/ martes 8 de mayo de 2018

Apple y los recortes fiscales

Los candidatos republicanos han dejado de hablar casi por completo del único logro legislativo importante de su partido en la presidencia de Trump, el recorte fiscal de 2017. Los anuncios que promocionan la ley fiscal han desaparecido en su mayoría de las ondas hertzianas. Sin embargo, los hermanos Koch —grandes adeptos del recorte y quienes son de sus mayores beneficiarios— no se han dado por vencidos.

No obstante, tienen un problema: la percepción pública sobre quién se beneficia con el recorte fiscal y quién no, están en lo correcto, un argumento que Apple acaba de ilustrar bien con su anuncio de una enorme recompra de acciones.

Para ser justos, no es una insensatez la idea de que un inmenso recorte fiscal para las corporaciones —que fue el principal elemento de la ley del año pasado— podría, en última instancia, redundar en beneficio de los trabajadores. No obstante, las dos palabras clave aquí son “podría” y “en última instancia”.

El cuento que repiten los adeptos del recorte fiscal es: Estados Unidos es parte de un mercado de capital mundial en el cual los capitales fluyen hacia donde quiera que haya una mayor tasa de rentabilidad tras descontar los impuestos. Al recortar los impuestos a las corporaciones, Trump y sus aliados les han dado a las corporaciones un incentivo para invertir en este país. La inversión expandirá la capacidad, impulsando la demanda de trabajadores y, por ende, el aumento salarial.

Durante un breve tiempo, Apple parecía apegarse al guión: en enero, la empresa anunció que regresaría a Estados Unidos buena parte de los 252 mil millones de dólares en efectivo que tenía en el extranjero.

Pero ¿qué significa “regresar el dinero a EU”? Apple no tenía una enorme pila de oro, al estilo de Rico McPato, en Irlanda, que embarcó de regreso a Estados Unidos. Tiene compensaciones digitales —un montón de ceros y unos en un servidor por ahí— que en efecto solían tener una etiqueta que decía “este dinero está en Irlanda”, y ahora esa etiqueta dice “este dinero está en Estados Unidos”. ¿Cuál es la diferencia?

Bueno, pues altera la carga tributaria de la empresa con el gobierno de Estados Unidos e Irlanda, lo cual fue la razón del cambio. De no ser por eso, no hay diferencia alguna.

Habría diferencia si Apple eligiera gastar más en cosas reales: contratar a más trabajadores, construir nuevas estructuras, instalar más equipo. No está haciendo ninguna de estas cosas. En cambio, esta semana anunció que invertiría 100 mil millones en recuperar acciones de su empresa, lo cual es bueno para los accionistas, pero no hace nada por los trabajadores. Otras muchas empresas están haciendo lo mismo.

Aunque muchos estadounidenses son propietarios de acciones, la gran mayoría del valor accionario está en manos de una pequeña minoría rica, ya que 10% de la población posee 84% del mercado.

Los candidatos republicanos han dejado de hablar casi por completo del único logro legislativo importante de su partido en la presidencia de Trump, el recorte fiscal de 2017. Los anuncios que promocionan la ley fiscal han desaparecido en su mayoría de las ondas hertzianas. Sin embargo, los hermanos Koch —grandes adeptos del recorte y quienes son de sus mayores beneficiarios— no se han dado por vencidos.

No obstante, tienen un problema: la percepción pública sobre quién se beneficia con el recorte fiscal y quién no, están en lo correcto, un argumento que Apple acaba de ilustrar bien con su anuncio de una enorme recompra de acciones.

Para ser justos, no es una insensatez la idea de que un inmenso recorte fiscal para las corporaciones —que fue el principal elemento de la ley del año pasado— podría, en última instancia, redundar en beneficio de los trabajadores. No obstante, las dos palabras clave aquí son “podría” y “en última instancia”.

El cuento que repiten los adeptos del recorte fiscal es: Estados Unidos es parte de un mercado de capital mundial en el cual los capitales fluyen hacia donde quiera que haya una mayor tasa de rentabilidad tras descontar los impuestos. Al recortar los impuestos a las corporaciones, Trump y sus aliados les han dado a las corporaciones un incentivo para invertir en este país. La inversión expandirá la capacidad, impulsando la demanda de trabajadores y, por ende, el aumento salarial.

Durante un breve tiempo, Apple parecía apegarse al guión: en enero, la empresa anunció que regresaría a Estados Unidos buena parte de los 252 mil millones de dólares en efectivo que tenía en el extranjero.

Pero ¿qué significa “regresar el dinero a EU”? Apple no tenía una enorme pila de oro, al estilo de Rico McPato, en Irlanda, que embarcó de regreso a Estados Unidos. Tiene compensaciones digitales —un montón de ceros y unos en un servidor por ahí— que en efecto solían tener una etiqueta que decía “este dinero está en Irlanda”, y ahora esa etiqueta dice “este dinero está en Estados Unidos”. ¿Cuál es la diferencia?

Bueno, pues altera la carga tributaria de la empresa con el gobierno de Estados Unidos e Irlanda, lo cual fue la razón del cambio. De no ser por eso, no hay diferencia alguna.

Habría diferencia si Apple eligiera gastar más en cosas reales: contratar a más trabajadores, construir nuevas estructuras, instalar más equipo. No está haciendo ninguna de estas cosas. En cambio, esta semana anunció que invertiría 100 mil millones en recuperar acciones de su empresa, lo cual es bueno para los accionistas, pero no hace nada por los trabajadores. Otras muchas empresas están haciendo lo mismo.

Aunque muchos estadounidenses son propietarios de acciones, la gran mayoría del valor accionario está en manos de una pequeña minoría rica, ya que 10% de la población posee 84% del mercado.