/ jueves 23 de noviembre de 2017

Aniversario de la Constitución y candidaturas

Llama poderosamente la atención el hecho de que se haya festejado el 107 aniversario de la Revolución Mexicana, la primera de las grandes revoluciones sociales del siglo XX en Iberoamérica, sin que ningún aspirante a cargo de elección popular haya hecho referencia directa a la misma, o los partidos análisis serio y profundo de su ideario. ¿Es que acaso la Revolución sólo merece recordatorios efusivos, laudatorios, alabanzas de admiración (muy tibios el pasado lunes) poniendo de relieve sus cualidades o méritos, y quedarse meramente allí y sin ver qué se ha cumplido de su ideario y qué no?

La Revolución tuvo un ideario muy claro que Justo Sierra, el creador de la moderna universidad mexicana, definió en pocas palabras en un memorable discurso sobre la inamovilidad judicial. ‘‘El pueblo mexicano -dijo- tiene hambre y sed de justicia, a eso se reduce bien vista la historia de México. En esos dos renglones quedan descritos, aclarados y explicados los siglos que pasaron, la época presente y la etapa de reparación que reclama de modo imperioso el porvenir”.

Justicia que implica una democracia real y efectiva, una equitativa distribución de la riqueza y de la tierra, y un evidente progreso cultural; entendiendo por democracia paz social y progreso con igualdad de condiciones para todos. En concreto, ¿qué aspirante a cargo de elección popular ha señalado lo que falta por cumplirse del ideario de ese gran movimiento social? La situación actual de México reclama con urgencia un balance de ese tipo, porque si no la Revolución queda como un día más en el calendario de festejos patrios (incluidos los famosos “puentes”). Y no se trata simplemente de recordar, colocando las auténticas ideas revolucionarias en un espacio de irrealidad o utopía casi intemporal.

Ahora bien, un político de verdad es un revolucionario, un partidario convencido de la innovación, del cambio, de la transformación; lo que no implica de ninguna manera anular el pasado porque el solo hecho de que el pasado, o algo del pasado, se conserve en el presente ya lo renueva. Los mexicanos no estamos contentos con las estructuras políticas y socioeconómicas que tenemos, tan alteradas por innumerables reformas.

Y menos estamos contentos con la violencia e inseguridad que predominan en el país. Nuestra democracia es en su fondo endeble en proyectos, planes e individuos. Hay a mi juicio una especie de anquilosamiento de ideas sin desarrollo ni evolución, hay un estancamiento o parálisis de muchas cosas que se deberían mover; y lo que llama poderosamente la atención es que el “sistema”, “el statu quo”, se asienta sobre la base de un ideario revolucionario no cabalmente cumplido e incluso alterado, lo que se refleja en cambios normativos en el cuerpo constitucional y en las leyes.

En una palabra, no se ha agotado plenamente ese ideario. Lo indiscutible es que hay una fuente a la cual recurrir, un manantial de ideas que se generaron, además, en un largo proceso histórico plenamente identificado con lo mejor de nuestras tradiciones políticas y culturales, con nuestros valores. En síntesis, con nuestra nacionalidad. Sí, el festejo revolucionario fue muy pálido, como si se pensara que el aplauso y el día feriado son suficientes para reconocer la importancia y trascendencia de ese gran movimiento social. Y yo me digo si no será tal actitud, tal comportamiento, una señal ominosa de intereses creados, corruptos, que desconocen lo inminente. En fin, el hecho es que el 2018 se acerca sin una sólida estructura que le dé al voto el peso específico que reclama una auténtica democracia. El anterior lunes 20 de noviembre fue un descolorido aniversario de la Revolución.

@RaulCarranca

www.facebook.com/despacho.raulcarranca

Llama poderosamente la atención el hecho de que se haya festejado el 107 aniversario de la Revolución Mexicana, la primera de las grandes revoluciones sociales del siglo XX en Iberoamérica, sin que ningún aspirante a cargo de elección popular haya hecho referencia directa a la misma, o los partidos análisis serio y profundo de su ideario. ¿Es que acaso la Revolución sólo merece recordatorios efusivos, laudatorios, alabanzas de admiración (muy tibios el pasado lunes) poniendo de relieve sus cualidades o méritos, y quedarse meramente allí y sin ver qué se ha cumplido de su ideario y qué no?

La Revolución tuvo un ideario muy claro que Justo Sierra, el creador de la moderna universidad mexicana, definió en pocas palabras en un memorable discurso sobre la inamovilidad judicial. ‘‘El pueblo mexicano -dijo- tiene hambre y sed de justicia, a eso se reduce bien vista la historia de México. En esos dos renglones quedan descritos, aclarados y explicados los siglos que pasaron, la época presente y la etapa de reparación que reclama de modo imperioso el porvenir”.

Justicia que implica una democracia real y efectiva, una equitativa distribución de la riqueza y de la tierra, y un evidente progreso cultural; entendiendo por democracia paz social y progreso con igualdad de condiciones para todos. En concreto, ¿qué aspirante a cargo de elección popular ha señalado lo que falta por cumplirse del ideario de ese gran movimiento social? La situación actual de México reclama con urgencia un balance de ese tipo, porque si no la Revolución queda como un día más en el calendario de festejos patrios (incluidos los famosos “puentes”). Y no se trata simplemente de recordar, colocando las auténticas ideas revolucionarias en un espacio de irrealidad o utopía casi intemporal.

Ahora bien, un político de verdad es un revolucionario, un partidario convencido de la innovación, del cambio, de la transformación; lo que no implica de ninguna manera anular el pasado porque el solo hecho de que el pasado, o algo del pasado, se conserve en el presente ya lo renueva. Los mexicanos no estamos contentos con las estructuras políticas y socioeconómicas que tenemos, tan alteradas por innumerables reformas.

Y menos estamos contentos con la violencia e inseguridad que predominan en el país. Nuestra democracia es en su fondo endeble en proyectos, planes e individuos. Hay a mi juicio una especie de anquilosamiento de ideas sin desarrollo ni evolución, hay un estancamiento o parálisis de muchas cosas que se deberían mover; y lo que llama poderosamente la atención es que el “sistema”, “el statu quo”, se asienta sobre la base de un ideario revolucionario no cabalmente cumplido e incluso alterado, lo que se refleja en cambios normativos en el cuerpo constitucional y en las leyes.

En una palabra, no se ha agotado plenamente ese ideario. Lo indiscutible es que hay una fuente a la cual recurrir, un manantial de ideas que se generaron, además, en un largo proceso histórico plenamente identificado con lo mejor de nuestras tradiciones políticas y culturales, con nuestros valores. En síntesis, con nuestra nacionalidad. Sí, el festejo revolucionario fue muy pálido, como si se pensara que el aplauso y el día feriado son suficientes para reconocer la importancia y trascendencia de ese gran movimiento social. Y yo me digo si no será tal actitud, tal comportamiento, una señal ominosa de intereses creados, corruptos, que desconocen lo inminente. En fin, el hecho es que el 2018 se acerca sin una sólida estructura que le dé al voto el peso específico que reclama una auténtica democracia. El anterior lunes 20 de noviembre fue un descolorido aniversario de la Revolución.

@RaulCarranca

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