/ martes 1 de febrero de 2022

Alto a los discursos de odio

Tenemos la obligación de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de todas las personas, sin distinción alguna.

Sin embargo, en México persisten conductas que menoscaban libertades y violan derechos humanos a grupos de por sí vulnerables e históricamente oprimidos. Mujeres, personas indígenas, trans, gays, lesbianas, jóvenes, afromexicanas, entre muchas más, en reiteradas ocasiones se enfrentan a una triste realidad. La discriminación, violencia y estigma hacia estos grupos es cotidiano. En un Estado constitucional de Derecho no debería suceder.

Pero incluso es peor. Legisladoras y legisladores, bajo la premisa de libertad de expresión, se atreven a generar discursos de odio. Esto es muy grave, porque sucede que en muchas ocasiones este tipo de discursos hacia un sector vulnerable es el preámbulo de diversos tipos de violencia.

Todo representante popular debe salvaguardar al pueblo y no generar discursos en contra de grupos desprotegidos y estigmatizados. Estamos para unir y garantizar sus derechos. Ese es nuestro mandato.

Quien crea que las palabras no hacen daño, se equivoca. Los discursos de odio son crímenes de odio allá afuera contra personas de la comunidad LGBTTTIQ+, transfeminicidios, feminicidios. Veamos lo acontecido a Natalia Lane, activista trans, acuchillada en un hotel de Tlalpan en la Ciudad de México o el sinnúmero de casos que se quedan solamente en la estadística, ante una impunidad latente, pero que tienen nombre, familia y amigos. Lo que es una pérdida irreparable, naturalmente.

No podemos permitir que en nuestro país continúen avanzando este tipo de acciones que fomentan y normalizan la violencia. En mi carácter de legisladora federal, con la apertura de un nuevo periodo ordinario en la Cámara de Senadores, presentaré una iniciativa de ley para prohibir los discursos de odio, que no deja de ser retórica fascista, plagados de encono y animadversión hacia comunidades vulnerables y desprotegidas. Debemos, imperiosamente, fomentar nuevas formas de convivencia basadas en la paz, inclusión, aceptación y respeto.

Como la destacada filósofa y activista Judith Butler expone: tenemos que cuestionarnos críticamente la manera como reproducimos en nuestro lenguaje formas de poder a las que somos contrarios, y debemos también esforzarnos por usar el lenguaje de un modo nuevo que abra una posibilidad de esperanza al mundo.

Ser cruel y atacar a personas de por sí totalmente vulneradas y estigmatizadas es algo que no debemos permitir. Todas las personas tienen derecho a una vida libre de violencia. Una apuesta, como siempre, por la libertad.

Tenemos la obligación de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de todas las personas, sin distinción alguna.

Sin embargo, en México persisten conductas que menoscaban libertades y violan derechos humanos a grupos de por sí vulnerables e históricamente oprimidos. Mujeres, personas indígenas, trans, gays, lesbianas, jóvenes, afromexicanas, entre muchas más, en reiteradas ocasiones se enfrentan a una triste realidad. La discriminación, violencia y estigma hacia estos grupos es cotidiano. En un Estado constitucional de Derecho no debería suceder.

Pero incluso es peor. Legisladoras y legisladores, bajo la premisa de libertad de expresión, se atreven a generar discursos de odio. Esto es muy grave, porque sucede que en muchas ocasiones este tipo de discursos hacia un sector vulnerable es el preámbulo de diversos tipos de violencia.

Todo representante popular debe salvaguardar al pueblo y no generar discursos en contra de grupos desprotegidos y estigmatizados. Estamos para unir y garantizar sus derechos. Ese es nuestro mandato.

Quien crea que las palabras no hacen daño, se equivoca. Los discursos de odio son crímenes de odio allá afuera contra personas de la comunidad LGBTTTIQ+, transfeminicidios, feminicidios. Veamos lo acontecido a Natalia Lane, activista trans, acuchillada en un hotel de Tlalpan en la Ciudad de México o el sinnúmero de casos que se quedan solamente en la estadística, ante una impunidad latente, pero que tienen nombre, familia y amigos. Lo que es una pérdida irreparable, naturalmente.

No podemos permitir que en nuestro país continúen avanzando este tipo de acciones que fomentan y normalizan la violencia. En mi carácter de legisladora federal, con la apertura de un nuevo periodo ordinario en la Cámara de Senadores, presentaré una iniciativa de ley para prohibir los discursos de odio, que no deja de ser retórica fascista, plagados de encono y animadversión hacia comunidades vulnerables y desprotegidas. Debemos, imperiosamente, fomentar nuevas formas de convivencia basadas en la paz, inclusión, aceptación y respeto.

Como la destacada filósofa y activista Judith Butler expone: tenemos que cuestionarnos críticamente la manera como reproducimos en nuestro lenguaje formas de poder a las que somos contrarios, y debemos también esforzarnos por usar el lenguaje de un modo nuevo que abra una posibilidad de esperanza al mundo.

Ser cruel y atacar a personas de por sí totalmente vulneradas y estigmatizadas es algo que no debemos permitir. Todas las personas tienen derecho a una vida libre de violencia. Una apuesta, como siempre, por la libertad.