Arrancamos un nuevo sexenio. A pesar de que la presidencia anterior se resista a dejar el poder, poco a poco la transición es una realidad. En los próximos meses podremos observar las diferencias, o la falta de ellas, con la nueva Presidenta. Una vez más, tenemos seis años para construir o demoler.
Pensar que el destino de un país de casi 130 millones de personas depende de una sola figura es irresponsable. Si bien el Ejecutivo Federal es una pieza clave, el gobierno se construye con la administración pública, los funcionarios, los organismos y un largo etcétera. Es ingenuo creer que los problemas o soluciones surgirán mágicamente con el nombramiento de la Presidenta. El inicio del sexenio es una oportunidad para emprender el camino en el cumplimiento de los objetivos comunes. Al final del día, todos deseamos un mejor país.
Si bien las circunstancias y el contexto son únicos e irrepetibles, algunos de los desafíos que enfrentará el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum no son nuevos ni desconocidos. La nueva administración inevitablemente se enfrentará a:
1. Restricción presupuestal. López Obrador agotó los ahorros, fondos y fideicomisos. No solo se vaciaron las arcas, sino que dejó al país endeudado. El gobierno saliente incrementó la deuda en 6.6 billones de pesos, el aumento sexenal más alto en términos absolutos. Para enfrentar esto, cualquier opción será dolorosa: 1) endeudarse más, 2) aumentar impuestos o 3) reducir el gasto. Todo indica que esta última será la opción elegida. Debemos prepararnos para una desaceleración económica y un recorte del flujo de dinero en la economía.
2. Bajo crecimiento económico. Es urgente replantear la estrategia para aprovechar el tan mencionado nearshoring (relocalización de empresas y capital). México, por su posición geográfica, no necesitaba hacer mucho para beneficiarse. Sin embargo, se ha hecho todo lo contrario, reformas y políticas que desincentivan la inversión, generan incertidumbre y falta de Estado de derecho y controles. De acuerdo con cifras de MCV, al comparar el crecimiento acumulado en periodos similares de los últimos seis sexenios, la administración de AMLO presenta el segundo crecimiento más bajo, solo superado por el de Miguel de la Madrid.
3. Rezago en la calidad de vida. El PIB per cápita, que mide el nivel de riqueza y da una idea aproximada del nivel de vida promedio de la población, terminó en un nivel similar al de 2017. En otras palabras, perdimos un sexenio. A diferencia de la administración saliente que solo generó 1.9 millones de nuevos empleos formales ante el IMSS (26% de la meta original de 7.2 millones de empleos), la nueva administración deberá incorporar 1.2 millones de personas al año para integrar a la población que se suma mensualmente a la Población Económicamente Activa.
4. Inseguridad. La militarización consumada en el sexenio saliente no ofrecerá ninguna solución real al problema. La agenda en materia de seguridad, además de enfrentar a la delincuencia común y al crimen organizado, deberá lidiar con las consecuencias de la militarización y el gran número de funciones y responsabilidades que llevan a cabo los militares. A pesar de la tendencia a la baja, el sexenio que termina será el más violento de la historia, con casi 200 mil homicidios. Una herencia que requerirá cirugía mayor y tomarse en serio la prevención del delito y la colaboración activa de la comunidad.
Además de estos retos, el nuevo gobierno deberá preocuparse y ocuparse de mantener una política social que ha sido, desde diversos ángulos, el mayor logro del gobierno saliente.
Arranca el sexenio y con él la incertidumbre, la cautela y el cuestionamiento, pero también los entusiasmos, ilusiones y esperanzas. Por el bien de todas y todos, mucho éxito a la nueva administración.