/ jueves 29 de octubre de 2020

Alta Empresa | Regreso al cine, primera parte

Hace más de siete meses que no pisaba una sala de cine. Antes de ver Tenet la semana pasada, la última vez que lo hice fue el 14 de marzo. Ese día vi dos películas: el notable documental Familia de medianoche (Lorentzen, 2019) y Yo acuso, la más reciente de Roman Polanski. Antes de la pandemia solía ir dos o tres veces por semana, pero ante el cierre obligado y racional de las salas, no quedó otra más que resignarme y tratar de disfrutar del cine en casa.

Disto de ser un purista de la experiencia comunitaria cinematográfica. Como todo entusiasta de las narrativas audiovisuales, y gracias al relativo privilegio en que supuestamente vivo, cuento con todos los dispositivos necesarios: reproductor de BRD, consolas, un modesto home theatre y suscripciones a varios servicios, a la vez que colecciono clásicos y rarezas. Sin embargo, mi primera opción para disfrutar una película siempre será la sala cinematográfica. La importancia de la sala no sólo radica en una cuestión de condiciones de proyección (tamaño de la pantalla, sonido), sino en la deferencia que se le da a la experiencia en sí: ordenas el día para ir al cine, apartas un tiempo para concentrar la atención, accedes a ponerte en función de algo más grande que tú. Es un acto de rendición, pues. La contemplación simplemente es otra.

En casa, por el contrario, todo tiende a convertirse en un contenido más de un streaming sin fin. Se puede argumentar, claro, que ir al cine era ya una experiencia que estaba lejos de ser ideal. Es cierto: factores como un progresivo descuido en la proyección (las películas en México lucen significativamente más oscuras que en el resto del mundo), aumento de gente irrespetuosa que habla todo el tiempo, precios escandalosos en dulcería y estacionamiento, entre otros, conspiraban en contra de asistir a la sala, pero lo cierto es que, por lo menos para mí, aún seguía siendo uno de los rituales centrales de la cultura popular. A juzgar por las cifras, todo eso está en peligro de desaparecer.

El grueso de las salas de cine en Occidente comenzó a cerrar en marzo. La percepción generalizada era que el cierre iba a durar unos cuantos meses. La industria decidió regresar con Tenet, la cinta de Christopher Nolan cuyo potencial taquillero constituiría un globo de sonda confiable para medir el ánimo para regresar a las salas, ahora reinventadas sanitariamente y con un 30 por ciento de capacidad. Tras varios retrasos, Tenet se estrenó progresivamente en septiembre. Lo recaudado hasta ahora: 341 millones de taquilla global. La expectativa no era que se erigiera en esta coyuntura como un blockbuster que superara los mil millones de dólares, pero lo cierto es que pocos esperaban un resultado tan bajo. Frente a esto, casi todos los estudios están posponiendo sus estrenos mayores hasta 2021, con la excepción de Warner Brothers con Wonder Woman 1984, que, supuestamente, se estrena el próximo 25 de diciembre (aunque muchos escépticos ya anticipan un cambio de fecha). Esto significa que las cadenas de exhibición no contarán con material de alto potencial comercial durante varios meses. ¿Cómo van a sobrevivir? En la próxima entrega intentaremos dar algunas respuestas.

Hace más de siete meses que no pisaba una sala de cine. Antes de ver Tenet la semana pasada, la última vez que lo hice fue el 14 de marzo. Ese día vi dos películas: el notable documental Familia de medianoche (Lorentzen, 2019) y Yo acuso, la más reciente de Roman Polanski. Antes de la pandemia solía ir dos o tres veces por semana, pero ante el cierre obligado y racional de las salas, no quedó otra más que resignarme y tratar de disfrutar del cine en casa.

Disto de ser un purista de la experiencia comunitaria cinematográfica. Como todo entusiasta de las narrativas audiovisuales, y gracias al relativo privilegio en que supuestamente vivo, cuento con todos los dispositivos necesarios: reproductor de BRD, consolas, un modesto home theatre y suscripciones a varios servicios, a la vez que colecciono clásicos y rarezas. Sin embargo, mi primera opción para disfrutar una película siempre será la sala cinematográfica. La importancia de la sala no sólo radica en una cuestión de condiciones de proyección (tamaño de la pantalla, sonido), sino en la deferencia que se le da a la experiencia en sí: ordenas el día para ir al cine, apartas un tiempo para concentrar la atención, accedes a ponerte en función de algo más grande que tú. Es un acto de rendición, pues. La contemplación simplemente es otra.

En casa, por el contrario, todo tiende a convertirse en un contenido más de un streaming sin fin. Se puede argumentar, claro, que ir al cine era ya una experiencia que estaba lejos de ser ideal. Es cierto: factores como un progresivo descuido en la proyección (las películas en México lucen significativamente más oscuras que en el resto del mundo), aumento de gente irrespetuosa que habla todo el tiempo, precios escandalosos en dulcería y estacionamiento, entre otros, conspiraban en contra de asistir a la sala, pero lo cierto es que, por lo menos para mí, aún seguía siendo uno de los rituales centrales de la cultura popular. A juzgar por las cifras, todo eso está en peligro de desaparecer.

El grueso de las salas de cine en Occidente comenzó a cerrar en marzo. La percepción generalizada era que el cierre iba a durar unos cuantos meses. La industria decidió regresar con Tenet, la cinta de Christopher Nolan cuyo potencial taquillero constituiría un globo de sonda confiable para medir el ánimo para regresar a las salas, ahora reinventadas sanitariamente y con un 30 por ciento de capacidad. Tras varios retrasos, Tenet se estrenó progresivamente en septiembre. Lo recaudado hasta ahora: 341 millones de taquilla global. La expectativa no era que se erigiera en esta coyuntura como un blockbuster que superara los mil millones de dólares, pero lo cierto es que pocos esperaban un resultado tan bajo. Frente a esto, casi todos los estudios están posponiendo sus estrenos mayores hasta 2021, con la excepción de Warner Brothers con Wonder Woman 1984, que, supuestamente, se estrena el próximo 25 de diciembre (aunque muchos escépticos ya anticipan un cambio de fecha). Esto significa que las cadenas de exhibición no contarán con material de alto potencial comercial durante varios meses. ¿Cómo van a sobrevivir? En la próxima entrega intentaremos dar algunas respuestas.

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