/ sábado 7 de octubre de 2017

Amalia Hernández: entre venados y serpentinas

1.- El tórrido mes de septiembre, en cuya fecha emblemática del 19 dolíamos la memoria de la tragedia de 1985 y la tierra nos volvió a estrellar nuestra endeble fragilidad, forzó también a que se pospusiera un homenaje al Centenario, que ese mismo día se ha cumplido, del nacimiento de un símbolo de México que es Amalia Hernández, la apasionada coreógrafa, creadora y bailarina innata y orgullosa fundadora del Ballet Folclórico de México, bandera que junto con su compañía ha ondeado nuestros colores por el mundo, recibido galardones y premios incontables, y ha plasmado por generaciones la belleza, la armonía y el profesionalismo de un afán que emprendió en 1952, y se ha prolongado sin pausa en la estampa inolvidable de su impronta universal.

2.- El colorido, la alegría y la agilidad que la precursora impuso a su Ballet, producto del rigor y la disciplina que la distinguieron; su capacidad como maestra, la tenacidad en el ensayo y un acendrado sentido de la estética como rama de la filosofía, así como un escrúpulo de constante perfeccionamiento, lo han afianzado como una de las más acabadas expresiones del baile popular de México en sus diversas etapas históricas, y un alarido de orgullo y de amor a nuestras costumbres y nuestro arraigo como nación en que se funden, en armónica cadencia, molinetes de gracia y de temple, dulzura y reciedumbre.

3.- La maestría y el dominio que logró transmitir, la sabiduría milenaria a la que puso música y movimiento, hicieron de doña Amalia un formidable vehículo de nuestra cultura, con frecuencia más apreciado en el extranjero –como sucede con tantos de nuestros valores- que entre nosotros mismos. El enriquecedor y gratificante mensaje que concibió y alcanzó a depurar en la perfección de una serpentina le ha ganado, quién dijera, más reconocimientos en otros países que en el suyo, que aún le reserva un telón de gratitud.

4.- Con sus presentaciones dos veces a la semana en el Palacio de Bellas Artes desde hace cerca de sesenta años, el Ballet Folclórico de Amalia Hernández es con razón el espectáculo más longevo en el país, siempre a teatro completo. Al máximo recinto de las artes de México han acudido la mayor parte de los dignatarios extranjeros en visita oficial al país a regalarse con el fulgor de su prestancia, soltura y refinamiento, igual que el turismo popular de todos los rincones del mundo, a aplaudir emocionado la entrega de las ballerinas y los danzantes y a cantar y gritar la algarabía de los sones y la magia de los músicos.

5.- Tal vez sin proponérselo, la precursora de esa expresión del arte popular creó un linaje de profesionales que merece admiración y es un modelo de perseverancia y amor a México en una de sus vertientes más nobles y generosas, el ejemplo de la disciplina y la precisión dedicadas a la difusión de su patrimonio con vestido de colores y de baile.

6.- México se ha acrecido en la desventura, y ese septiembre nos ha dejado agobiados de pena, pero incólumes en el entusiasmo y gratificados en la maravilla de nuestros jóvenes y adultos que se han desbordado en auxilio y rescate de quienes lo han necesitado. Con un paréntesis entre la desolación y el escándalo, sabemos también exaltar a aquellos que han dejado una huella en la ruta de nuestra identidad, que han engalanado el nombre de México, y que han contribuido a difundir la vastedad de nuestra cultura, la riqueza de nuestra historia y el espíritu de nuestra alegría. Como Amalia Hernández.

 

camilo@kawage.com

1.- El tórrido mes de septiembre, en cuya fecha emblemática del 19 dolíamos la memoria de la tragedia de 1985 y la tierra nos volvió a estrellar nuestra endeble fragilidad, forzó también a que se pospusiera un homenaje al Centenario, que ese mismo día se ha cumplido, del nacimiento de un símbolo de México que es Amalia Hernández, la apasionada coreógrafa, creadora y bailarina innata y orgullosa fundadora del Ballet Folclórico de México, bandera que junto con su compañía ha ondeado nuestros colores por el mundo, recibido galardones y premios incontables, y ha plasmado por generaciones la belleza, la armonía y el profesionalismo de un afán que emprendió en 1952, y se ha prolongado sin pausa en la estampa inolvidable de su impronta universal.

2.- El colorido, la alegría y la agilidad que la precursora impuso a su Ballet, producto del rigor y la disciplina que la distinguieron; su capacidad como maestra, la tenacidad en el ensayo y un acendrado sentido de la estética como rama de la filosofía, así como un escrúpulo de constante perfeccionamiento, lo han afianzado como una de las más acabadas expresiones del baile popular de México en sus diversas etapas históricas, y un alarido de orgullo y de amor a nuestras costumbres y nuestro arraigo como nación en que se funden, en armónica cadencia, molinetes de gracia y de temple, dulzura y reciedumbre.

3.- La maestría y el dominio que logró transmitir, la sabiduría milenaria a la que puso música y movimiento, hicieron de doña Amalia un formidable vehículo de nuestra cultura, con frecuencia más apreciado en el extranjero –como sucede con tantos de nuestros valores- que entre nosotros mismos. El enriquecedor y gratificante mensaje que concibió y alcanzó a depurar en la perfección de una serpentina le ha ganado, quién dijera, más reconocimientos en otros países que en el suyo, que aún le reserva un telón de gratitud.

4.- Con sus presentaciones dos veces a la semana en el Palacio de Bellas Artes desde hace cerca de sesenta años, el Ballet Folclórico de Amalia Hernández es con razón el espectáculo más longevo en el país, siempre a teatro completo. Al máximo recinto de las artes de México han acudido la mayor parte de los dignatarios extranjeros en visita oficial al país a regalarse con el fulgor de su prestancia, soltura y refinamiento, igual que el turismo popular de todos los rincones del mundo, a aplaudir emocionado la entrega de las ballerinas y los danzantes y a cantar y gritar la algarabía de los sones y la magia de los músicos.

5.- Tal vez sin proponérselo, la precursora de esa expresión del arte popular creó un linaje de profesionales que merece admiración y es un modelo de perseverancia y amor a México en una de sus vertientes más nobles y generosas, el ejemplo de la disciplina y la precisión dedicadas a la difusión de su patrimonio con vestido de colores y de baile.

6.- México se ha acrecido en la desventura, y ese septiembre nos ha dejado agobiados de pena, pero incólumes en el entusiasmo y gratificados en la maravilla de nuestros jóvenes y adultos que se han desbordado en auxilio y rescate de quienes lo han necesitado. Con un paréntesis entre la desolación y el escándalo, sabemos también exaltar a aquellos que han dejado una huella en la ruta de nuestra identidad, que han engalanado el nombre de México, y que han contribuido a difundir la vastedad de nuestra cultura, la riqueza de nuestra historia y el espíritu de nuestra alegría. Como Amalia Hernández.

 

camilo@kawage.com

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