbana

Al momento de escribir este artículo, 114 mil personas habían firmado ya en Change.org para “Impedir que CU pierda la declaratoria de patrimonio de la humanidad por unos condominios”. Voy a confesar dos cosas, la primera de ellas es que firmé; la segunda es que no creo que la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad se pierda por unos condominios de 27 pisos.

Hay un caso ya, en México, que por su escala me parece mucho más grave que la construcción de dos torres frente a una de las entradas a la Ciudad Universitaria. En el entorno de la Casa Estudio de Luís Barragán, hace unos años, se construyó un conjunto habitacional que eclipsa la vista perfecta de la azotea. Recién vivimos una historia similar en la propia Ciudad Universitaria: el Edificio H de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales invade la perspectiva hacia el oriente desde el Espacio Escultórico.

Pero el hecho de que la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad no esté en riesgo no significa que la altura de los condominios sea inadecuada considerando su proximidad a la Ciudad Universitaria.

Lo que sí, el desarrollo que se construye bajo la marca “BeGrand”, resume muy bien la problemática inmobiliaria de la Ciudad de México.

De entrada, conforme al Programa Delegacional de Desarrollo Urbano, en ese terreno se permite la construcción de 4 niveles, con 40% de área libre y uso de suelo Habitacional Mixto.

Sin embargo, nuestro sistema de desarrollo urbano permite ajustar estas reglas en función de las dimensiones del terreno, las colindancias y la transferencia de potencial constructivo desde otros terrenos.

Pensando como perito en desarrollo urbano del diablo, estoy convencido que el desarrollo de BeGrand está perfectamente en regla, apegado a toda la normatividad que la ciudad posee en la materia ... y justamente ese es el problema. El Edificio H de Ciencia Política tiene el doble de niveles que los permitidos de manera directa por el programa delegacional. En Paseo de la Reforma se permiten 40 niveles, pero las torres más altas tienen más de 50 y pronto veremos algunas de 60 o 70.

En lo personal no tengo problema con las grandes alturas, pero ¿estamos midiendo los impactos efectivos de tales desarrollos o solo nos vamos por impactos hipotéticos en función del apego a normas cuya funcionalidad es salir de la camisa de fuerza que representan los programas de desarrollo urbano?

Eso es lo que está sucediendo en la ciudad, nuestro desarrollo urbano está basado en un marco normativo desapegado en absoluto tanto de las necesidades reales de la ciudad, como de las discusiones teóricas.

No hay que olvidar, sin embargo, que las líneas tendenciales en materia de desarrollo urbano sí muestran que esta ciudad necesita construir tanto vivienda como servicios. El borrador del Programa General de Desarrollo Urbano (PGDU), ya en manos de la Asamblea Legislativa, no analiza estas líneas tendenciales y se queda solo en el nivel especulativo: “¿Dónde sí se puede construir?” en vez de dar soluciones a “¿Dónde vivirán las siguientes generaciones?” Es justamente en instrumentos como el PGDU donde deberíamos estar limitando el uso de herramientas como la transferencia de potencialidad en zonas patrimoniales, como Ciudad Universitaria, y su entorno, lo que obliga a reflexionar sobre la calidad del borrador en manos de la Asamblea Legislativa.

Al momento de escribir este artículo, 114 mil personas habían firmado ya en Change.org para “Impedir que CU pierda la declaratoria de patrimonio de la humanidad por unos condominios”. Voy a confesar dos cosas, la primera de ellas es que firmé; la segunda es que no creo que la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad se pierda por unos condominios de 27 pisos.

Hay un caso ya, en México, que por su escala me parece mucho más grave que la construcción de dos torres frente a una de las entradas a la Ciudad Universitaria. En el entorno de la Casa Estudio de Luís Barragán, hace unos años, se construyó un conjunto habitacional que eclipsa la vista perfecta de la azotea. Recién vivimos una historia similar en la propia Ciudad Universitaria: el Edificio H de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales invade la perspectiva hacia el oriente desde el Espacio Escultórico.

Pero el hecho de que la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad no esté en riesgo no significa que la altura de los condominios sea inadecuada considerando su proximidad a la Ciudad Universitaria.

Lo que sí, el desarrollo que se construye bajo la marca “BeGrand”, resume muy bien la problemática inmobiliaria de la Ciudad de México.

De entrada, conforme al Programa Delegacional de Desarrollo Urbano, en ese terreno se permite la construcción de 4 niveles, con 40% de área libre y uso de suelo Habitacional Mixto.

Sin embargo, nuestro sistema de desarrollo urbano permite ajustar estas reglas en función de las dimensiones del terreno, las colindancias y la transferencia de potencial constructivo desde otros terrenos.

Pensando como perito en desarrollo urbano del diablo, estoy convencido que el desarrollo de BeGrand está perfectamente en regla, apegado a toda la normatividad que la ciudad posee en la materia ... y justamente ese es el problema. El Edificio H de Ciencia Política tiene el doble de niveles que los permitidos de manera directa por el programa delegacional. En Paseo de la Reforma se permiten 40 niveles, pero las torres más altas tienen más de 50 y pronto veremos algunas de 60 o 70.

En lo personal no tengo problema con las grandes alturas, pero ¿estamos midiendo los impactos efectivos de tales desarrollos o solo nos vamos por impactos hipotéticos en función del apego a normas cuya funcionalidad es salir de la camisa de fuerza que representan los programas de desarrollo urbano?

Eso es lo que está sucediendo en la ciudad, nuestro desarrollo urbano está basado en un marco normativo desapegado en absoluto tanto de las necesidades reales de la ciudad, como de las discusiones teóricas.

No hay que olvidar, sin embargo, que las líneas tendenciales en materia de desarrollo urbano sí muestran que esta ciudad necesita construir tanto vivienda como servicios. El borrador del Programa General de Desarrollo Urbano (PGDU), ya en manos de la Asamblea Legislativa, no analiza estas líneas tendenciales y se queda solo en el nivel especulativo: “¿Dónde sí se puede construir?” en vez de dar soluciones a “¿Dónde vivirán las siguientes generaciones?” Es justamente en instrumentos como el PGDU donde deberíamos estar limitando el uso de herramientas como la transferencia de potencialidad en zonas patrimoniales, como Ciudad Universitaria, y su entorno, lo que obliga a reflexionar sobre la calidad del borrador en manos de la Asamblea Legislativa.

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