/ miércoles 20 de septiembre de 2017

Año electoral, año de terremotos

Treinta y dos años después. Las 13:18, preparando esta columna, la ciudad y una amplia zona se cimbró. El recuento de daños mostrará la agresividad y las consecuencias de este sismo que nos estremece y nos convoca, una vez más, a la solidaridad con quienes más lo sufren.

Comenzó el 8 de septiembre el año electoral. Más bien un calendario que señala como plazo el día primero de julio para elegir al presidente de la República que gobernará cinco años y diez meses, así como a más de tres mil funcionarios de elección en el país. Los partidos políticos buscan afanosamente -quién lo dijera- ciudadanos rigurosamente libres de toda sospecha de contaminación partidista, empezando por un fiscal federal impoluto. Esperanza más ardua y quimérica que la de la lámpara de Diógenes. Los partidos políticos repudiando a la política.

Un solo candidato, el de Morena, que en solitario se aferra a las preferencias, a falta de los nombres de otros contendientes. Una alianza entre partidos frente, amplio o ciudadano, que modela un idilio cuya ruptura sobrevendrá, sin remedio, en diciembre, llegado el momento de designar candidato a la primera magistratura. Ni el PAN ni el PRD terminarán por aceptar un candidato presidencial que no surja de sus filas; un Movimiento Ciudadano, satélite, que acabará por unirse al que mejor le parezca. Un partido en el poder, el PRI, que sin abandonar el método tradicional para la designación de su abanderado, deshoja la margarita o busca un trébol de cuatro hojas en el que el cuarto aspirante puede ser, precisamente, el menos partidista, el menos vulnerable, el secretario de Hacienda, José Antonio Mead, cuya carrera y espíritu conciliador lo ha llevado a ocupar en cinco ocasiones carteras en gabinetes de dos partidos. Como en el beisbol, Mead ha lanzado juegos perfectos con cero hits, cero carreras y cero errores. Jugaría un juego de estrellas frente a los mejores bateadores.

Para la ciudadanía, el año electoral o calendario debe ser un hito de reflexión. El Instituto Nacional Electoral estableció así un calendario que comienza con la oportunidad de que los nueve partidos políticos nacionales, los diversos partidos locales y los aspirantes a candidaturas independientes inscriban alianzas, coaliciones y candidaturas comunes y personales.

Si bien los partidos políticos y los aspirantes a candidaturas no podrán llevar a cabo actividades proselitistas, actos de precampaña o de campaña ni contratar publicidad durante ese período, el comienzo del año electoral es una oportunidad para que la ciudadanía  tenga una visión del panorama político previo al inicio formal de las actividades de campaña.

La proximidad de las elecciones en las que estarán en liza más de tres mil cargos de elección: presidente de la República, nueve gobernadores, 500 diputados federales, 128 senadores de la República, además de diputados y alcaldes en elecciones locales, debe ser una jornada cívica en la que se refuerce la democracia.

Existe, ciertamente, la prevención de que en este año electoral se generen enfrentamientos, descalificaciones, ataques personales o partidistas que vulneren la limpieza del proceso comicial. En la práctica, esos ataques han comenzado ya y arreciarán en las próximas semanas. La opinión pública espera, justamente, que así como se le ofrece la posibilidad de analizar las diferentes opciones que tendrá para ir a las urnas el primero de julio, partidos, candidatos, organizaciones sociales y políticas reflexionen sobre su responsabilidad ante la comunidad para llevar a cabo un proceso electoral civilizado y conforme a la convivencia en la sociedad.

Treinta y dos años después. Las 13:18, preparando esta columna, la ciudad y una amplia zona se cimbró. El recuento de daños mostrará la agresividad y las consecuencias de este sismo que nos estremece y nos convoca, una vez más, a la solidaridad con quienes más lo sufren.

Comenzó el 8 de septiembre el año electoral. Más bien un calendario que señala como plazo el día primero de julio para elegir al presidente de la República que gobernará cinco años y diez meses, así como a más de tres mil funcionarios de elección en el país. Los partidos políticos buscan afanosamente -quién lo dijera- ciudadanos rigurosamente libres de toda sospecha de contaminación partidista, empezando por un fiscal federal impoluto. Esperanza más ardua y quimérica que la de la lámpara de Diógenes. Los partidos políticos repudiando a la política.

Un solo candidato, el de Morena, que en solitario se aferra a las preferencias, a falta de los nombres de otros contendientes. Una alianza entre partidos frente, amplio o ciudadano, que modela un idilio cuya ruptura sobrevendrá, sin remedio, en diciembre, llegado el momento de designar candidato a la primera magistratura. Ni el PAN ni el PRD terminarán por aceptar un candidato presidencial que no surja de sus filas; un Movimiento Ciudadano, satélite, que acabará por unirse al que mejor le parezca. Un partido en el poder, el PRI, que sin abandonar el método tradicional para la designación de su abanderado, deshoja la margarita o busca un trébol de cuatro hojas en el que el cuarto aspirante puede ser, precisamente, el menos partidista, el menos vulnerable, el secretario de Hacienda, José Antonio Mead, cuya carrera y espíritu conciliador lo ha llevado a ocupar en cinco ocasiones carteras en gabinetes de dos partidos. Como en el beisbol, Mead ha lanzado juegos perfectos con cero hits, cero carreras y cero errores. Jugaría un juego de estrellas frente a los mejores bateadores.

Para la ciudadanía, el año electoral o calendario debe ser un hito de reflexión. El Instituto Nacional Electoral estableció así un calendario que comienza con la oportunidad de que los nueve partidos políticos nacionales, los diversos partidos locales y los aspirantes a candidaturas independientes inscriban alianzas, coaliciones y candidaturas comunes y personales.

Si bien los partidos políticos y los aspirantes a candidaturas no podrán llevar a cabo actividades proselitistas, actos de precampaña o de campaña ni contratar publicidad durante ese período, el comienzo del año electoral es una oportunidad para que la ciudadanía  tenga una visión del panorama político previo al inicio formal de las actividades de campaña.

La proximidad de las elecciones en las que estarán en liza más de tres mil cargos de elección: presidente de la República, nueve gobernadores, 500 diputados federales, 128 senadores de la República, además de diputados y alcaldes en elecciones locales, debe ser una jornada cívica en la que se refuerce la democracia.

Existe, ciertamente, la prevención de que en este año electoral se generen enfrentamientos, descalificaciones, ataques personales o partidistas que vulneren la limpieza del proceso comicial. En la práctica, esos ataques han comenzado ya y arreciarán en las próximas semanas. La opinión pública espera, justamente, que así como se le ofrece la posibilidad de analizar las diferentes opciones que tendrá para ir a las urnas el primero de julio, partidos, candidatos, organizaciones sociales y políticas reflexionen sobre su responsabilidad ante la comunidad para llevar a cabo un proceso electoral civilizado y conforme a la convivencia en la sociedad.