/ martes 11 de febrero de 2020

Amor a segunda vista: un idilio a la francesa

Por: Juan Amael Vizzuett Olvera

La comedia romántica siempre debe culminar en un final feliz; incluso así, la fórmula puede sorprender gratamente al público si el desenlace es al mismo tiempo brillante e inesperado. Tal es una de las virtudes de Amor a segunda vista (Francia, 2019), de Hugo Gelin. La película se estrenará en México el jueves 14 de febrero.

La trama sigue el idilio entre Raphaël (François Civil) y Olivia (Joséphine Japy) desde sus días del liceo. Raphaël trabaja con esmero obsesivo en una novela distópica de aventuras, sobre Zoltan, un guerrero del futuro; Olivia practica el piano con el sueño de emular a su abuela, Gabrielle (Édith Scob), aquejada por el Alzheimer.

Amor a segunda vista esboza también la historia del encuentro entre Gabrielle y el joven protagonista, quien en un principio se acerca a la anciana con la mente puesta en Olivia; a la postre, el afecto fingido se vuelve genuino.

La trama paralela más importante es la amistad entre Raphaël y Félix (Benjamin Lavernhe); Lavernhe es miembro de la célebre Comedia Francesa y su divertida actuación resulta clave tanto para los momentos de humor como para los emotivos.

Se ha escrito que el vínculo humano más cercano a la perfección no es el amor, sino la amistad y Hugo Gelin lo sabe expresar a través de las andanzas de Raphaël y Félix. Cada uno de ellos se preocupa por la suerte del otro; se apoyan mutuamente, dialogan, discuten y se hacen ver sus respectivos errores con ánimo de evitar que sus consecuencias se vuelvan irremediables.

Amor a segunda vista se basa en la ucronía, es decir, en un incidente que altera el universo de los personajes y los inserta en una realidad distinta a la que conocían. Hay un



sencillo tributo a Los visitantes (Francia, 1993), de Jean-Marie Poiré, aquella comedia ya clásica sobre un caballero medieval (Jean Reno)y su escudero (Chistian Clavier) llegados por una cadena de eventos al siglo XX.

Raphaël alcanza la fama y la fortuna gracias a sus novelas de ciencia-ficción: él y Olivia se casan, se mudan a un gran departamento de lujo con vista a la Torre Eiffel. Menudean las entrevistas, las firmas de ejemplares, las jiras.

El éxito aleja a Raphaël de Olivia; la vida perfecta provoca una involución en el joven novelista y el matrimonio se deteriora.

Una mañana, Raphaël se despierta en una vida muy distinta: ahora Olivia es la mejor concertista de Europa, no conoce a Raphaël, quien subsiste modestamente como profesor de secundaria. Su novela sobre Zoltan permanece inédita.

Félix acepta ayudarle a conquistar el amor de la ahora inalcanzable Olivia, a fin de que Raphaël escape de la ucronía y recupere su vida “perfecta”.

Mas Raphaël evoluciona profundamente. Puede por fin ver lo que nunca había sabido aquilatar y sorprende al auditorio con una resolución de hombre verdadero.

Por: Juan Amael Vizzuett Olvera

La comedia romántica siempre debe culminar en un final feliz; incluso así, la fórmula puede sorprender gratamente al público si el desenlace es al mismo tiempo brillante e inesperado. Tal es una de las virtudes de Amor a segunda vista (Francia, 2019), de Hugo Gelin. La película se estrenará en México el jueves 14 de febrero.

La trama sigue el idilio entre Raphaël (François Civil) y Olivia (Joséphine Japy) desde sus días del liceo. Raphaël trabaja con esmero obsesivo en una novela distópica de aventuras, sobre Zoltan, un guerrero del futuro; Olivia practica el piano con el sueño de emular a su abuela, Gabrielle (Édith Scob), aquejada por el Alzheimer.

Amor a segunda vista esboza también la historia del encuentro entre Gabrielle y el joven protagonista, quien en un principio se acerca a la anciana con la mente puesta en Olivia; a la postre, el afecto fingido se vuelve genuino.

La trama paralela más importante es la amistad entre Raphaël y Félix (Benjamin Lavernhe); Lavernhe es miembro de la célebre Comedia Francesa y su divertida actuación resulta clave tanto para los momentos de humor como para los emotivos.

Se ha escrito que el vínculo humano más cercano a la perfección no es el amor, sino la amistad y Hugo Gelin lo sabe expresar a través de las andanzas de Raphaël y Félix. Cada uno de ellos se preocupa por la suerte del otro; se apoyan mutuamente, dialogan, discuten y se hacen ver sus respectivos errores con ánimo de evitar que sus consecuencias se vuelvan irremediables.

Amor a segunda vista se basa en la ucronía, es decir, en un incidente que altera el universo de los personajes y los inserta en una realidad distinta a la que conocían. Hay un



sencillo tributo a Los visitantes (Francia, 1993), de Jean-Marie Poiré, aquella comedia ya clásica sobre un caballero medieval (Jean Reno)y su escudero (Chistian Clavier) llegados por una cadena de eventos al siglo XX.

Raphaël alcanza la fama y la fortuna gracias a sus novelas de ciencia-ficción: él y Olivia se casan, se mudan a un gran departamento de lujo con vista a la Torre Eiffel. Menudean las entrevistas, las firmas de ejemplares, las jiras.

El éxito aleja a Raphaël de Olivia; la vida perfecta provoca una involución en el joven novelista y el matrimonio se deteriora.

Una mañana, Raphaël se despierta en una vida muy distinta: ahora Olivia es la mejor concertista de Europa, no conoce a Raphaël, quien subsiste modestamente como profesor de secundaria. Su novela sobre Zoltan permanece inédita.

Félix acepta ayudarle a conquistar el amor de la ahora inalcanzable Olivia, a fin de que Raphaël escape de la ucronía y recupere su vida “perfecta”.

Mas Raphaël evoluciona profundamente. Puede por fin ver lo que nunca había sabido aquilatar y sorprende al auditorio con una resolución de hombre verdadero.